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21 de agosto de 2013

Ese vicio incorregible


Roberto Orozco Melo
Roberto Orozco Melo periodista, abogado e historiador originario de Parras de la Fuente escribe: “Conozco a muchas personas que han dejado de fumar de un momento a otro. No se han guiado por métodos. No han tomado pastillas. No han dejado el vicio de forma gradual. Simplemente han dicho: "¡No vuelvo a fumar!" ...y nunca más lo hicieron. Otros, sin embargo, sufren pesadillas por la abstinencia, les sudan las manos, les tiemblan las corvas, se les seca la boca, les lloran los ojos, se les angustia el alma... Son los cobardes. Muy pronto, en todo el mundo, los fumadores van a constituir la hez de la especie humana. ¿A usted le gustaría ser parte de la escoria?”. Orozco Melo publica en varios medios de Coahuila, entre otros El Diario y El Siglo de Torreón.

Enlace: http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/904435.ese-vicio-incorregible.html

Allá lejos, en mi juventud, el hábito de fumar cigarrillos se reconocía como algo natural, aunque se intuyeran sus malignos efectos en la salud. El tabaco poseería virtudes apreciables: fumarlo o masticarlo era chic, inspirador y destensionante. Los habituados celebraban todo un ceremonial en el acto de fumar: desde sacar el pitillo, golpear levemente uno de sus extremos en la superficie de la mesa, apretar el cigarro entre los labios, encender el fuego del cerillo o el mechero, acercarlo lentamente a la punta, prenderla y aspirar el humo con supremo y voluptuoso deleite, pasearlo por las vías respiratorias y expirarlo por la nariz y boca. Casi podríamos escuchar un fondo musical inexistente: la voz de Sarita Montiel, grave y cachonda, al entonar fumando espero, al hombre que yo quiero...
Hoy día, fumar es uno de los más combatidos, odiados y vilipendiados vicios; una práctica "social" que constituye un crimen contra sus usuarios y que, sin embargo, sólo pocos seres humanos pueden dejar. Las Naciones Unidas han declarado la guerra al tabaquismo y sólo falta que una encíclica papal se ocupe de tan fea y arraigada costumbre. Fumar en los aviones autobuses y otros tipos de transporte está estrictamente prohibido y resulta ilegal asimismo fumar en cualquier lugar público cerrado.
Los fumadores constituyen la raza maldita de la humanidad en casi todos los países del mundo. Un amante del tabaco confesaba en tono contrito ser percibido como basura en todos lados, pero le resultaba imposible dejar de fumar. Padecía, como todos sus congéneres fumadores, la más humillante de las penas públicas: discriminación, censura y condena. Cada vez es más real la paradoja de que el fumador es un ser infumable para los demás.
Yo no fumo cigarrillos, pero mentiría si no confesara que de vez en vez me agrada disfrutar de un buen puro, sobre todo en el ambiente agradable de una sobremesa, lo cual hoy resulta casi imposible en un sitio público. En cuanto enciendo el habano con la fruición deleitosa de aspirar su aroma, siento que la nuca me palpita aceleradamente por las miradas furibundas de los circundantes. Y no ha faltado algún indignado que espete un "¡apague inmediatamente esa cosa!" en tono inapelable y enérgico.
Tienen razón: para quien es profano en el disfrute del tabaco, el fuerte olor del puro resulta insoportable. El tufo de los cigarrillos es muy molesto y de menor jerarquía que el de los puros. Pero ambos resultan tener el peor de los peores aromas que la sociedad puede soportar. Es una forma insana de gastar el dinero y el tiempo.
¿Por qué fuman los fumadores? Quienes esto estudian dicen que hay mil y más causas del tabaquismo: desde el ocio, hasta las carencias, ausencias y tensiones emocionales. Muchas personas localizan algún móvil ruborizante en el acto de fumar: desde un destete prematuro en la primera infancia, hasta algunas implicaciones de procacidad imposibles de publicar. Fumar es un vicio como el del alcohol o como el de las drogas. Es una manifestación de la debilidad humana y un soporte -incorpóreo, pero fuerte- para quienes carecen de valores que los sostengan. Y es deleznable, no sólo por ser un vicio, sino por originar daños terribles en el organismo de los hombres y mujeres que, con el paso del tiempo, se tornan irreversibles.
Conozco a muchas personas que han dejado de fumar de un momento a otro. No se han guiado por métodos. No han tomado pastillas. No han dejado el vicio de forma gradual. Simplemente han dicho: "¡No vuelvo a fumar!" ...y nunca más lo hicieron.
Otros, sin embargo, sufren pesadillas por la abstinencia, les sudan las manos, les tiemblan las corvas, se les seca la boca, les lloran los ojos, se les angustia el alma... Son los cobardes.
Muy pronto, en todo el mundo, los fumadores van a constituir la hez de la especie humana. ¿A usted le gustaría ser parte de la escoria?.

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