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Rodolfo Echeverría Ruiz. |
Articulista en El Universal, El Siglo de Torreón y los medios de Grupo Reforma Rodolfo Echeverría Ruiz empezó a colaborar con el blog por conducto de Fernando Ramírez López. En su texto del 20 de septiembre habla acerca del vergonzoso campeonato mundial de México en el consumo de refrescos embotellados rebosantes de azúcares ultrarrefinados y Coahuila tienen en ese rubro un indiscutible primer sitio, por lo que es campo fértil para padecimientos como la obesidad, la hipertensión y la diabetes.
Nuestro
país ostenta el vergonzoso campeonato mundial en lo concerniente al consumo de
refrescos embotellados rebosantes de azúcares ultrarrefinados, propiciadores de
obesidad e inductores de la mortal diabetes. Ambas epidemias asuelan a México
desde hace décadas.
El
8 de septiembre pasado, el Secretario de Hacienda explicó propósitos y razones esenciales
de la próxima reforma fiscal.

Como
se advierte, el problema alcanza magnitudes superlativas. La Organización
Mundial de la Salud nos cataloga como uno de los pueblos víctimas de los
mayores índices de obesidad y diabetes. A escala internacional México tiene una
de las más altas tasas de mortalidad por causa de esas dos enfermedades cuya
virulencia dispara otras muchas más. A mayor consumo de refrescos, es mayor el
incremento en los registros de obesidad y de diabetes.
Estamos
ante un verdadero desastre.

Por
su lado, la Encuesta de Salud y Nutrición (2006) señala: la frecuencia en el
consumo de refrescos de cola supera, y con largueza, a la ingestión de agua
natural y verduras, leche, frutas y carne. Y, para hacer completa la tragedia,
el Instituto Nacional de Salud Pública indica: el gasto en refrescos
embotellados aumentó ¡40%! en siete años (1991-1998). Las empresas productoras
intentan hacer creer a los indefensos consumidores que sus nocivos productos
contienen niveles tolerables o bajos de azúcar y que su ingestión no daña a la
salud humana. La mendaz publicidad de los refrescos embotellados se solaza en
recomendar su consumo a los deportistas, a los excursionistas, a los
bailarines, a los alpinistas y a todos aquellos cuyas aficiones, vocaciones o
trabajos se relacionan, de una u otra manera, con la naturaleza ¡y con la
salud! La desvergüenza empresarial es inaudita.

Sería
decepcionante que los poderes Ejecutivo y Legislativo se mostraran débiles o
claudicaran ante las groseras presiones y los altivos desafíos de las
multimillonarias empresas refresqueras y dieran marcha atrás o redujeran hasta
extremos risibles la instauración de ese impuesto justiciero cuyo monto a
recaudar se destinará a la salud de los mexicanos.
Las
empresas del ramo presionan, publican costosos y amenazadores desplegados periodísticos;
pagan falaces campañas en radio y cine, televisión e Internet. Inventan
patrañas increíbles; esparcen rumores catastrofistas: se atreven a decir que el
impuesto sería inflacionario y recesivo; que se perderían miles y miles de
empleos; que los trabajadores cañeros sufrirían un golpe demoledor; que la
industria azucarera se desmoronaría; que los pobres empobrecerían aún más; que
los estanquillos y las modestas misceláneas naufragarían; que... En fin,
despliegan y desplegarán toda su inmensa fuerza económica nacional e
internacional, todas sus aviesas capacidades para idear y esparcir mentiras
descomunales. El poder público no debe doblar las manos. Su responsabilidad es
ineludible. La nación vigila.
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