Roberta Garza |
No
obstante el desastre económico dejado en Venezuela por el régimen de Hugo Chávez, independientemente del proceso
electoral realizado el pasado domingo, lo cierto es que votó un considerable
porcentaje de la población y lo mismo allá que acá los procesos electorales los
gana quien tenga mayor número de votos, así sea uno solo. Del tema se ocupa la
regiomontana Roberta Garza en su semanal colaboración para los diarios de Grupo
Milenio.
Por Maduro
votaron 7,505,338 venezolanos. Por Capriles, 7,270,403. El perdedor no ha
reconocido el resultado adverso y demanda un recuento voto por voto, casilla
por casilla que, aun en caso de concedérsele (Maduro anunció que, por él, adelante),
no sé si le servirá de algo: el aparato del Estado movilizó sus amplios
recursos humanos, económicos y policiales en una arrolladora campaña, quizá
legal pero sin duda ilegítima, para mover el voto a favor del candidato
oficial.
No que sea
asunto menor quién se convierta en presidente pero el detalle que quiero
señalar aquí es que, a pesar del pajarito místico, del cáncer y de los
terremotos enviados por el imperio, de los anaqueles vacíos, de los cortes de
luz, de la escasez de medicamentos, de una infraestructura en ruinas, del
dispendio de la riqueza petrolera de la nación con fines electorales —sí,
sabemos que en Venezuela se ha acotado la pobreza y el analfabetismo, pero
igual ha sucedido en otros países de la región donde, además, han construido
mecanismos productivos sustentables a costos considerablemente menores y sin
empeñar la viabilidad de una economía tan estática y estatista que tiene sus
reservas de oro en China porque le debe hasta los chones, y cuya moneda vale cerca
de tres veces menos en el mercado negro lo que vale oficialmente en los
bancos—, del discurso enconoso, religioso y polarizante, del autoritarismo, de
la tremenda inseguridad, de la prevalente opacidad —según Transparencia
Internacional, ocupa el escalafón 165 de los 174 que hay en el mundo—,
corrupción e ineptitud oficiales y de los infinitos complós, paranoias y
acusaciones sin pruebas, cerca de la mitad del país votó, con entusiasmo y
enjundia, por la continuidad de ese régimen.
Las mágicas y
milagrosas bienaventuranzas chavistas las cantó también Dolores Padierna cuando
dijo querer justo eso para México, con AMLO en la Presidencia, en su visita a
Caracas hace un par de semanas. Nada que, abierta o encubiertamente, no hayan
dicho muchos otros afines al tabasqueño. Por eso le damos el premio al humor
summa cum laude a Maduro, ayer, cuando reconoció su triunfo frente al Palacio
de Miraflores afirmando que una elección cerrada no tenía por qué ser
indicativa de inestabilidad, citando como ejemplo a la izquierda de López
Obrador que en la elección de 2006, en México, “respetó los resultados”
lográndose la paz y la concordia en el sexenio de Calderón.
¿Será esto, en
verdad, la democracia?
Twitter:
@robertayque
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