Fernanda de la Torre. |
De
la columna Neteando con Fernanda que
escribe semanalmente para los medios impresos de Grupo Milenio Fernanda
de la Torre y que apareció publicada el pasado
domingo en Milenio Diario Laguna, adjunto lo que la columnista dice en su perfil acerca de sí
misma: “Nací un verano en la Ciudad de México. Creo en lo extraordinario de lo ordinario. Me fijo en lo que
pasa todos los días y disfruto contarlo. Tengo la fortuna de colaborar en Milenio desde 2004 y con el blog, desde 2006.
Colaboro para otras publicaciones como Newsweek en Español, Milenio Semanal, Contenido y Actual.
Los jueves de 8 a 10 am participo en RMX Guadalajara en el programa Golpe de Estado y
todos los días en el video - blog Espacio Ciudadano en uno noticias. Adoro las conversaciones sinceras, ese es el
objetivo de este espacio".
La
importancia que en lo personal y como sociedad damos a una pareja es
indiscutible. Por lo mismo, pasamos mucho tiempo buscando a esa persona
“maravillosa” en bares, en la oficina, el gimnasio el súper mercado. Cualquier
lugar puede ser propicio para conocer a la persona indicada. Esto no tiene nada
de malo; el problema es la motivación. Algunos están motivados por el deseo de
compartir y otros por el miedo a la soledad, que en algunos casos es tan grande
que son capaces de hacer cualquier cosa para que esa soledad desaparezca.
Lo
hemos visto, con sus variaciones, claro, en argumentos de películas,
telenovelas y novelas rosas: una mujer vive sola, su vida es complicada o bien
carece de sentido. Un día conoce a un hombre (que también está solo y su vida
es complicada o carente de sentido), y después de superar algunos
contratiempos, se enamoran y se casan. Esta unión, desde luego, pone fin a su
soledad y sus problemas. La película termina y, si no hay segundas partes,
asumimos que vivieron felices para siempre. El problema es que esto funciona
para la ficción, pero en la realidad no es así.
¿Recuerdan
la canción de Juan Gabriel titulada Debo hacerlo? Es un claro ejemplo de lo
anterior. La canción en alguna estrofa decía algo así como: “Necesito un buen
amor, porque ya no aguanto más, veo la vida con dolor, ay quítenme esta
soledad”. Independientemente de que la canción es pegajosa y tiene buen ritmo,
como todas las del Divo de Juárez, necesitar a alguien “urgentemente” para que
te “quite” la soledad es una clara señal de que tenemos los conceptos de
soledad, pareja y autoestima confundidos. Lo que probablemente nos hace caer en
relaciones codependientes, desastrosas, violentas, entre otras. ¿Cuántas
personas se han unido pensando que el matrimonio sería la cura de su soledad
para al final darse cuenta de que no es así y son infelices? Quizá si no
hubieran estado tan preocupadas buscando esa “cura” para su soledad, hubieran
esperado y hubieran podido conocer a alguien más afín con su proyecto de vida.
La
soledad no es una enfermedad, no se cura con medicinas. La soledad sí tiene
alivio, pero no tiene nada que ver con tener o no una pareja. Bien pueden
refutarme diciendo: “¿Y todas esas películas y canciones de amor? ¿Y tantas
novelas que hablan del tema?”. Lo siento, una mentira no se vuelve una verdad
solo porque la repetimos hasta el cansancio. Esas canciones, libros o
películas, nos mintieron o quizá tampoco entendían bien el problema y por lo
mismo dieron soluciones equivocadas.
Para
empezar, la soledad es una cosa, y sentirse solo otra muy diferente. La soledad
no depende de quién esté a nuestro alrededor. Podemos sentirnos muy a gusto en
medio de un bosque, aunque no haya nadie en kilómetros a la redonda, o
sentirnos miserablemente solos en un concierto, a pesar de estar rodeados de
miles de personas. Hay quienes duermen a lado de alguien —quizá la soledad más
dolorosa— y se sienten profundamente solos. Saben que la persona que está a su
lado no comparte, ni le interesa compartir, sus sueños, planes y proyectos.
Lo
grave de entender a la soledad como una enfermedad es que nos hace pensar que
el remedio está en el otro; por lo tanto, siempre dependeremos de alguien para
no sentirnos solos. Niega la posibilidad de estar bien en nuestra propia
compañía. No podremos ser libres e independientes porque estaremos necesitando
siempre a alguien —quien sea— que nos cure de la terrible enfermedad que
pensamos que es la soledad.
La
soledad tiene “cura”, pero no es la que nos han hecho creer, o la que nos
parece la opción más fácil. Como siempre, tiene que ver con nosotros y nuestra
actitud, no con los otros. Lo que deberían de decir esas películas, canciones y
novelas de amor es que la cura para la soledad no está en encontrar una pareja,
sino en encontrarte a ti mismo. Cuando lo haces, dejas de necesitar
“urgentemente” a alguien para que te la quite.
Estar
bien con uno mismo y ser buena autocompañía no es tan difícil como parece. Requiere
de tiempo para entender que somos seres completos, y que por ende, no es una
tragedia, ni mucho menos, estar solo. Disfrutar la propia compañía está
relacionado con una sana autoestima. Cuando dejamos de tener miedo a la
soledad, algo maravilloso sucede: estamos libres para compartir con alguien, no
por miedo a estar solos sino por el gusto de estar juntos.
fernanda@milenio.com
Twitter http://twitter.com/FernandaT
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