Adela Celorio |
Fiel
a su estilo de escribir “sin pelos en la lengua” Adela Celorio escribe sobre el cabroñol, que es como Carlos Monsiváis bautizó al lenguaje agresivo y vulgar que usamos
tantos mexicanos cuando vamos al volante, cuando hablamos borrachos o
simplemente porque así se usa en casa. El texto se public en El siglo de
Torreón el pasado jueves 7 de abril.
Monsiváis
bautizó como cabroñol al lenguaje agresivo y vulgar que usamos tantos mexicanos
cuando vamos al volante, cuando hablamos borrachos o simplemente porque así se
usa en casa. Dehesa definió el corrupñol como el uso de palabras que como el
alias que usan los delincuentes, tienen la intención de ocultar. La evasión, la
transa y el atropello a la ley han de quedar maquillados por la palabra. Que no
quede huella. "El licenciado se está poniendo muy perro, hay que darle una
aceitadita". "Cáigase con una feria y ahí muere"; y uno sabe
cuándo es inevitable "Caerse con la lana, con la marmaja, o lo que es
peor; caerse cadáver". ¿Cómo nos arreglamos? es el principio de un oscuro
regateo entre corrupto y corruptor. "Usted no sabe con quién está
tratando", suele anteceder al charolazo, o sea, a exhibir una credencial
con poderes mágicos que hacen posible que diputados, senadores y otros bichos
puedan cagarse (perdón por este verbo maloliente, pero no encuentro otro más
adecuado) en la ley.
Carlos Monsiváis |
Si el banco de
México emite billetes de mil, de quinientos y de cien pesos, en las catacumbas
de la movida existen las milanesas, los quiñones y los ciegos; y, pues,
"hay lo dejo a su criterio". Y el verbo se hizo transa: yo corrompo,
tú corrompes, la corrupción somos todos; confesamos con cinismo porque durante
varias generaciones introyectamos aquello de que el que no transa no avanza.
Imposible sobrevivir a cualquier trámite burocrático sin "un
billete". Servidores públicos de todos los niveles son una gran aportación
a un sistema diseñado para hacernos caer, porque ya se sabe; en la casa del
jabonero el que no cae resbala. Que arroje la primera piedra el que no haya
corrompido o aceptado corromperse alguna vez. Claro que siempre hay quien llega
a las ligas mayores y de acuerdo al éxito obtenido, adjunta a la familia y
todos felices comen perdices en sus yates de lujo, sus aviones particulares,
sus propiedades "donadas" y sus miles de millones; porque para ellos
México es un panal de rica miel.
Traigo todo eso
a cuento porque si el muy tardío ajuste de cuentas a la señora Gordillo (que
por cierto resulta muy lucidor por el cinismo del personaje: "¿Es usted
consciente de que tiene cierta mala fama? "Gracias por lo de "cierta,
sé de mi mala fama… pero lo crean o no, mi causa es México".
¿A pesar de todo
está orgullosa de su trayectoria? "Sin ninguna duda. Yo amo a Elba. La
amo" Así se ufanó la Maestra en una entrevista para el periódico español
El País, 24/07/11) sólo tiene la intención de sustituirla por otro personaje
que menos ensoberbecido y estorboso; se ponga incondicional a las órdenes de
Peña Nieto, si los otros grandes corruptos (innecesario nombrarlos porque todos
sabemos quiénes son) incapaces de ajustar sus ingresos lícitos a sus
exorbitantes egresos, permanecen impunes; eso significará que como bien lo
vaticinó Monterroso; "Cuando despertamos el dinosaurio sigue ahí".
Elba Esther Gordillo Morales |
En arca abierta hasta
el justo peca, y México es un arca abierta donde casi todos los que tienen la
oportunidad meten mano. Si no aceptamos que los abusos y la corrupción nuestra
de cada día, son la nefasta consecuencia de un sistema que encalleció el alma
de muchas generaciones al obligarnos a "arreglarnos" en lo oscurito,
si de parte del gobierno de Peña Nieto no existe una genuina intención de
cambio y redención del daño moral que ha causado en el espíritu de los
mexicanos la impunidad y la parcialidad con que se maneja la justicia; si la
reforma educativa no contempla seriamente la ética para que nuestros niños
entiendan que la corrupción es un cáncer que nos afecta a todos; el
encarcelamiento de la señora Gordillo sólo pasará a formar parte del folclore
como el de La Quina o el Negro Durazo.
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