Verónica Maza Bustamante. |
El término porno fue creado para estigmatizar y tanto se ha
desgastado, que acabó incorporándose a lo normal al existir comida porno, juguetes
porno, ropa porno y una larga sucesión de cosas que forman parte de la cultura
pop, le dice en una entrevista Naief Yehya a Verónica Maza
Bustamante en una entrevista que se publicó hoy
en El Sexódromo,
que habitualmente se publica como parte de la sección El Ángel
Exterminador
en las publicaciones impresas de Grupo Milenio.
Como dice la “regla
49”: si existe, existe como pornografía en la red
México • A Naief Yehya —ingeniero
industrial, ensayista, investigador de fenómenos relacionados con la tecnología
y el internet, columnista y excelente conversador— lo conocí hace casi una
década, cuando publicó su libro Pornografía: sexo mediatizado y pánico moral
(reeditado como Pornografía: obsesión sexual y tecnología).
En aquel entonces hablamos sobre cómo la
llegada del ciberespacio cambió el panorama cultural de la pornografía, su
consumo, sus iconos, sus fronteras y mercado. Diez años después publica
Pornocultura. El espectro de la violencia sexualizada en los medios (Tusquets),
en donde plantea que la violencia y la transgresión del cuerpo como producto
porno cada vez tienen mayor demanda, además de que el narco, la guerra, el cine
de arte han adoptado su lenguaje para expresarse.
Tuve la posibilidad de conversar con él
y les comparto una parte de nuestra charla.
La pornografía ya no causa pánico por su
carga sexual; sin embargo, se han levantado en ella los espantos de la
violencia, mencionas en tu libro. ¿En qué momento el porno deja de ser
transgresor únicamente por su contenido erótico?
Ilustración: Sandoval. |
Cuando se empieza a masificar la
pornografía en internet y puedes acceder a ella sin costo y casi sin riesgos.
Todas las filias, hasta las más extrañas, las más macabras, están ahí. Si
buscas sexo con enanos she/male vestidos de personajes de Star Wars en la punta
de un rascacielos por la noche, seguro encontrarás algo. Como dice la “regla
49”: si existe, existe como pornografía en la red.
¿Y cuándo la violencia se une de manera
tan brutal a las imágenes que buscan excitar?
No es que haya más violencia en la
pornografía, sino que aquellas expresiones de violencia comienzan a estar a
flor de piel. Antes tenías que pasar por muchos filtros para acceder a ellas:
implicaba pertenecer a ciertos grupos, estar involucrado en determinados
rituales, pues estaban muy alejadas del consumidor medio de pornografía y
muchísimo muy lejos de aquellos que no la consumen.
“Ahora parece que se acaba de convertir
en el infierno, pero es porque es más sencillo asomarse a esa pornografía que
es muy oscura. En la historia de la humanidad lo porno comienza con lo más
explícito, con el Marqués de Sade, que no sólo hablaba de la exhibición total
de los cuerpos, de todas las penetraciones posibles, sino también del
desmembramiento, de las prácticas más crueles y brutales como las que hay en
Los 120 días de Sodoma, que es su obra maestra.”
Y más adelante tenemos a George
Bataille, que sacó esas prácticas de los castillos y los sótanos para llevarlas
a plazas públicas.
Eso ha estado con nosotros desde
siempre. Lo que pasa es que ahora tenemos juguetes más costosos para hacerlo
visible, para ponerlo en escena. Eso quería yo decir al hablar de la violencia
en la pornografía.
Es común emplear la palabra
“transgresión” para hablar de aquello que alimenta el deseo. Tú mencionas que,
ya convertida en algo habitual la parte sexual de la pornografía, se pasa a
imágenes más sangrientas y extremas porque la gente siempre va a buscar romper
tabúes, ir más allá. Eso quiere decir que los educadores sexuales estamos un
paso atrás de algunos pornógrafos: queremos romper tabúes mientras que los que
hacen este tipo de material se alimentan de nuevas prohibiciones que les hagan
vender su material a aquellos que siempre buscan transgredir.
Tienes toda la razón. La función de la
pornografía no es que todo sea aceptable. Supongamos que la sociedad establece
un límite entre lo tolerable y lo que no. Lo que transgrede las normas aceptadas
por la autoridad, la sociedad, es pornográfico. Y entonces, mientras más
estricto se sea con lo que se debe y no se debe ver, será más fácil para
quienes lo hacen, generar material violento.
Siempre me ha costado trabajo entender
cómo comenzaron a excitarse viendo imágenes de violencia y dolor extremo, sin
consenso, aquellos que las consumen.
La noción de que la muerte y la
atrocidad se puedan calificar como sexuales siempre está presente como una
posibilidad. Yo no digo que la nueva excitación consiste en ver decapitados,
pero no tengo duda de que en los nuevos espacios pornográficos se busca crear
estímulos relacionados con lo escatológico, lo extremo: decapitados,
ejecuciones, atropellados, mutilados.
Estos estímulos siempre han estado
flotando en los medios, pero ahora se tiene un acervo inmenso, inagotable de
imágenes y la posibilidad de una web interminable. Quizá no es que te excites
con eso, pero tu nivel de adrenalina va a aumentar y si lo que ves después es
un video pornográfico, llegarás más receptivo al estímulo. Es una cadena de
fenómenos que se van enlazando y en el imaginario se va creando un nuevo
imperio de lo erótico y lo estimulante.
¿Dónde queda hoy en día la pornografía
convencional, donde lo más fuerte es un trío, por ejemplo?
Sigue teniendo muchos seguidores, gente
que lo encuentra excitante. Es un gran mercado. Playboy sigue teniendo un gran
público. Para mucha gente ver un catálogo de ropa interior de Sears aún es muy
excitante.
Nuestro imaginario erótico se va
llenando de aquellas imágenes que vimos en la infancia y nos excitaron. Nos
pasamos la vida buscando ecos de este imaginario que hemos moldeado.
La pornocultura no solo está en la
película tres equis que compras o vez en la red, sino en la publicidad, los
noticieros, los videos musicales, las películas y telenovelas, en El blog del
narco…
“Pornografía” es un término que se creó
para estigmatizar algo. Para decir: “Esto está prohibido”. Pero ahora eso ya se
volvió parte de una cultura pop, de un chic provocador. Hay comida porno, hay
bienes raíces porno, carros porno. Ya penetró en nuestro lenguaje. Ver niñas
vestidas como teiboleras ya no es novedad.
Y las técnicas del close-up, tan propias
del porno, son formato diario en la televisión abierta. No sé hasta qué punto
impacte —regresando a lo que dijiste sobre el imaginario erótico que se crea
desde la infancia— en los niños o adolescentes ver descabezados, colgados y
masacres del narcotráfico.
¿Cómo codificas algo erótico? ¿Cómo fue
que alguien dijo que las patas de los pianos parecían piernas de mujer y eran
altamente estimulantes para los jóvenes, por lo que tenía que ponérseles
faldones? La fetichización de las cosas está al alcance de todos, basta que el
imaginario sea liberado.
Dices que si la sociedad es cada vez más
tolerante nuestro imaginario va a buscar cosas más extremas. Es decir, siempre
va a haber algo más allá de lo que podamos aceptar o comprender.
Exacto. Y en muchos términos. Nos
habíamos puesto de acuerdo hace algunas décadas para decir que la pornografía
era tolerable, poniendo en claro tres certezas: que no podía haber niños, que
no se impusieran actos atroces, humillantes, y no convirtiéramos a la muerte en
un espectáculo sexual. Pero de repente tenemos un medio, internet, y esas tres
certezas se echaron al viento. Todo se vale otra vez.
Tú vives en Estados Unidos, donde hay
cierta legalidad. En México está creciendo un colectivo de productores que
quieren llenar los huecos que hay en la legislación mexicana respecto al porno.
¿Servirá de algo tener esa base jurídica?
Sí, porque la pornografía también es un
mercado laboral y siempre abogaré por que tenga las mejores condiciones
posibles. Pero el producto final va a tener que competir en términos de
desigualdad con productos hechos en el caos y el baratismo total. Si bien la
pornografía femenina está padrísima, no puede ser lo único que haya. A mí,
aunque me prenden Cándida Royale y Erika Lust, al final digo con desánimo:
“Bue… están bien”.
Pero es que, Naief, tú has visto cosas
tremendísimas…
Sí, ya tengo estropeado el chip.
Lamentablemente no hay regreso, no puedo olvidar lo que ya vi.
¿Y no tienes pesadillas de vez en
cuando?
Ahora ya no; cuando estaba escribiendo
el libro me imaginaba que me mataban pero no me moría. Veía cómo me habían
clavado cuchillos o me disparaban. Era doblemente atroz.
@draverotika
www.facebook.com/veronicamazab
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