Roberta Garza |
Palomá Noyola Martínez. |
Entra
a escena el maestro Sergio Juárez Correa. Un elemento más del sistema de
educación pública, apenas con un título de normalista, tan pobre como sus
alumnos e igual de aburrido en las aulas que ellos. Por sus tanates comenzó a
investigar y encontró el trabajo de Sugata Mitra, experto en tecnología
educativa que reconoce al alumno como ente activo, independiente, formador de
su propio conocimiento y semilla de habilidades críticas y de resolución de
problemas imposibles de lograr bajo pedagogías tradicionales. Y, con todo y una
pobreza que para otros sería excusa para el eterno subdesarrollo, en esa
escuela de Matamoros otro mundo se hizo posible. Wired lo señala como el
descubrimiento de la rueda, pero la realidad es que la enseñanza activa con
distintos grados de independencia funciona desde hace décadas en escuelas tan
diversas como las Montessori o los programas del Bachillerato Internacional; lo
nuevo aquí es el acceso casi irrestricto a la información global, cortesía de
internet.
El
asuntito es que en Matamoros, como en buena parte de México, los apagones son
la norma, las computadoras son, para niños como Paloma, aún un artículo de lujo
e internet es errático, caro y lento: luego de que su desempeño la ubicara en
2012 a la cabeza nacional de la prueba Enlace, el entonces alcalde le regaló
una laptop con un módem móvil… que solo funcionó un día. Esto y el hecho de que
la mayoría de nuestros maestros difícilmente aceptarán o siquiera entenderán un
salón de clase donde la fuente del conocimiento y de la autoridad —hasta ahora,
exclusivamente ellos— es volteada de cabeza, donde la comodidad de un
currículum ñoño y temático desaparece para dar paso a campos epistémicos
—ciencias duras, humanidades, lenguas, arte, etcétera— y donde la clave del
éxito es el respeto a la inteligencia propia de cada alumno. Ante nuestro
aparentemente irreparable sistema de educación pública —que incluye en su obsolescencia
al sindicato y a la SEP, pero también a los rígidos y acríticos usos y
costumbres familiares y nacionales como un todo—, hay una opción arriesgada
pero viable: la de dotar a nuestros niños de una computadora personal básica y
gratuita, con conexión libre a internet, y dejarlos que rebasen al sistema
ellos solitos: el programa One Laptop Per Child (OLPC) lo ha hecho realidad ya
para sitios tan cercanos a nosotros como Uruguay, donde prácticamente todo
alumno de primaria ha recibido o está por recibir su ventanita al mundo.
Y,
¿en México? Aquí se pidieron 240 mil computadoras para los casi 19 millones de
niños en educación básica, pero la compra inicial fue cancelada por
irregularidades en su licitación y, aunque acaba de ser adjudicada de nuevo, no
fue para la sin fines de lucro OLPC, sino para tres empresas mexicanas que a su
vez harán negocio comprándole las laptops a una maquila China.
A
ver si eso también sale en Wired.
Twitter: @robertayque
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