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2 de septiembre de 2013

Dos mujeres en la hoguera

El Trapense
Soy desde hace unos cuatro años asiduo seguidor de los textos de José Luís Martínez S. quien colabora con varias publicaciones asociadas a Milenio Diario, empresa para la que escribe una columna denominada El Santo Oficio. Martínez describe como sigue, el origen de su seudónimo: “En 1986, en una ciudad en escombros por los sismos del 85, hicieron su aparición los cartujos, en un principio un grupo de cinco amigos reporteros dispuestos a compartir información y ganarse unos pesos para el café de cada noche con una columna llamada Picota, firmada por El Santo Oficio, en el periódico Ovaciones. Las deserciones comenzaron muy pronto y cuando ese mismo año la columna comenzó a publicarse en la revista Diva, el monje ya estaba solo. Desde entonces ha sido un largo peregrinar por los periódicos Esto, El Sol de México, El Nacional y La Crónica de Hoy, la agencia informativa Notimex y las revistas Etcétera y Milenio Semanal, a donde llegó en el 2000 por invitación de Andrés Ruiz y Horacio Castellanos y en la cual permanece. Con fundados temores, hace ahora su primera incursión en el universo insólito de los blogs, en donde espera contar con la bendición de Dios y la complicidad de sus cinco queridos lectores. Así sea”.

Enlace: http://blogs.milenio.com/node/4998

El cielo se desploma y el cartujo quisiera volver realidad los versos de Borges: “La lluvia es una cosa/ Que sucede en el pasado”. No es así. La tormenta lo empapa en el presente, pero no enfría su voluntad de asomarse a un mundo extraño, de confrontación y violencia, de un erotismo en el cual se alternan la sumisión y el poder.
El estudio del pintor y escritor Guillermo Arreola (un departamento en la colonia Roma de la Ciudad de México) es el escenario donde transcurre la historia de Drenaje de un paisaje, protagonizada por Brenda Marsella (Ella) y Michele Ferrer (La intrusa), bajo la dirección de José Alberto Gallardo. Son dos mujeres en la hoguera de la incertidumbre, de la insatisfacción, de la constante frustración al no lograr sus encomiendas o anhelos. Poco a poco se acercan a la derrota definitiva, pero no lo saben.
En medio de cuadros y fotografías, de pinceles y botes de pinturas, los espectadores atestiguan su derrumbe, sus gritos y silencios. Tal vez se asustan al asomarse al interior de Ella o al descubrir la fragilidad de La intrusa, fotógrafa imperativa con la misión de revelar, a través de sus imágenes, la verdadera naturaleza de Ella, su modelo falazmente sumisa.
En un rincón, mojado hasta los huesos, el trapense olvida la odisea de cruzar la ciudad en una noche de lluvia, se olvida por un momento de las marchas de los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, de los tropiezos y el cinismo de los políticos mexicanos, del incesante terror en gran parte del país, de la galopante carestía, de su perenne ayuno. Se concentra en la obra escrita por Gallardo y producida por Arreola, con la iluminación y multimedia de Josafat Aguilar.
Afuera, la realidad apabulla; dentro, los sobresaltos son otros. Ocurren en la conciencia. ¿Quién soy?, se pregunta el monje al observar la desesperación de Ella por conocerse, el fracaso de La intrusa al pretender desvelarla. No quiere saberlo, le da miedo.
La idea de presentar obras de teatro en casas o departamentos no es nueva, tiene una larga tradición. En México y otros países se ha recuperado para subrayar un carácter independiente, alternativo, alejado de los circuitos comerciales o institucionales. En internet es posible leer, por ejemplo, la experiencia de la compañía colombiana Trasto Teatro, con una cabal declaración de principios: “No soñamos —dicen sus integrantes— con llenar grandes salas; queremos que el público esté tan cerca que pueda mirarnos a los ojos”. Y más adelante señalan: “Nuestro teatro nace de la decepción. Nos sentimos decepcionados ante el mundo, incapaz de ofrecer más que ruido y vacío. Nos sentimos decepcionados ante el arte, que ha olvidado su impulso transgresor. Y ante el artista que ha perdido la fe en el oficio”.
En Drenaje de un paisaje se puede mirar a las actrices a los ojos; compartir con ellas la entrega y pasión por el teatro, el espíritu contestatario.
Queridos cinco lectores, mientras se prepara para escuchar El Informe, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.

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