Uno
de los más lúcidos comentaristas del acontecer de México es René Delgado Ballesteros quien realiza ejercicio periodístico desde su espacio en el Diario Reforma, en lo personal estoy de acuerdo con
sus criterios los que semanalmente aparecen en la columna Sobreaviso que publican varios cotidianos del país,
entre otros El Siglo de Torreón. Dónde si no coincido con él es en torno al affaire entre Carmen
Aristegui y MVS Noticias cuyo fondo muchos han atribuido a un intento del régimen priísta
de censurar y acallar al periodismo crítico. Delgado asegura que no se trata del primer caso y que en menos de un
año son ya cuatro, iniciados con lo ocurrido a Pedro Ferriz de Con, a Ciro Gómez Leyva y al programa de televisión Tercer Grado. La principal razón por la que no veo
mucha verdad en esto se debe a que los mencionados son periodistas sumamente
mediáticos, que no se encuentran limitados a una sola tribuna y que pueden
hacer escuchar su voz desde distintos medios, solamente en el caso de Carmen
Aristegui además de Noticias MVS dispone de su propia empresa Aristegui
Noticias,
publica diariamente en CNN en español además de su web page en donde tiene más de tres millones de
seguidores sin mencionar a todos los que con ella se solidarizan en redes
sociales como twitter y facebook. Podría darse el caso de que efectivamente el gobierno de Enrique Peña
Nieto haya presionado a MVS para librarse de un espacio
informativo incómodo, pero si lo hizo el tiro le salió por la culata y en el
recuento de los daños es el que más pierde. la periodista pierde una tribuna y los ingresos que le representaba la empresa radiofónica, pero no se le calla pues es muy mediática y tiene otras tribunas, MVS quizá haya
perdido a su colaboradora que le aseguraba más rating, pero esto será
temporal; en cambio el régimen enfrenta el mayor de los desprestigios que nunca
ha padecido, así como el hartazgo y desconfianza que el propio Peña Nieto reconoce, además de que le queda
claro que la época del férreo control de los medios se fue para no volver y que
en la actualidad ante los avances de la modernidad los gobernantes y los
poderosos ya no pueden mantener nada oculto pues es importante la operatividad de la
supercarretera de la información en la Internet.
Abordar la salida del aire de Carmen
Aristegui no es sencillo. No es el primer caso que se registra en el sexenio,
es el cuarto -Ciro Gómez Leyva, Pedro Ferriz y el programa Tercer Grado-. En
los anteriores, se tendió el velo de un acuerdo civilizado entre las partes o
de una legítima decisión de los programadores, ahora se tiende el manto de
"un asunto entre particulares". En todos ellos, el gobierno se lava
sin jabón las manos.
Más allá de filias y fobias con los
conductores y los concesionarios así como de los errores en que unos y otros
incurrieron, el resultado de esas operaciones lastima dos derechos
fundamentales: el de libertad de expresión y el de acceso a la información.
Lastimadura que aleja todavía más el anhelo democrático, perfila un cuadro
ominoso para la prensa y enrarece aún más la atmósfera política.
El saldo peor no puede ser. La compleja
y difícil situación por la que atraviesa el jefe del Ejecutivo agrava su
circunstancia y se comienza a generar una terrible percepción: la segunda
alternancia en el poder presidencial puede terminar peor que la primera.
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La historia es más larga. La llegada del
panismo a la residencia presidencial de Los Pinos generó en más de un
concesionario de radio o televisión ajustes en los programas de información y
opinión que incluían sus respectivas barras. Ajustes que, de algún modo y con
base en sus correspondientes intereses, replanteaban la relación de esos
concesionarios con el nuevo poder presidencial o, bien, respondían a la relación
que ese poder perfilaba y entabló con los grandes concesionarios de medios.
Algunos concesionarios endurecieron la
postura frente al poder albiazul, otros la ablandaron y algunos más la
mantuvieron por distintas razones y motivos. Hubo, pues, un reacomodo de las
fichas en el tablero de los medios electrónicos que, en la percepción de
radioescuchas y televidentes, enriquecía la pluralidad en el dial radiofónico o
en la pantalla del televisor.
Esa fue la primera impresión.
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La recuperación del poder presidencial
por parte del priismo acarreó un nuevo movimiento en las fichas de los medios
electrónicos de comunicación y, ahí, los concesionarios se encontraron con los
dedos en la puerta.
Requerían ajustar otra vez su relación
con el poder, pero con una doble condición: evitar que la maniobra se
interpretara como un atentado a la libertad de expresión conseguida y mucho
menos que se cargara a la cuenta del poder presidencial con el cual pretendían
y pretenden congraciarse. Se adoptaron fundamentalmente tres vías: magnificar,
perversa o artificialmente, los errores o deslices de los
conductores-directores de los noticiarios radiofónicos; forzar acuerdos
civilizados con ellos o, sencillamente, atribuir al agotamiento de un ciclo la
salida del aire del programa en cuestión, en este caso Tercer Grado.
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De un modo o de otro, los conductores o
participantes de los programas -líderes de opinión- salieron del foro donde se
expresaban. Dos hechos, sin embargo, echaron abajo el disfraz de la supuesta
tersura o legítima operación.
Por un lado, la obcecada práctica
-típica del conjunto de la clase política, no sólo del priismo- de atribuir los
problemas a quien los reporta y, en esa lógica, resolverlos cortándole la
cabeza o la lengua al mensajero. No los resuelven, desde luego, pero creen que
si no se sabe de los problemas, éstos no existen.
En esa práctica ha incurrido -y asombra
con ello- el actual gobierno: no resuelve los problemas, los confina al olvido
y, en eso, mucho ayuda salir de los heraldos negros. A ese paso, se concluirá
que con sólo pintar de otro color la fachada de las casas de Las Lomas o la de
Malinalco, nadie más volverá a fijarse en ellas.
Por otro lado y en su respectivo nicho,
los conductores de los programas que han salido del aire legitimaron su
liderazgo y generaron simpatía en su audiencia y, ahí sí, ni modo de pedirle a
los escuchas y televidentes someterse a un tratamiento de pérdida de la memoria
o, bien, renunciar voluntariamente a ser informados por quienes les generan
credibilidad. Credibilidad de la cual carece el gobierno.
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Puede uno coincidir o no ideológica y
políticamente con los conductores que han dejado el foro donde se desempeñaban,
pero no eludir una realidad: en cada caso la libertad de expresión y el acceso
a la información han sido lastimados.
Según las filias y las fobias, puede
festejarse o lamentarse la salida de Carmen, Ciro, Pedro o de Tercer Grado,
pero la consecuencia es la misma: en vez de avanzar, se retrocede en el
ejercicio de libertades y derechos.
En ese punto y por más que lo pretenda,
el gobierno no puede lavarse las manos. Una autoridad interesada en garantizar
libertades y derechos no puede salir con el cuento de que se trata de acuerdos
o desacuerdos entre particulares. Si ese gobierno tiene auténtica vocación
democrática, pondría a disposición de las partes sus buenos oficios para, sin
violentar los derechos individuales, garantizar los derechos constitucionales.
Asimismo, en la compleja situación en la
que se encuentra y a fin de distender la atmósfera social y política, esa
autoridad tomaría decisiones frente a problemas en los que tiene pleno control
de las variables y, en el caso particular, devolvería a su dueño las casas que
lo colocan en un conflicto de interés.
Ese gobierno hablaría firme y de frente,
en vez de sonreír ante el acallamiento de quienes cuestionan su actuación.
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Lo ocurrido con Carmen, pero también con
Ciro, Pedro y Tercer Grado son signos de una tentación autoritaria disfrazada
que, lejos de resolver los problemas de fondo, los agrava.
Si el nuevo "asunto entre
particulares" que esta semana lastimó a un sector de radioescuchas marca
la nueva política de comunicación a desplegarse después de la salida, otra
salida, del excoordinador de Comunicación Social de la Presidencia de la
República, David López, y anticipa la tarea ordenada, ampliada y confiada al
portavoz Eduardo Sánchez, más y nuevos problemas se agregan.
Apena pensar que se están sembrando
vientos... silencio no habrá al cosechar tempestades. Acallar a la crítica no
resuelve, agrava los problemas. ¿Quién sigue?
sobreaviso12@gmail.com