Eduardo Holguín |
Al igual que Eduardo Holguín considero que la cruzada contra el hambre que abandera el
gobierno federal y al frente de la que se colocó a Rosario Robles Berlanga tiene fines de
proselitismo electoral, por lo que al darle espaldarazo el Presidente Enrique Peña Nieto cometió su primer gran
error y puso en riego el pacto por México.
La pobreza no se resuelve por decreto ni con políticas asistenciales, sino
atacando situaciones como la iniquidad social, la mala distribución de la
riqueza y la falta de oportunidades para quiénes menos tienen.La columna es Dragones que se publica en Milenio Diario Laguna y también en el periódico Vanguardia de Saltillo.
Enrique
Peña Nieto cometió su primer gran error como Presidente de La República al
defender, personalmente, a Rosario Robles de lo indefendible: el escandalo
veracruzano relacionado con el uso ilegal de los recursos de Sedesol para fines
de proselitismo político. Escandalo que derivó en una denuncia penal del PAN a
funcionarios estatales y federales por presuntos delitos electorales y que
justificará la solicitud de juicio político al Gobernador de Veracruz, Javier
Duarte de Ochoa, y a la mismísima Secretaria de Desarrollo Social.
Al
defender, con su pecho y espada, a la dama del Gabinete Social, a pesar de las
evidencias de uso electoral de dineros destinados a la “Cruzada Contra el
Hambre”, el “Caballero Presidente” se convierte en presunto cómplice del
cochinero denunciado. Peña Nieto, en consecuencia, pone en peligro el “Pacto
por México”, su imagen nacional e internacional
como líder pragmático, capaz de aglutinar las fuerzas políticas a favor del
desarrollo del país y de construir la legitimidad necesaria para imponer el
Estado de Derecho.
Y vaya
que el gobierno federal requiere de legitimidad para combatir el crimen
organizado y poner en orden a grupos radicales, desestabilizadores de la gobernabilidad
nacional, llámense grupos de autodefensa comunitaria, maestros de Guerrero y
Oaxaca, normalistas, etc. Al permitir ser correlacionado con las viejas e
ilegales prácticas de “compra de votos”, Peña Nieto puede tirar por la borda el
esfuerzo que él
y su
equipo llevan a cabo para aglutinar a los tres principales partidos del país,
con el objetivo de sacar adelante, en el Congreso, las reformas estructurales
que la competitividad demanda y darles viabilidad operativa.
Flaco
favor le hace Peña Nieto al Pacto por México al confrontarse con la oposición
institucional.
Gordo
favor le hace Peña Nieto, al ensuciar con “sospechosismos” su mandato, a
quienes pretenden medrar de la desestabilización de un país que tiene enorme
potencial de crecimiento; pero que, para materializarlo, requiere de la
conducción política de un estadista.
¿Peña
Nieto es un estadista?
Parafraseando
a mi colega de Milenio, Alan Arias Marín: el Pacto, la legitimidad, la
gobernabilidad y el Estado de Derecho, “bien valen una misa, no digamos un
Rosario”.
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