Roberto Orozco Melo. |
En
la columna Hora Cero que
se publica en varios medios regionales y de Coahuila el abogado y político Roberto Orozco Melo toca el tema de los nombres que parecen apodos y que en otras
épocas les eran aplicados por los padres, a personas que por su escasa edad en
ese momento no podían defenderse y debieron cargar durante toda su vida con un
nombre que parecía burla. El comentario se publicó el sábado 31 de agosto en el
periódico regional El Siglo de Torreón, aunque el columnista participa también en El Diario de Coahuila y los medios impresos de Grupo Zócalo.
Enlace:
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/908373.mira-nomas-como-te-pusieron.html
Descarte
usted la fuente de inspiración mediática a la que acuden algunas familias para
bautizar a sus descendientes femeninos con apelativos de personajes
telenoveleros, como los clásicos Yesenia, Esmeralda o Colorina de los años
sesenta, setenta y ochenta; o el nobiliario y evocativo Leididí de los noventa,
y aun habrá muchos padres de familia que tendrán que llevar una vida de
apostolado en busca de indulgencias, si quieren evitar la flama eterna por tan
terrible falta cometida. ¿El pecado?... Imponer a sus hijos, con premeditación,
alevosía y ventaja, un nombre que portarán toda la vida como sobrenombre.
Con
mi primo Crisóstomo, mi amigo Saturnino y mi colega Cayetano, solía departir en
la Ciudad de México, y en la casa que habitaba, en las calles de Tepic y
Tonalá, doña Leonor --la señora que me asistía--, me escuchó gritar por
teléfono: -- "¡Éitale, Cayetano.. .arréate a Saturnino y a
Crisóstomo!". Una severa amonestación fue lo que recibí: -- "¡Aquí no
se permiten groserías, joven! ¿No ve que tengo criaturas muy chiquitas? ¡Más
respeto!...".
Entonces,
frecuentábamos La Mundial, aquella alegre cantina, punto de reunión favorito de
los periodistas que trabajábamos en los diarios vecinos de la calle de
Bucareli. Pero nomás nos veían cruzar el dintel de la puerta, y se dejaba oír
la detonación del disparo verbal y expansivo: "¡Ahí vienen Orozco y sus
tres palabrotas!".
La
Región Centro de Coahuila es prolífica en personas con nombres singulares. Hay
Ovidios, Idilios, Augurios, Heliodoros, Aldegundos y muchos otros apelativos de
resonancia única. En la ciudad de Monclova compitieron varias veces por la
Presidencia Municipal tres conocidos y queridos ciudadanos: eran don Mardoqueo
Ramos y los licenciados Policarpo Cárdenas y Telémaco Zertuche. Buenas personas
los tres --no faltaría más--, disfrutaban con magnífico humor la rara
coincidencia de llevar vocativos altisonantes nada comunes y corrientes.
Al
acudir al Comité Ejecutivo Nacional del PRI para plantear sus intenciones
políticas, en la oficina del presidente los atendió una secretaria mal
encarada: "¿De parte de quién?" --les preguntó--, a lo cual, uno de
ellos repuso con resignado arrojo: --"De parte de Mardoqueo, Policarpo y
Telémaco, de Monclova...". La señora, que en ese momento no estaba para
juegos, endureció aún más el gesto y les gritó: -- "¡Miren, señores, yo no
estoy aquí para perder el tiempo! ¡O me dicen bien sus nombres o los mando
sacar de la oficina!".
¿Otro
caso? El profesor Candor Guajardo iba a ser gobernador de Coahuila allá en los
años obregonistas; pero la división entre los diputados independientes y los
adictos al gobernador en funciones se hizo presente. Y al ver ese nombre en la
terna, Álvaro Obregón la desechó de inmediato: "¡A quién (...) se le
ocurre que alguien llamado Candor pueda ser el jefe político de un
estado!".
En
1989 se firmó en la ONU la Convención sobre los Derechos del Niño, y a partir
de esa fecha su legislación se ha ido adecuando. Dentro de los derechos
fundamentales del infante destacan el derecho a la vida, a la salud, a una
familia, a tener un nombre y una nacionalidad... Habrá que anotar en la agenda
de las próximas adecuaciones la adición de un inciso al capítulo
correspondiente al nombre. Porque, ¿le parece a usted justo que a una criatura
indefensa le sea impuesto contra su voluntad, y para toda la vida, un apelativo
que para muchos suene a apodo, broma o improperio? El que así proceda no tiene
nombre...
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