Roberto Orozco Melo |
Roberto Orozco Melo periodista,
abogado e historiador originario de Parras de la Fuente escribe: “Conozco a muchas personas que han dejado de fumar de
un momento a otro. No se han guiado por métodos. No han tomado pastillas. No
han dejado el vicio de forma gradual. Simplemente han dicho: "¡No vuelvo a
fumar!" ...y nunca más lo hicieron. Otros, sin embargo, sufren pesadillas
por la abstinencia, les sudan las manos, les tiemblan las corvas, se les seca
la boca, les lloran los ojos, se les angustia el alma... Son los cobardes. Muy
pronto, en todo el mundo, los fumadores van a constituir la hez de la especie
humana. ¿A usted le gustaría ser parte de la escoria?”. Orozco Melo publica en varios medios de Coahuila,
entre otros El Diario y El Siglo de
Torreón.
Enlace: http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/904435.ese-vicio-incorregible.html
Allá
lejos, en mi juventud, el hábito de fumar cigarrillos se reconocía como algo
natural, aunque se intuyeran sus malignos efectos en la salud. El tabaco
poseería virtudes apreciables: fumarlo o masticarlo era chic, inspirador y
destensionante. Los habituados celebraban todo un ceremonial en el acto de
fumar: desde sacar el pitillo, golpear levemente uno de sus extremos en la
superficie de la mesa, apretar el cigarro entre los labios, encender el fuego
del cerillo o el mechero, acercarlo lentamente a la punta, prenderla y aspirar
el humo con supremo y voluptuoso deleite, pasearlo por las vías respiratorias y
expirarlo por la nariz y boca. Casi podríamos escuchar un fondo musical
inexistente: la voz de Sarita Montiel, grave y cachonda, al entonar fumando espero,
al hombre que yo quiero...
Hoy
día, fumar es uno de los más combatidos, odiados y vilipendiados vicios; una
práctica "social" que constituye un crimen contra sus usuarios y que,
sin embargo, sólo pocos seres humanos pueden dejar. Las Naciones Unidas han
declarado la guerra al tabaquismo y sólo falta que una encíclica papal se ocupe
de tan fea y arraigada costumbre. Fumar en los aviones autobuses y otros tipos
de transporte está estrictamente prohibido y resulta ilegal asimismo fumar en
cualquier lugar público cerrado.
Los
fumadores constituyen la raza maldita de la humanidad en casi todos los países
del mundo. Un amante del tabaco confesaba en tono contrito ser percibido como
basura en todos lados, pero le resultaba imposible dejar de fumar. Padecía, como
todos sus congéneres fumadores, la más humillante de las penas públicas:
discriminación, censura y condena. Cada vez es más real la paradoja de que el
fumador es un ser infumable para los demás.
Yo
no fumo cigarrillos, pero mentiría si no confesara que de vez en vez me agrada
disfrutar de un buen puro, sobre todo en el ambiente agradable de una
sobremesa, lo cual hoy resulta casi imposible en un sitio público. En cuanto
enciendo el habano con la fruición deleitosa de aspirar su aroma, siento que la
nuca me palpita aceleradamente por las miradas furibundas de los circundantes.
Y no ha faltado algún indignado que espete un "¡apague inmediatamente esa
cosa!" en tono inapelable y enérgico.
Tienen
razón: para quien es profano en el disfrute del tabaco, el fuerte olor del puro
resulta insoportable. El tufo de los cigarrillos es muy molesto y de menor
jerarquía que el de los puros. Pero ambos resultan tener el peor de los peores
aromas que la sociedad puede soportar. Es una forma insana de gastar el dinero
y el tiempo.
¿Por
qué fuman los fumadores? Quienes esto estudian dicen que hay mil y más causas
del tabaquismo: desde el ocio, hasta las carencias, ausencias y tensiones
emocionales. Muchas personas localizan algún móvil ruborizante en el acto de
fumar: desde un destete prematuro en la primera infancia, hasta algunas
implicaciones de procacidad imposibles de publicar. Fumar es un vicio como el
del alcohol o como el de las drogas. Es una manifestación de la debilidad
humana y un soporte -incorpóreo, pero fuerte- para quienes carecen de valores
que los sostengan. Y es deleznable, no sólo por ser un vicio, sino por originar
daños terribles en el organismo de los hombres y mujeres que, con el paso del
tiempo, se tornan irreversibles.
Conozco
a muchas personas que han dejado de fumar de un momento a otro. No se han
guiado por métodos. No han tomado pastillas. No han dejado el vicio de forma
gradual. Simplemente han dicho: "¡No vuelvo a fumar!" ...y nunca más
lo hicieron.
Otros,
sin embargo, sufren pesadillas por la abstinencia, les sudan las manos, les
tiemblan las corvas, se les seca la boca, les lloran los ojos, se les angustia
el alma... Son los cobardes.
Muy
pronto, en todo el mundo, los fumadores van a constituir la hez de la especie
humana. ¿A usted le gustaría ser parte de la escoria?.
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