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Roberta Garza. |
En su columna de la sección Acentos que todos los martes aparece en Milenio Diario Laguna nos dice la periodista Roberta Garza, originaria de Nuevo León que “Por último —en todos sentidos—, está una niñez condenada al analfabetismo, a la lumpenización y a la desesperanza. Este México que tenemos hoy, donde el ciudadano vive desamparado ante la cultura de la ilegalidad y donde se castiga el esfuerzo y el éxito, es producto en caída libre de una revolución que a muy pocos les ha hecho justicia y que, a pesar de la retórica asistencial-nacionalista de la dictadura, particularmente desde Luis Echeverría, y luego del triunfalismo teto y despistado de la mal llamada alternancia, se ha cebado en los más débiles”.
Para
el gobierno el parto de la reforma educativa, hecha para acotar el poder de los
líderes del sindicato magisterial —quienes verán comprometida su capacidad de
vender o heredar plazas y otras jugosas prebendas, mecanismos que les
aseguraban súbditos tan leales como móviles para obtener por la buena o por la
mala mayores privilegios—, no parece estar funcionando. No es que haya sido su
intención primaria pero en cuanto al mejoramiento de la calidad educativa en
las aulas el numerito dispone poco, y probablemente va a servir de menos, y
solo si el gobierno federal, que hoy en el papel detenta la sartén por el
mango, efectivamente le asigna más valor al desempeño pedagógico del docente
que a su filiación, docilidad o desempeño político. Los precedentes nacionales
no son muy alentadores, como tampoco lo es la poca disposición del sindicato a
ceñirse en los hechos a lo dispuesto en las reformas: la movilización llamada
para el miércoles y la negativa siquiera a que les hagan un censo así lo
indican. La pregunta aquí es si, de no tener otra salida, el gobierno estará
dispuesto a despedir y reemplazar, como puede hacerlo bajo las nuevas leyes, a
los docentes que ya cumplieron algo más de tres días sin presentarse a trabajar.
Hay de dos sopas: meses o años de protestas cada vez más radicales o una ley
que, como la mayoría de sus similares en México, en algunos estados del país
que no son Monterrey estará vigente pero sin cumplirse. Suerte para la próxima
reforma.

Por
último —en todos sentidos—, está una niñez condenada al analfabetismo, a la
lumpenización y a la desesperanza. Este México que tenemos hoy, donde el
ciudadano vive desamparado ante la cultura de la ilegalidad y donde se castiga
el esfuerzo y el éxito, es producto en caída libre de una revolución que a muy
pocos les ha hecho justicia y que, a pesar de la retórica asistencial-nacionalista
de la dictadura, particularmente desde Luis Echeverría, y luego del
triunfalismo teto y despistado de la mal llamada alternancia, se ha cebado en
los más débiles. Hoy los estados que más necesitarían de habitantes
intelectualmente solventes, capaces de desenmascarar y erradicar a quienes
lucran con su pobreza histórica, son los que menos herramientas tienen para
hacerlo, ensanchando la brecha de la desigualdad y orillando a sus futuros
jóvenes a venderle llaveritos al turista o a convertirse en zombis que pasan
lista y marchan al son de consignas vetustas e inútiles. Suerte para la próxima
reencarnación.
Twitter:
@robertayque
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