Gerardo Hernández González |
Quién siembra vientos
cosecha tempestades señala el dicho popular, mismo que se confirma con lo que
le está ocurriendo a Elba Esther Gordillo Morales, quién de
tener un poder ilimitado se ve reducida a prisión tal como le ocurrió a su
predecesor en el SNTE Carlos Jonguitud Barrios y algunos otros dirigentes sindicales, a los que un gobierno
conduce a la cima, para que otro lo hunda en la sima. La columna es Capitolio del periodista Gerardo Hernández González que se publicó hoy en Zócalo de Saltillo.
El golpe político de los cien primeros días de
gobierno de Enrique Peña —se cumplirán el 10 de marzo— fue para Elba Esther
Gordillo, presidenta vitalicia del SNTE y una de las figuras más detestadas del
país por el daño que causó a la educación, su voracidad y sus extravagancias.
Su detención marca el fin de su carrera. Ocurrió en el aeropuerto de Toluca, el
26 de febrero, acusada por la PGR de operaciones con recursos de procedencia
ilícita (lavado de dinero y delincuencia organizada) por casi dos mil millones
de pesos, pertenecientes al sindicato. Desde que asumió la dirigencia del SNTE
hace veinticuatro años, Gordillo, de sesenta y ocho, se jactaba de ser factor
de estabilidad política y social en nuestro país, por representar a 1.5 millones
de maestros. Ahora, desde prisión, verá si tenía razón o si, como todo en
política, también ella es prescindible. La noticia de su arresto no generó
protestas del gremio magisterial; al contrario, se recibió con júbilo y
reconocimiento a Peña Nieto.
Carlos Slinas de Gortari |
El antecedente sobre el encierro de un jerarca
gremial es el de Joaquín Hernández Galicia, “la Quina”, del poderoso e
igualmente corrupto sindicato petrolero. Su líder actual, el senador priista
Carlos Romero Deschamps, mima a su familia con viajes y obsequios impagables
con su sueldo, como el Enzo Ferrari de veinticinco millones de pesos que regaló
a su hijo José Carlos. El escándalo surgió justo cuando se debatía sobre el
préstamo por quinientos millones de pesos de Pemex a la organización obrera,
cuyas condiciones de pago se mantienen en secreto.
El presidente Carlos Salinas defenestró a
Hernández Galicia por razones políticas. El 10 de enero de 1989, “la Quina” fue
detenido en su casa de Ciudad Madero, Tamaulipas, por el presunto asesinato de
un agente del Ministerio Público Federal, acopio de armas y otros delitos.
Después se descubrió que el fiscal murió en Sonora y que el arsenal también
había sembrado en el domicilio del líder, quien pasó ocho años en prisión, de
una pena total de treinta y cinco. En 1997 fue amnistiado por el gobierno de
Ernesto Zedillo.
Joaquín Hernández Galicia |
En entrevista con Ciro Gómez Leyva, Carlos Marín
y Carlos Puig para Milenio Televisión, el ex patriarca del sindicato de Pemex
declaró que su caso y el de Gordillo no son análogos. “Lo mío”, dijo, “fue una
venganza (política de Salinas), lo de Elba Esther, un acto de justicia. Yo
llegué al (poder) a través de la lucha sindical. Ella, traicionando a su
maestro (Carlos Jonguitud Barrios)”.
Cuando Salinas ordenó proceder contra “la Quina”,
que en las elecciones de 1988 apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas, candidato
presidencial del Frente Democrático Nacional, Jonguitud captó el mensaje.
Después de una reunión en Los Pinos renunció al SNTE. Salinas impuso entonces a
Gordillo —formada bajo la sombra del político potosino—, quien asumió el
control del sindicato en abril de 1989. Fundadora del Partido Nueva Alianza
(Panal) en 2005 y expulsada del PRI en julio de 2006, Gordillo perdió una
segunda y, al parecer, definitiva batalla con Emilio Chuayffet, secretario de
Educación, en el marco de la reforma educativa impulsada por el presidente Peña
Nieto. Los cambios al artículo tercero de la Constitución eran una demanda
añeja, no solo de la sociedad y de organizaciones como Mexicanos Primero, sino
incluso de la OCDE, debido al rezago educativo del país y a un SNTE poderoso y
obstructor.
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