René Delgado Ballesteros |
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Cuando
un proyecto de ley se percibe largo, pero no tan largo o corto, pero no tan
corto, la conclusión es obvia: el proyecto es ambiguo.
Tal
indefinición puede constituir la estrategia para, según el calibre de las
reacciones, acortar o alargar el proyecto a modo, haciendo virtud y no vicio de
la ambigüedad. El problema es que, de acuerdo con su significado, lo ambiguo
puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones y dar,
por consiguiente, motivo a dudas, incertidumbre o confusión. Y, justamente, de
dudas, incertidumbre y confusión al país le urge salir si quiere remontar su
circunstancia.
Luego
del inicio decidido, cierto y claro del gobierno, la ambigüedad comienza a
sellar su actuación, no sólo en la reforma energética recién presentada sino
también en muchas de sus intenciones y acciones, legislativas y políticas.
***
Ambiguo
es decir, 75 años después, que Lázaro Cárdenas tenía razón sólo porque
contempló la participación del sector privado en la industria petrolera.
En
esa singular revisión de la historia, los muchachos de Chicago-Atlacomulco
ahora ven en la esfinge de Jiquilpan al estadista "modernizador, visionario
y pragmático". Nomás falta decir que el Tata Cárdenas fue el primer
nacionalista globalifílico del planeta y corear:
el-neoliberalismo-y-el-nacionalismo-unidos, jamás-serán-vencidos.
Se
entiende la razón propagandística de apoyarse en Lázaro Cárdenas para impulsar
la apertura de la industria petrolera al capital privado y, así, hacerle un
guiño a la izquierda en el propósito de ayudarle a tragar el bocado. Se
entiende, pero no puede ignorarse lo delicado que es reinterpretar la historia
de ese modo, porque -además de tergiversarla- caricaturiza a una figura harto
emblemática.
Si
en el terreno de la fe religiosa no es recomendable jugar con la Virgen de
Guadalupe, lo mismo aplica en el terreno de la fe política: jugar con una
figura emblemática, como puede ayudar, puede perjudicar.
La
raigambre de Lázaro Cárdenas en la iconografía sujeta a veneración nacional
deriva no tanto de la hazaña expropiatoria, como de la decisión de marcarle el
alto a la intervención de las potencias en el país, en este caso significadas
en las petroleras que explotaban el recurso natural y humano. En el imaginario
colectivo, Cárdenas reivindicó aquello que a lo largo de la historia siempre
significó una derrota o una guerra: la conquista de Tenochtitlán, la pérdida de
la mitad del territorio nacional y la tentación de imponerle al país una
monarquía importada.
Caricaturizar
a Cárdenas y reinterpretar la historia a partir de una visión parcial y ambigua
es una apuesta de muy difícil pronóstico.
***
Ambiguo
también es reivindicar a Lázaro Cárdenas sin explicar lo ocurrido entre 1938 y
2013. ¿Pues qué fue lo que pasó?
El
salto al pasado para tomar impulso hacia el futuro implica, además de una
contradicción, una omisión cifrada en el eterno problema de la corrupción. Si
en la idea de los reneoliberales Cárdenas ahora es el primer globalifílico del
planeta, entonces Adolfo López Mateos, el exmandatario que admira el presidente
Enrique Peña -ahí la contradicción-, fue el primer globalifóbico del mundo. Si
Cárdenas contemplaba abrir la participación del capital privado en la industria
petrolera, ¿por qué López Mateos la cerró? La respuesta radica en el
alemanismo, marcado por la corrupción que llegó a constituirse en un peligro
para el desarrollo de las industrias petrolera y eléctrica, fundamentales para
el país.
Si
la corrupción fue la causa para cerrar la participación del capital privado en
esas industrias, ¿puede el actual gobierno asegurar que ese mal ha sido
desterrado o, al menos, neutralizado? No, desde luego. El propio diagnóstico de
Pemex presentado en estos días advierte que replantear esa empresa exige
sacudirla administrativamente a fondo para, entonces, en condiciones
aceptables, ponerla a competir con las privadas. Romper el monopolio y sujetar
el campo de la explotación de la energía a la competencia sin sanear a Pemex es
tanto como armar una pelea de box llevando a uno de los pugilistas con las
manos amarradas.
Quizá
por eso, tanto el PRI como el PAN aseguran que no se venderá ni un solo
tornillo de Pemex, claro, nomás se le dejará oxidar.
***
Ambiguo
es decir que no se precipita la reforma energética, sino que se lanza con toda
anticipación para debatirla a profundidad.
¿Cómo
debatir una reforma de ese calibre si el material disponible es parcial?
Parcial porque sólo plantea el qué (la reforma constitucional), pero no el cómo
(la reforma reglamentaria). Parcial porque guarda la reforma del régimen fiscal
de Pemex para más adelante, cuando se presente el paquete fiscal completo.
Parcial porque, aun cuando esboza una tímida reforma administrativa de la
empresa, sólo presenta la reforma estructural de la industria. Parcial porque,
junto con ese proyecto, se continúan o echan a andar otros de importancia
semejante.
En
esto, algo curioso. El gobierno advierte que el cambio de régimen fiscal para
Petróleos Mexicanos hay que pensarlo como una transición gradual y acompasada,
imposible de realizar de hoy para mañana. Sin embargo, el cambio de régimen de
industria no hay ni que pensarlo, es una acción urgente y radical, imposible de
postergar un solo día. ¿Dónde queda, entonces, la integralidad de la propuesta?
***
Ambiguo
es urgir la aprobación de la reforma energética, a partir del grave supuesto de
la desaceleración económica del país.
En
esa lógica, publicado el decreto de la reforma, será cosa de abrir muchas
ventanillas para atender con prontitud la supuesta cascada de inversiones
ansiosas por entrarle al negocio y, con ello, generar empleos, activar la
economía y ser felices ¿Pero, en verdad, sólo por eso la economía no marcha?
En
ese rubro, hay varias versiones, pero una destaca. Cuando un gobierno anticipa
que va a cambiar las reglas (las leyes) de juego en el campo de las
telecomunicaciones, de la educación, de la industria petrolera, de la industria
eléctrica, además de reconfigurar y crear algunos institutos y replantear el
combate a la corrupción, evidentemente la inversión se frena y desacelera la
economía. Es normal, la inversión requiere certeza, certidumbre y claridad para
calibrar los riesgos. Dicho en breve, repudia la ambigüedad.
***
Puede
la ambigüedad ser o no una estrategia, lo evidente es que el presidente Enrique
Peña está en una encrucijada fundamental en el curso posterior de su gobierno.
A fuego cruzado entre los muchachos de Chicago y los de Atlacomulco, que se
parapetan en Jiquilpan.
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