Neteando con Fernanda se denomina el espacio que en Grupo Milenio publica todos los domingos la comunicadora Fernanda de la Torre y que a mí en lo particular me resulta sumamente motivante. Hoy se refirió a eso que es verdad pero que parece un cliché: una imagen dice más que mil palabras.
Suena
a cliché, y probablemente lo es, pero es tan cierto que una imagen dice más que
mil palabras. Una imagen nos puede acercar a realidades lejanas. Quizá por eso
me gusta visitar cada año el World Press Photo en el Museo Franz Mayer. Es una
de esas exposiciones en las que cada pieza nos mueve y nos lleva a reflexionar.
No importa si la imagen fue tomada a miles o a unos cuantos kilómetros de donde
vivimos. Gracias a la belleza, calidad y oportunidad de las imágenes; el
sufrimiento y la alegría de los personajes que vemos retratados se sienten
cercanos y familiares. Para quienes no la han visto, espero que se organicen y
vayan porque hoy es el último día. Hay que ir preparado (pañuelos desechables
son muy necesarios) y con tiempo. Para los que no están en la ciudad, les dejo
este vínculo para bajar la App del WPP http://www.worldpressphoto.org/content/2013-exhibition-guide-mobile-app
Los
fotoperiodistas nos muestran lo mejor y lo peor del mundo. Tienen el temple y
las agallas para enseñarnos la naturaleza en su esplendor, los momentos mágicos
del deporte y, también, lo que sucede en esas zonas de conflicto.
Tuve
el gusto de hablar vía Skype con el fotógrafo mexicano Javier Manzano que
reside en Estambul, ganador de uno de los premios del World Press Photo y del
Premio Pulitzer 2012 por su trabajo en Siria. Especializado en cubrir
conflictos, Manzano, ha relatado con gran maestría, a través de su trabajo, lo
que sucede en Ciudad Juárez, Estados Unidos, Afganistán y más recientemente
Siria. (Para conocer su trabajo pueden visitar su página:
www.javiermanzano.com). Él me comentó: “En Siria lo más difícil es ver a los
civiles heridos, sobre todo a los niños y las mujeres. En cualquier conflicto,
los que más sufren son los civiles, son los que se quedan atrapados entre los
frentes. Son los que por ninguna decisión que esté en su poder, les caen los
morteros, los bombardeos, o en este caso las bombas químicas, que es lo que pasó
a las afueras de Damasco”.
A
pesar de lo difícil de su ocupación, es algo que a Javier le gustaría seguir
haciendo por varios años, ya que considera que hay mucho que decir. “Creo que
genera discurso, ojalá que entre la política y la sociedad, ya que en realidad,
en un mundo ideal, empieza a presionar a la gente que toma las decisiones.
Desgraciadamente no siempre funciona. A veces, el discurso se queda dentro del
cuarto con cinco políticos y nada cambia”. Javier aclara que ese trabajo es en
realidad de varios colegas, un colectivo que es la voz y los ojos del mundo:
“No es nada más un individuo, somos varios”.
Javier
Manzano atribuye a la práctica la capacidad de tomar imágenes hermosas de una
realidad tan dolorosa. “Son años de observar y, después de un rato, se
convierte en un reflejo mecánico. Pero en realidad, lo más importante en la
fotografía y el video documental, que no se debe olvidar, es tener la imagen en
el cuadro con toda la información necesaria para contar una historia. Primero
se trabaja la evidencia y después la estética. Lo más importante es la
información, pues sin ella, una foto bonita se queda un poco corta”.
Javier
considera que para poder comunicar los sucesos con veracidad, es necesario
dejar las emociones a un lado. De lo contrario, no hay razón para estar en la
zona de conflicto. Reconoce que no es fácil, pero que el hacer tu trabajo de la
mejor manera posible, y poner el lente como una barrera, ayuda a separarte de
lo que estás viendo. Así mismo, para ser más eficiente, recomienda tomarse un
tiempo fuera del conflicto. “Tengo muchos colegas muy queridos que vivían en
Ciudad Juárez y en 2010 la guerra llegó a su ciudad pero no podían irse de
allí. No es sano, y uno no quiere vivir eso, pero no hay otra opción. Me siento
privilegiado porque puedo salir y darme un par de semanas de descanso para recargar
energías, porque si me gana la emoción, te repito, si te llenan las emociones,
no tienes nada que hacer ahí”.
Siempre
hay historias detrás de las imágenes. Sobre su premiada fotografía, Javier
comenta: “Esa fotografía fue tomada en un barrio en Alepo que era un frente
entre el régimen y la oposición, y era una bodega donde antes se vendían creo
que granos y harina y había una cortina de aluminio por la cual entraban los
rayos de luz, a través de hoyos hechos por artillería y balas. Y ese frente,
como muchos frentes en Alepo, no se mueven mucho porque es guerra urbana”.
Un
trabajo tan complicado tiene siempre una compensación. Para Javier son las
historias y, sobre todo, la gente. “Que alguien crea en tu trabajo y te regale
esa confianza para tener la responsabilidad de contar su historia, es
invaluable”.
fernanda@milenio.com
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