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27 de junio de 2015

El Siglo ya no es El Siglo "de antes"

Higinio Esparza Ramírez forma parte de una generación de comunicadores que ejercían el periodismo con pasión y vocación cuando el aprendizaje de la profesión se realizaba en las trincheras de la actividad cotidiana y no obstante desempeñarse en medios que competían entre sí, los veteranos se convertían en maestros de los bisoños por lo que tanto El Siglo como La Opinión ofrecían a sus lectores un producto de calidad. En la actualidad ni La Opinión ni El Siglo son lo mismo. El trabajo de Higinio lo publica en su edición de junio la revista Progreso de Francisco Hernández González.

“A todos los que ejercimos y ejercen ésta misión”

Alejandro Saborit Irigoyen, Eduardo Elizalde Escobedo y Arturo Cadivich Michelena, fueron tres competentes reporteros del diario matutino “La Opinión”. El tercero el más académico de aquellos, de hecho empíricos, pues en aquel entonces no existía en la comarca lagunera la licenciatura en periodismo o bien, no había dinero para aspirar a la profesionalización en la capital de la República. Como los boxeadores, la mayoría de los futuros informadores era de cuna modesta. Conviví con ellos un buen rato, en aquella época en que comencé a desenvolverme como improvisado reportero de guardia en El Siglo de Torreón. 
Sólo sabía mecanografía y algo de ortografía, pero nada, absolutamente nada, de las faenas reporteriles y menos de redacción. Sólo llegué hasta el segundo año de la carrera de comercio, no conocía ni la sintaxis ni la prosodia y hasta la fecha sigo igual de ignorante en ese renglón...
Una noche un automovilista atropelló a un motociclista en el sector oriente de la ciudad y salí “volando” a cubrir el accidente. Alejandro y Eduardo se me adelantaron. Ambos cubrían exitosas jornadas diurnas, escribían excelentes reportajes y crónicas, pero como eran muy inquietos y entregados a la profesión, cuando faltaba el guardia nocturno ellos se habilitaban como tales y en ocasiones Arturo se les unía.
La modernidad trajo el progreso económico a El Siglo
pero en el proceso perdió la identidad que nos hacia
verlo como algo propio.
Los encontré de rodillas, empinados, con la cabeza prácticamente debajo de la carrocería del automóvil causante del percance. “Pobre hombre”, “está destrozado, se le desprendió la cabeza”, exclamaron compungidos al darse cuenta de que yo me acercaba.
Me quedé azorado, de pie; ellos se levantaron, se sacudieron la tierra de los pantalones y en el momento en que me agaché para comprobar por mí mismo lo que habían relatado en voz alta y con fingido pesar, estallaron en carcajadas. No había nada, ni abajo ni alrededor.
Avergonzado por la burla –fue la novatada que tuve que pagar- me levanté y los miré con rencor.
Tres o cuatro noches después Elizalde me llamó por teléfono: -Higinio, hay una bronca fenomenal en la zona de tolerancia; hay mujeres gravemente heridas y otras detenidas por la policía. Se pelearon por los tortillones que vende “La Güera” allá nos vemos, y colgó.
A mis 17 años, sin pizca de malicia, le creí. En menos de diez minutos llegué al lugar indicado y me detuve ante el estanquillo de “La Güera”. Había paz y tranquilidad, sin evidencias de ninguna batalla campal. Se me acercó un individuo con ojos vidriosos: -¿Usted es reportero? Ya se las llevaron, a unas la Cruz Roja y a otras la “Julia”. – ¿Me da sus nombres? Le pedí. –Carolina Herrera, Rosita Alvírez, Lola La Trailera, Mercedes Benz “La Meche” y soltó una risotada… en ese momento comprendí. Solté los brazos, pluma y libreta y me alejé cabizbajo, confundido y derrotado.
El resentimiento duró poco, pues con el paso del tiempo se convirtieron en guías y maestros; me cobijaron con su amistad y comencé a aprender la carrera leyéndolos y conviviendo con ellos, principalmente en las cantinas donde Arturo se mostraba como un orador de grueso calibre y un profundo conocedor del trabajo periodístico. Lamentablemente, Alejandro murió a los 33 años afectado por un implacable cáncer pulmonar (Nos legó un librito intitulado “Vértice” donde reunió sus reportajes más sobresalientes, incluyendo una crónica sobre una intervención quirúrgica de alto riesgo… “El reloj marcaba las 7: 30 de la mañana”, comenzaba más o menos el relato) Arturo le siguió poco después a consecuencia de un tumor cerebral y Eduardo, el más simpático, bromista y bohemio del grupo, también se fue más tarde. Recuerdo que una noche, en el bar “La Fama”, presumió, colocándola en la barra a un lado de un espumoso tarro de cerveza, una medalla dorada que le dieron como premio por una destacada cobertura periodística.
Alfredo Rivera
Martínez
Por el lado de El Siglo de Torreón, igualmente tuve la fortuna de crecer laboralmente con José de la Parra, Rodolfo F. Guzmán y Guillermo Galván Rivas, el primero un especialista en las crónicas policiacas y sobre accidentes célebres, tradiciones regionales, hechos sobrenaturales y fantasmas; el segundo, un redactor dedicado en sus inicios a la difusión del deporte en todas sus ramas y posteriormente reportero a cargo de las fuentes informativas de Gómez Palacio y Lerdo y de todos aquellos sucesos que deberían conocer los lectores; el tercero recorría afanosamente a pie, maletín bajo el brazo las oficinas públicas y los comercios más pujantes de la época, acaparando toda la publicidad a cambio de jugosas comisiones. Siempre vistió de traje, uno sólo, de tono gris desteñido, de cuyos bolsillos extraía natillas de cajeta para paliar el hambre que le acosaba durante los intensos recorridos. Semi calvo, moreno, de cara redonda, se mostraba imperturbable, y escribía con los dos índices extensas cuartillas en seguidilla, sin separar los párrafos.
Cada mes de diciembre les regalaba a todos los trabajadores de El Siglo, anforitas con aguardiente, práctica que años después yo también le daría vigencia pero con botellas de tres cuartos de “Presidente” que ponía en manos de formadores, linotipistas, prensistas, mensajeros e intendentes y alguno que otro administrativo. A mi compadre Roberto, jefe del taller de formación, lo alegraba con botellas de sotol que me traían ex profeso de Cuencamé.
De don José de la Parra fumaba cigarros “Delicados” uno detrás de otro, usando como cenicero un candado Yale que perdió la forma pues lo cubría una gruesa capa de residuos de tabaco quemado.
Don Rodolfo también aspiraba pitillos de la misma marca –gruesos, ovalados, sin boquilla “para hombres muy hombres”-, por lo que el ambiente en que me desenvolví primero como mensajero y después como encargado de recibir y pasar a máquina las corresponsalías y cubrir la guardia, estaba impregnado de humo de cigarros, al grado de formarse nubecillas sobre la cabeza de los adictos que se extendían y enrarecían el ambiente. También escribían con dos dedos, pues no sabían mecanografía.
Alfredo Rivera Martínez, el más joven en la redacción, igualmente fumaba con la misma ansiedad mientras tecleaba a dos manos sin descanso. Fue del mismo modo empírico como el resto de sus compañeros y se valía de un diccionario de sinónimos y antónimos para escribir la palabra correcta, sin repeticiones ni confusiones. Tuvo a su cargo las fuentes policiacas donde llegó a ejercer una influencia desmedida al grado de que nadie le hacía sombra. En una ocasión le pidió a nuestro director general un aumento de sueldo, y el jefe, tan hábil mentalmente como él, le preguntó: ¿Qué fuente cubres? –La policiaca. Con eso tienes Riverita, te basta y sobra. Alfredo, por cierto, fue el primer reportero en extorsionar a su propio director a quien convencía con su labia singular.
Recién entrado yo al periódico, don Antonio le ordenó a Rivera Martínez, apodado “La Ternera”, que me enseñara los principios básicos del oficio a raíz de la muerte de don Rodolfo Guzmán, a quien tuve que cubrir por fuerza. Riverita nunca me enseñó nada directamente y me puso en las perniciosas manos de Alfonso (Ramírez) Leyva, reportero de “La Opinión” de quien tuve que soportar varios años de sometimiento, interferencias en mi vida privada y privación de información importante. Hasta ahora no me explico por qué razón don Antonio toleró esa situación anómala y permitió que la cobertura de El Siglo siguiera siendo inferior e incompetente de aquel lado del río Nazas. Tal vez porque siempre le tuvo aversión a las cosas ocurridas en el lado duranguense y no le interesaba cubrirlas con eficiencia, oportunidad y calidad.
"El tiempo pasa... y se llevó a La Opinión".
Ninguno de los redactores y reporteros mencionados recurrió en sus escritos a palabras altisonantes, vulgares y de mal gusto, como ahora lo hacen el intocable y prepotente López Doriga, el fanfarrón Carlos Marín, el soberbio Gómez Leyva y no pocos redactores laguneros recién egresados de las universidades como licenciados en ciencias de la comunicación, muy proclives además al gastado lugar común de escribir reportajes sobre prostitución tanto en revistas como suplementos y en los propios diarios, reproduciendo palabras procaces de los entrevistados como si fueran sus voceros.
Aquel fue El Siglo de Torreón en los inicios de una carrera que desempeñé durante casi cincuenta años, plagaba de sinsabores, esfuerzos, fallas, decepciones y regaños; después vendrían etapas más llevaderas al comenzar a entender la actividad, en ocasiones empañada duramente por omisiones deliberadas provocadas por un falso e indebido sentido de la amistad con funcionarios públicos, de quienes no pocos jefes de redacción extraviados se hicieron compadres.
Ahora, lamentablemente El Siglo ya no es El Siglo de antes, como comentara acertadamente un ex siglero cuyos padres cubrieron tareas importantísimas en el Diario Defensor de la Comunidad, al cual, en lo particular, le debo tanto, lo mismo en aprendizaje y formación profesional que en bienestar económico.
Mi retiro definitivo fue alegre al principio, triste después y decepcionante más tarde porque el nuevo Siglo me cerró sus puertas durante los siguientes trece años. Ante mí reiterada insistencia, porque no podía asimilar ese aparente rechazo el año pasado, Enrique Irazoqui las abrió de nuevo, esporádicamente, pero ya no son las mismas emociones de aquel rico pasado.
Por fortuna, en ese largo lapso de anonimato, me reencontré con los viejos amigos que me acompañaron en la lid periodística, todos trabajadores de los diarios competidores y del mío, quienes se formaron muy jóvenes a mi lado –yo ya estaba madurito- y también aprendí mucho de ellos, sobre todo por su entrega y entusiasmo: Javier Adame, Aurelio Alvarado Favila –actualmente magistrado y doctor en ciencias jurídicas- Víctor Campos, Sergio Uribe, César Acosta, Onésimo Zúñiga, Pedro Belmonte Rivas (QPD), Cuauhtémoc Torres, Hugo Ramírez Iracheta, Gerardo García Cruz (ya fallecido), Isaías Solís Maldonado, Claudio Martínez Silva y Jesús Máximo Moreno Mejía, por cuya culpa sigo terco en pergeñar (“oilo”) estos escritos.
Mención especial merecen Javier Adame (Noticias de El Sol de la Laguna), Francisco Hernández González (PROGRESO Comarca Lagunera), René de la Torre e Irma Bolívar Ayala (Extra de la Laguna) por la generosa acogida que me han dado en sus respectivas publicaciones. Espero no decepcionarlos…

24 de junio de 2015

Elecciones de Alka-Seltzer

Denise Dresser
En tanto que los miembros de la comentocracia se felicitan por la ejemplaridad del proceso electoral que vivimos el pasado 7 de junio, la percepción de quienes no se encuentran domesticados por el gobierno y los partidos es muy distinta, sobre todo aquellos que realizan ejercicio de la crítica nos dice Denise Dresser en su espacio editorial, que entre otros medios se publica en El Siglo de Torreón.

Somos Suiza. Suecia. Dinamarca. Un país donde el "voto sirve", los castigos a partidos que gobiernan mal existen y son eficaces, el proceso electoral es como un "viento fresco de la noche", los candidatos independientes son un "eficaz desahogo de los hartazgos", el voto nulo es irrelevante, los niveles de participación fueron altos, la alternancia "le encanta a los mexicanos" y la elección debe ser aplaudida porque "tuvimos candidatos transparentes". ¡Bravo! ¡Hurrah! ¡Albricias! A descorchar las botellas de champaña y a darnos palmadas en la espalda por el "proceso civilizatorio" que vivimos. A aplaudir el "éxito" sin preguntarnos a quién beneficia. A quién hace sentir bien. ¿A los ciudadanos o a los partidos?
Leo estas opiniones autocongratulatorias y me parece que provienen de un país paralelo. Un país donde las elecciones llevan a una mejor manera de gobernar por parte del partido que gana. Un país imaginario que contradice la realidad cotidiana de millones de mexicanos que salen a votar -en un acto de fe- esperando que el voto ayude a encarar los problemas del país. Un país irreal que sólo existe en la cabeza de los progenitores de nuestro sistema electoral, que sienten el imperativo de defender al hijo que procrearon aunque ahora sea manco, cojo, ciego y asesino en serie. Y al hacerlo defienden lo indefendible. Lo que no funciona, o sólo lo hace para partidos que siguen siendo poco representativos, que siguen eludiendo la rendición de cuentas, que siguen exigiendo el voto pero regresan poco a cambio de él.
Ni lo mínimo. De más de 16,000 candidatos sólo 397 se dignaron a presentar su declaración patrimonial, su declaración de impuestos, y su declaración de conflicto de interés. Menos de una tercera parte de los candidatos a diputados entregaron su currículum al INE. La famosa equidad electoral por la que peleamos con sangre sudor y lágrimas fue reducida a una farsa por las ilegalidades del Partido Verde, impulsadas por las televisoras y solapadas por las autoridades electorales. Sólo hubo 127 candidatos independientes, y entre los pocos que ofrecieron una agenda genuinamente ciudadana está Pedro Kumamoto, diputado local. El Bronco es una interrogante dado su pasado priista y el financiamiento que recibió del establishment de Nuevo León.
¿Y qué decir de la alternancia y el voto de castigo? La alternancia en lugares como Sonora propulsa al poder a una mujer que viajaba en aviones privados de empresarios a los cuales benefició, y a quienes les pedía -en conversaciones grabadas- que "se pusieran guapos". En Guerrero la alternancia trae consigo un gobierno del PRI de la mano del PVEM. El Verde gana más curules que en toda su historia, gracias a la compra del voto y la publicidad electoral en Chiapas que el INE se dedicó a ignorar. He allí la otra cara de la elección "ejemplar", construida con kits escolares.
Pero nos dicen con desdén que "los anulistas tendrán dificultades para encontrar argumentos", cuando si algo quedó claro es que el voto nulo tiene una base dura del 5 por ciento, mayor al de 4 partidos. Y eso sin campañas, sin financiamiento, sin recursos, sin spots, sin una coalición, como se formó en 2009. Junto al abstencionismo, la votación por candidatos independientes y la votación por Morena de quienes vieron allí una "nueva" opción, el anulismo demuestra el descontento. La desazón. La falta de representación. La queja ante los que gastan nuestro dinero pero no rinden cuentas sobre cómo lo usan. La corrupción constante en una clase política donde no todos son iguales pero se asemejan mucho a la hora de gobernar. La ausencia de alternativas en estados donde ha habido años de alternancia sin cambio. Donde la población ha visto pasar por el poder a panistas, priistas, perredistas, o verde ecologistas sin modificaciones sustanciales en el ejercicio del puesto.
Y no escribo esta reflexión con el afán de ser aguafiestas sino con la esperanza de generar una reflexión colectiva sobre lo que aqueja al sistema político/electoral. Un sistema en el cual las elecciones no se llevan a cabo para llevar la voz del ciudadano a una curul o a una presidencia municipal o a la oficina del gobernador. Ocurren puntualmente cada tres o seis años -a un costo cada vez mayor- para permitir el reparto de prerrogativas, la asignación de contratos, la rotación de élites impunes. Creer que el problema de la corrupción gubernamental/partidista se va a resolver tan sólo votando por partidos pequeños o candidatos ciudadanos o Morena es pensar que una úlcera sangrante se cura con un Alka-Seltzer.

Ático Denise Dresser. Los comentarios positivos sobre los resultados de las recientes elecciones contradicen la realidad.

23 de junio de 2015

El fin de la oposición domesticada

Denise Maerker
Finalmente y después del proceso electoral del 7 de junio, los militantes de la oposición se decidieron a salir de su zona de confort y se asumen como tales luego de la modorra del Pacto por México y de las buenas intenciones para lograr un período de reformas, señala Denise Maerker en su columna Atando Cabos que entre otros medios se publica en El Siglo de Torreón.

"Algo rarísimo acaba de pasar. El dirigente de un partido de oposición habló de la Casa Blanca de EPN en televisión", tuiteó la noche del domingo Andrés Lajous, mientras veía presumiblemente a Martí Batres hablar en la mesa de dirigentes políticos que conducía Joaquín López Dóriga. Dos años y medio de Pacto por México habían domesticado a la oposición al punto de que efectivamente sorprendía escuchar nuevamente a un líder de partido manifestar una crítica franca y dura respecto del Presidente de la República.
Los largos meses de negociación, las miles de horas en que "Los Chuchos", los Maderistas y el equipo de Peña Nieto dedicaron a construir un marco de confianza recíproca y de entendimiento político no sólo produjo el Pacto por México, sino también una compleja madeja de relaciones personales, respetos y afectos que desarmaron la capacidad de estos perredistas y de estos panistas de oponerse al gobierno actual. La intención -genuina, pienso yo- de Jesús Ortega, de Jesús Zambrano, de Carlos Navarrete, de Gustavo Madero, de Santiago Creel y de Juan Molinar Horcasitas era hacer juntos en política lo que no se había podido hacer hasta entonces: sacar una Reforma Fiscal que le diera más recursos al gobierno sin tocar a los más pobres, abrir el sector energético para atraer grandes cantidades de capital, enfrentarse con éxito a poderes fácticos que habían arrodillado a gobiernos anteriores. Los emocionaba -fui testigo de ello en las entrevistas que les hice- ser protagonistas de un gran cambio, sentir que incidían en el rumbo del país, gobernar aunque fuera vicariamente.
Desde sus propias trincheras les advirtieron que su acercamiento con el gobierno les podía salir muy caro. Los calderonistas tildaron a los maderistas de ilusos y los bejaranistas a "Los Chuchos" de traidores. El riesgo, les decían, era que si las reformas tenían éxito el crédito se lo iba a llevar todo el Presidente y su partido. Ellos decían confiar en que el electorado se diera cuenta de sus aportaciones y que premiara la responsabilidad, el que pusieran al país por encima del encono infértil.
La tragedia de Iguala y los escándalos de corrupción de fines del año pasado parecían un contexto propicio para que los partidos de oposición recuperaran su vocación crítica y se pusieran al frente del descontento y la reprobación que parte de la población manifestaba. No fue así. No pudieron porque no eran ajenos a lo que estaba ocurriendo: el PRD gobernaba en Iguala y en Guerrero donde se confundieron gobierno y crimen organizado, y el PAN arrastraba sus propias historias de corrupción entre "moches", presas ilegales y turbios negocios inmobiliarios. Pero tampoco quisieron, se habían acostumbrado a poner por delante los intereses que tenían en común con el gobierno y no a diferenciarse. Sus declaraciones eran cuidadosas, sus condenas tibias. Cuando le pidieron una reacción a Silvano Aureoles, líder de los diputados perredistas, sobre las revelaciones que estaba haciendo la prensa extranjera de otro conflicto de interés entre altos funcionarios del gobierno y contratistas: no condenó el hecho, no lo reprobó, visiblemente molesto pidió que primero se indagara quién estaba detrás de estas filtraciones y qué intenciones se ocultaban detrás de esas investigaciones. Silvano reaccionó como si fuera parte del grupo gobernante porque se sentía parte de él.
En las urnas Chuchos y Maderistas sufrieron serios reveses. ¿Se les juzgó por su rol de cogobernantes o por su falta de oposición? No lo sé.
Pero el domingo fue refrescante y sorpresivo ver a una oposición punzante y nada complaciente. Más allá de si se está de acuerdo con los recién llegados o no, la tensión y la distancia no pueden ser sino positivas.

Voto contra la pared

René Delgado Ballesteros
Un día antes del proceso electoral del pasado 7 de junio René Delgado Ballesteros hace la crónica en su columna Sobreaviso de como los gobiernos y los partidos políticos hicieron abuso de los ciudadanos a los que pusieron contra la pared “dispensándoles trato de galopines sin derecho a la propina”. El articulista de grupo Reforma es publicado cada semana en El Siglo de Torreón, de cuya página web se tomó el texto que se puede leer directamente en:

http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1121670.voto-contra-la-pared.html

De la fiesta de la democracia quedan los ceniceros colmados de colillas, los vasos rotos o vacíos y el antifaz caído que ocultaba el cinismo de los dirigentes políticos. Gobiernos y partidos se embriagaron de poder, se les pasaron las copas y, en su locura, pusieron a los votantes contra la pared, dispensándoles trato de galopines sin derecho a la propina.
A quienes se desgarran las vestiduras y se santiguan con la credencial de elector al escuchar críticas a los partidos o cuestionamientos sobre el sentido del voto, bien vale decirles que no se trata de quebrar el binomio partidos-votos, fundamental en el capítulo electoral de toda democracia. No, se trata de contener el agravio cometido hasta el hartazgo, una y otra vez, contra la ciudadanía. Si alguien ha desdibujado el horizonte de la democracia son, justamente, quienes deberían detallarlo, los gobiernos y los partidos. No cumplieron el mandato recibido, pero sí abusaron del poder: no reformaron el régimen, sí despilfarraron el bono extendido por la ciudadanía y, de paso, se llenaron de dinero limpio y sucio los bolsillos.

De la transición política hicieron la juerga; de la alternancia, la negación de la alternativa; y de la consolidación de la democracia, la cruda que ahora les provoca dolor de cabeza. No hay por qué hincarse frente a ellos, creyendo que son la encarnación de la democracia y la civilidad sobre la tierra. Una democracia, además de votos y partidos, requiere de demócratas y, en los partidos establecidos, se cuentan con los dedos.
***
Lejos de ampliar y fortalecer libertades y derechos, los restringieron. La libertad de expresión, de tránsito, del trabajo... y, más terrible, se mostraron incapaces de garantizar la vida, la integridad y el patrimonio. Ahora no pueden ni con las elecciones que tanto necesitan.
Al collar de perlas negras cultivadas con esmero por Felipe Calderón -millares de muertos y desaparecidos- y al cual Enrique Peña agrega cuentas, ahora se suman veintiséis homicidios (ver mañana la Revista R) y un extraño suicidio directamente relacionados con el proceso electoral. Si no garantizan la vida y la seguridad de sus candidatos y operadores, ni qué decir de la de sus representados. Con qué cara vienen a pedir el voto si, en su borrachera, abandonaron las urnas en el fango o vertieron sangre sobre ellas.
Vicente Fox hizo de la Presidencia de la República la tarima del comediante disfrazado de ranchero; Felipe Calderón, el cuartel del comisario de la policía, y Enrique Peña no sabe qué hacer con ella. Y las dirigencias partidistas pasaron del juego de ponerse zancadillas al de reconcentrar el poder en ellas sin considerar a sus propias bases, de la política popular o abierta pasaron a la política cupular o cerrada sin mirar el piso social donde hoy resbalan.
***
Desde hace quince años, la República carece de gobierno y, en el ejercicio del no poder, creció la enredadera de la impunidad criminal y la pusilanimidad política, trenzando en su nervadura a criminales y políticos sin fijar una clara diferencia entre ellos. Ciertamente se puede distinguir a este o aquel otro cuadro político, pero -por más que se diga- los partidos son muy parecidos. Son unos igualados y ni qué decir de sus satélites.
Impulsaron la democracia de la corrupción, donde la élite política pacta, reparte, negocia y cobra favores bajo un sólido principio de complicidad, con baño de solidaridad entre ellos. La cúpula perredista se esfuerza por explicar cómo es que postuló al alcalde de Iguala, José Luis Abarca, pero ni pío dice del elenco de trácalas y rufianes que, ahora, presenta con credencial de candidatos certificados. Mauricio Toledo, a la cabeza de la troupe. La cúpula panista se sacudió, por fin, el estigma de ser el partido de los mochos para transformarse en el partido de los moches. Y el PRI, el PRI celebra el explicable y súbito enriquecimiento de sus más distinguidos cuadros que, conforme crecen, engrosan sus talegas.
Pretender encontrar en esas dirigencias a modernos socialdemócratas, democristianos o neoliberales-revolucionarios es un chiste malo, contado sobre el ataúd de las expectativas generadas por ellos.
***
Salvo contadísimas excepciones, los cuadros principales de los gobiernos y los partidos han puesto contra la pared a los votantes.
No pueden venir con el cuento de encarar una situación inédita, siendo que ellos mismos la construyeron con esmero. No desconocían del grado de violencia y criminalidad que, desde del sexenio de Vicente Fox, asuela a la ciudadanía. No desconocían del grado de descomposición del tejido social que con denuedo se empeñó en deshilvanar Felipe Calderón, quien se manifiesta orgulloso de su obra. No desconocían cómo despilfarraron y se robaron las divisas petroleras, cuando el crudo andaba por los cielos. No desconocían el creciente armamentismo en que iba a derivar el escalamiento de la lucha contra el crimen, fincada exclusivamente en la confrontación con sus compadres. No desconocían el efecto social que acarrearían las reformas estructurales que, hoy, guardan sin vergüenza en los archiveros. No desconocían que diseñar sobre las rodillas la reforma político-electoral produciría un mazacote legislativo difícil de aplicar en el terreno.
***
Por todo eso -y sin ignorar el absurdo supuesto en esta conclusión-, es menester ir a las urnas así sea contra la pared. No se trata de premiar el cinismo y la corrupción rampante, sino de castigarlos hasta donde el sufragio lo permite. Se trata de encontrar la aguja en el pajar, en vez de dejarlos pastar felices en el establo de sus delicias, y sacarlos al campo, a la tierra plana, ahí donde la gente vive y se empeña en vislumbrar el futuro que, hoy, gobiernos y partidos le niegan. Se trata de reponer un horizonte distinto al de estos días sin calendario, donde los gobiernos y partidos aseguran que la vida se reduce a un presente continuo.
Es preciso echar mano del voto y los demás recursos que, sin violentar aún más al país, los sacuda hasta hacerlos reconocer que el ejercicio de la ciudadanía no es el de la servidumbre.

22 de junio de 2015

Historia de una pasión


Lilia Margarita
Rivera Mantilla
El pasado domingo 21 de junio Lilia Margarita Rivera Mantilla y yo compartimos estos comentarios a propósito de la celebración del Día del Padre y la manera como influyeron en ella y en mí Alfredo Rivera Eduardo Elizalde Escobedo, durante muchos años reporteros destacados en El Siglo de Torreón y en La Opinión “Diario de los Laguneros desde 1917”. Desde mi punto de vista la celebración del Día del Padre carece de significación, pues si el padre como la madre son los que nos dieron el ser, son merecedores de que los tengamos presentes durante todos los días de nuestra vida y recordando que padre no es el que engendra, sino el que mantiene, protege, forma y trasmite valores a quienes conforman su descendencia.

A veces me preguntan: “Lilia, ¿cómo se aprende a escribir? Muy sencillo, respondo: escribiendo.
Y empiezo a recordar desde cuando está mi vida ligada a la palabra impresa, tal vez desde tiempos inmemoriales. Pero mi memoria me lleva a la pequeña imprenta al lado de mi casa. Nuestros patios colindaban. En la noche era más fuerte el ruido de la prensa, hasta la cuchilla cortando el papel en diferentes tamaños se alcanzaba a escuchar con claridad. También, allí era la casa de los únicos vecinos que teníamos en toda la cuadra. Vivíamos en el centro de la ciudad, y la manzana en donde quedaban nuestras casas estaba, casi en su totalidad, ocupada por locales comerciales. Pablo Lara, sus papás y sus hermanos fueron nuestros amigos y vecinos por muchos años, así es que siempre deambulamos de una casa a la otra con mucha naturalidad. Me era tan familiar ver al señor Lara y a sus empleados operando la prensa y ordenando los alteros de papel listos para entregar.
Alfredo Rivera
Martínez
Dicen los que dicen que saben de escribir, sobre todo los dedicados a las artes gráficas, que cuando te has manchado de tinta las manos, ya con nada la podrás borrar. Tal vez eso me sucedió a mí. Un día, cuando era una niña, entré al cuarto de redacción de El Siglo de Torreón, me llevó mi papá. Me dejó sentarme en su escritorio y usar su máquina de escribir. Una vieja máquina negra de teclas duras y pesadas. Y empecé por escribir el nombre de mi maestra, después el mío, les siguieron pequeñas oraciones. Al principio todo quedaba enlazado sin separación, llegó mi papá y me explicó el uso de la barra espaciadora; y empezó la historia. Es muy sentenciadora y fatalista la idea de que infancia es destino, pero cómo no enlazar todas estas circunstancias de mi vida.
Aún hoy siento una especie de rinitis cada vez que recuerdo el olor de la tinta de la sala de prensas de ese inolvidable periódico, y las manos se me mancharon de grasa entintada aquella ocasión en que uno de los operadores me regaló mi nombre impreso en una pequeña placa metálica: Margarita Rivera. Me sentí tan importante.
Recuerdo el día de recién ingreso a la secundaria con las monjas de la Orden del Verbo Encarnado; cuando nos explicaron que dentro de nuestro paquete de materias irían taquigrafía y mecanografía, dos materias muy propias para “señoritas”, y nos gustaran o no, de cualquier forma nos las tendríamos que envainar. Siempre he dicho que escogí el oficio de secretaria porque era una buena opción de carrera MMC (Mientras Me Caso), pero ahora haciendo todas estas reflexiones, creo que era ya como una cuestión de piel.
Tal vez cuando Miss Vera nos mostró cómo deberíamos usar de forma práctica y correcta nuestra libreta de taquigrafía, yo me quedé prendada de ese cuadernito porque veía la libreta de apuntes de mi papá, no la de dictado de una futura secretaria. Y encima de eso, una libreta para escribir signos a descifrar como las claves en que escribía sus apuntes mi papá, y que después se convertirían en toda una nota periodística. La máquina de escribir no sería problema para mí, mis frágiles dedos ya estaban acostumbrados a aporrear la que había en casa. Quién lo diría, estas dos materias tan femeninas me llevaron a abrir las puertas de mundos nuevos e interesantes que nunca imaginé que existirían.
Ahora creo que ya escribo un poco mejor. Golpeo y golpeo las teclas del tablero de mi computadora. Tengo un celular con teclado resaltado, el cual me fascina oprimir, no me gustan los que se deslizan suavemente al tacto. Puede ser que aquí se compruebe como cierta la teoría de los mudras en la disciplina del yoga, la presión en las yemas de los dedos estimula terminales nerviosas que traerán muchos beneficios corporales, sobre todo cerebrales.
¿Es infancia destino? ¿Será cierto que las cosas no suceden porque estén predichas, sino que están predichas porque van a suceder? Sabrá Dios. Yo aún recuerdo las noches calurosas de verano, sentada en una mecedora del patio de mi casa, contemplando impasible el cielo estrellado, meciéndome lentamente en aquella silla de fierro, dejándome arrullar por el sonido de la prensa de la imprenta de al lado, y el olor de la tinta era absorbido por el bendito perfume invasor de los jazmines y las resedás que crecían orgullosos en los macetones que rodeaban el lugar.
Niña con las manos entintadas; cincuenta años después, una mujer con la voz en tinta.
Lilia Margarita Rivera Mantilla
México, Distrito Federal, 2013.
La profesión más hermosa

Juan Elizalde Lara
La sentencia es verdad Lilia: infancia es destino y desde que nacemos estamos predestinados a vivir determinadas situaciones y circunstancias (es lo que pienso).
Como a ti, el gusto por leer y escribir surgió en mi infancia. Como en tu caso fue consecuencia de haber sido hijo del padre que tuve: Eduardo Elizalde Escobedo.
Reportero él, no de El Siglo de Torreón, si de La Opinión el Gran Diario de los Laguneros.
Como tú y antes de concluir la primaria en el Colegio Mijares (ahí estudiaste tú también pero no nos conocimos en esa época en que fuiste compañera de Eduardo mi hermano) yo también estuve de visita en la redacción de La Opinión y ocupé el escritorio y la máquina de escribir de mi papá, y al igual que tú, uno de aquellos viejos linotipistas que convertían los textos en lingotes de plomo me obsequió una línea con mi nombre, en aquel momento no lo supe pero el "Juan Elizalde Lara" destacaba a 32 puntos en una brillante barra color plata.
Supe también lo que fue mancharme de grasa, de tinta de periódico y la intoxicación fue inmediata.
En la secundaria me involucré con compañeros que se encargaban de publicar cada mes uno de los periódicos de más larga vida en aquella entrañable Secundaria y Preparatoria Venustiano Carranza: "Imágenes" Reflejos del Espíritu Estudiantil.
Roberto Escamilla González y Eduardo Elizalde Escobedo, 
dos de mis maestros en el periodismo. Hubo más pero con --
ellos basta para que se den una idea de la calidad de quienes
participaron en mi formación profesional, en una época en -
que eran escasas las escuelas de periodismo.

Eso nos obligaba a Humberto Barbachano, Roberto García Muñoz, Jaime Rodríguez, Benjamín Morán Vargas, yo Juan Elizalde Lara y otros a acudir cada mes a la imprenta de don Rodolfo González de la Fuente ubicada por el bulevar Independencia casi esquina con Valdez Carrillo.
Ahí convivimos con los linotipos, el tipometro, los cuadratines, las líneas agata, los tipos móviles, de metal y de madera y todo lo que se relaciona con los trabajos de impresión de textos.
El sistema de impresión más utilizado en aquel momento era el ofsset y el llamado sistema caliente que implicaba un trabajo extraordinario en la impresión de textos.
A más de cincuenta años de distancia (mis inicios tuvieron lugar hacia 1963 o 64) recuerdo con cariño a mi padre Eduardo Elizalde Escobedo y a quienes con él me inspiraron para dedicarme a algo que para mí es más pasión que medio de subsistencia.
Claro que a lo largo de mi actividad como reportero conocí a gentes como don Alfredo Rivera, que con lo que hacían fueron motivo de inspiración para los nuevos en el oficio.
Hubo otros más a los que reconozco paternidad profesional por su bonhomía y enseñanzas y a los que recuerdo agradecido, entre otros mi tío Juan Francisco Elizalde Escobedo, el regiomontano Don Roberto Escamilla González mi director en El Sol del Norte y Humberto Guadalupe Gaona Silva.
Entre ellos no puedo dejar de recordar de manera muy especial a Don Enrique Mesta Zuñiga a quien se le llamaba el filósofo lagunero y daba ejemplo de pulcritud y corrección en sus textos.
Resumiendo: tuve la fortuna de ser instruido por los mejores guías y maestros, tal vez mí ocupación no sea la más lucrativa, pero sin duda es la más hermosa y maravillosa que existe.
Estoy seguro que en ninguna otra actividad hubiera tenido tantas satisfacciones en mi vida.

5 de junio de 2015

…con café, primer libro de Martha Lucía Díaz Mares

Por primera ocasión, Martha Lucía Díaz Mares incursiona en la lírica y entregó para su impresión el original de su primer libro …con café, y del que comparto el prólogo que escribí para la referida obra.

Prólogo

Amar es empapar el pensamiento
en la fragancia del Edén perdido;
amar es... amar es llevar herido
con un dardo celeste el corazón.
Manuel María Flores. Amémonos

…con café es el primer fruto de Martha Lucía Díaz Mares como escritora aunque en la lírica incursionó desde hace muchos años. Los poemas que escribió desde muy joven los fue reuniendo y los pone hoy a disposición de sus amigos en un pequeño volumen, que no por pequeño deja de ser valioso.
Maestra por vocación Martha Lucía sintió la necesidad de dejar aflorar su sensibilidad y por ello su poesía es un crisol de sentimientos no desprovistos de pasión e intensidad.
Madre amorosa, sus hijos son motivo de inspiración para Martha Lucía, de tal manera que en su primera rima Búsqueda Necia señala:

Recostada en mi mullida cama intento construir una poesía y no llega a mi mente la caricia sutil de la palabra, ni una mínima idea acaricia mis neuronas, ¿por qué?; me pregunto vehemente, ¿por qué soy tan pretenciosa al querer esculcar mi pensamiento y adjetivar la belleza de una flor o los rayos plateados de la luna, si aquí a mi lado está la poesía?... con sus piecitos levantados. Ella entona una canción emocionada mientras se acerca a nosotros un poema de ocho años que anhela ser atleta, bombero, astronauta y… ¡qué sé yo!

Cariñosa, evoca con tristeza al hombre más importante de su vida cuando en Mi Padre expresa:

Refugió sus mocedades en mi cuna
labrando con sus manos el destino,
maquillando los días en que mi pueblo
despilfarraba travieso la vida
sobre nuestras infancias añoradas.
Fue dejando sus años en mi vida
con un amor tan pleno de coraje
ese, que aún sostiene sus andares
por las calles que nos sudan,
porque somos polvo de su brecha.

En Soy, el recuerdo de su madre yerta, la hace explotar en un doloroso lamento:

Soy dolor que sucumbe a tu dolor
en el lecho que cautiva tu energía
soy la llaga que abrió tu tibia piel,
soy quebranto en este invierno
que te arranca de mi lado.
Ante tu ausencia madre,
no soy más que hojarasca
desde que el brillo de tus ojos
dejó de iluminar mis días aciagos;
desde que el roce de tu piel
languideció entre tus sábanas.

La excelsa experiencia de ser madre la marcó definitivamente, y en Confesa describe como ante sus ojos se reveló un mundo nuevo:

Ya no fui yo
desde que ellas son…
desde que  fueron
diminutos huéspedes
de mi entraña fértil,
donde ya pincelaban
su existencia en mi vivir
develando así
mi mundo nuevo.

Nunca ha olvidado a Múzquiz, el pueblo donde está su origen y tampoco deja de cantar agradecida a la ciudad que desde hace años los cobija a ella y su familia, de tal manera que en Acero fundido nos dice de Monclova:

Desteñida por  el tiempo
vi a Monclova
cierto día por las calles,
arrastraba en cada paso
sus temores y la sangre
vil esputo de la endeble
autoridad que espanta.
A veces, se viste de misterio
otras, solamente de lo mismo:
rutina laboral y familiar que
adorna sus albores cálidos,
pero esta vez eslabonó
con el acero, los minutos
que vomitan porfiristas
otro fuego inmolador.

En Raíces eslabona con maestría las palabras y demuestra que la brevedad no está reñida con la elocuencia:

Un árbol de palabras ha crecido, de sus ramas columpian pensamientos y entre líneas de versos consonantes construyen una historia literaria con palabras que trastornan la razón, con letras impregnadas de emoción. Un árbol de palabras, de versos y metáforas acuden al sendero de mi vida, de mi vida con trazos de poeta.

¿De quién habla en Viajero y Escarlata…? ¿Un amante ignorado y presentido, una voz amiga que en la distancia acompaña sus desconsuelos y desvelos, ó un amor platónico -irreal- con el que la hace fantasear su temperamento?:

Viajero

Entre los vagones
de un titán de acero
que va pregonando
peligro a su paso,
se trepó ese beso
que desde mis labios
áridos de ti,
buscan la humedad
que puebla los tuyos...
Allí va mi beso
que a marchas tranquilas
anhela llegar
hasta tu horizonte
y desbocar sus ansias
en esa frontera
que erige  tu piel
y donde a capricho
varará mi cuerpo.

Escarlata

Hoy, acuna mi silencio
el canto de un grillo
y custodia mis latidos
que deslizan su galope
por la rivera del viento,
mientras yo, comienzo
a navegar en la quietud...
Tú, a mi lado con tu charla
desdibujas soledades
y matizan mis paisajes
los destellos singulares
que bañaron tus ojos
aquel día, cuando Marte,
estacionado en tu ventana
imprimió sobre tu piel
su misterio seductor.

La lírica de …con café abarca las distintas etapas cronológicas de Martha Lucía, desde sus inicios, hasta la época actual en que desde Twitter, nos muestra que 140 caracteres resultan suficientes para expresar con elocuencia su sentir de poetisa:

Volviste, sin prisas, ambicioso, transgrediendo mis silencios, venciendo los temores, esos que  acechaban tu quimera aniquilando tus años.

Para ya no escribir tanto, finalizo diciendo que …con café es una amalgama de sensibilidad, amor, pasión, sentimiento, erotismo que no se debe apurar de un solo trago. Hay que saborearlo. Paladearlo a sorbos lentos… como si se tratara de una taza de la deliciosa infusión que da nombre al poemario.
Juan Elizalde Lara
Verano del 2015

4 de junio de 2015

Anular = exigir

Denise Dresser
Desde siempre México ha estado dominado por una clase política parasitaria en donde más que democracia hay cleptocracia y que la corrupción se encuentra en el ADN de nuestro país, que como lo reconociera Enrique Peña Nieto es un problema cultural, además de ancestral. El próximo domingo acudiré a votar, pero mi sufragio no será a favor de ninguna organización política o sus candidatos, porque considero que está agotado el sistema de partidos y que los militantes no representan el interés de los ciudadanos, pero si los de la oligarquía y los dueños del capital. Anularé mi voto, tal como lo proponen Denise Dresser y otras voces de la sociedad civil, porque creo llegado el momento de un ¡ya basta! contundente. Esa y no otra es la manera como los ciudadanos podemos hacer algo para empezar a cambiar el estado de cosas. El editorial publicado en El Siglo de Torreón lo puede examinar en:


Ve a la casilla y anula tu voto si crees que hemos transitado de la dictadura perfecta a la cleptocracia compartida, de la falta de consensos a los pactos que castran a la oposición, de la corrupción monopolizada por un solo partido a la corrupción avalada por todos.
2) Anula tu voto si crees que la alternancia inauguró un país más libre, pero no un país más limpio; si crees que la alternancia trajo consigo la transferencia del poder entre partidos pero no su fiscalización.
3) Anula tu voto si crees que nuestro sistema democrático sigue mal armado; si crees que el sistema político electoral que tenemos asegura la rotación de élites impunes -de todas las ideologías- pero no la representación de ciudadanos; si crees que fomenta la competencia entre los partidos, pero no los obliga a rendir cuentas.
4) Anula tu voto si ves en los partidos una historia de priización, de complicidades, de organizaciones que prometieron enarbolar algo distinto, pero una vez en el poder actuaron igual; si ves a partidos con algunas diferencias en cuanto a lo que ofrecen, pero demasiadas similitudes en cuanto a cómo se comportan; si ves cierto pluralismo en la oferta política, pero mucho mimetismo en el desempeño gubernamental.
5) Anula tu voto si crees que la clase política no tiene un solo incentivo para remodelar el sistema que tanto le beneficia, ya que podemos llevar a alguien al poder con nuestro voto, pero no podemos castigarlo si lo ejerce en nuestra contra, como en el caso de la reforma fiscal o la Casa Blanca.
6) Anula tu voto si crees que el famoso "voto de castigo" no funciona en un sistema electoral en el cual nadie nunca sale en realidad castigado, ya que los dirigentes partidistas viven en una "cápsula", alejados de la amenaza del voto. Podrán perder curules, pero mantienen prerrogativas o posiciones en su partido, o en otro al que salten.
7) Anula tu voto si piensas que si el voto no castiga a nadie, no cuenta. Voto sin sanción es voto que no sirve.
8) Anula tu voto si piensas que con la legislación electoral y anticorrupción existente no hay en realidad forma de sancionar o sacar a los malos políticos.
9) Anula tu voto si crees que los partidos no le tienen suficiente miedo a los votantes, y que por esta vía electoral, con estas reglas, no te sientes representado y sabes que no te rinden cuentas.
10) Anula tu voto si te cuestionas a qué partido vas a premiar con tu "voto de castigo": al PAN de los "moches" y la guerra contra el narcotráfico, o al PRD de Iguala/Guerrero, o al caudillismo providencial reciclado de Morena, repleto de políticos que ya militaron en otros partidos y desde allí hicieron poco o nada por cambiar el sistema al cual dicen oponerse hoy.
11) Anula tu voto si cuestionas el argumento de que el voto construirá contrapesos en el Congreso, ya que ello requeriría una coalición de oposición que Morena jamás apoyaría y AMLO lo reiteró.
12) Anula tu voto si eres un votante independiente, que no forma parte de la base dura de ningún partido o si no sabes si votarás o te abstendrás.
13) Anula tu voto si no has encontrado a un candidato independiente que te convenza o que haya presentado -al mínimo- su "3de3" o su currículum al INE.
14) Anula tu voto si crees que hay que sacudir a los partidos de su autocomplacencia, enviando un mensaje de repudio, deslegitimación y exigencia.
15) Anula tu voto si estás a favor de cambios correctivos como la revocación del mandato para quienes incurran en claros conflictos de interés o corrupción; la exigencia de que el voto nulo debe ser tomado en cuenta para decidir el mantenimiento del registro de los partidos; la exigencia de la reducción en 50 % del financiamiento público a los partidos; la propuesta de atar el voto nulo a la cantidad de recursos que se dedica a ellos y no en función del padrón como ocurre actualmente; la exigencia de cambios al Sistema Nacional Anticorrupción para eliminar el fuero e incluir la posibilidad de sancionar y destituir al Presidente -hoy inmune- por conflictos de interés o corrupción; que se le quite a los partidos el nombramiento de consejeros del INE para asegurar su imparcialidad y autonomía, hoy en duda; que la lista de plurinominales se abra -como en muchas democracias- para que no sean los partidos sino los electores quienes decidan cuáles candidatos entran por esa vía o no. Súmate y añade tus propias ideas a esta lista si piensas que hay mucho que exigir, mucho que cambiar, y que los partidos no lo harán por sí mismos sin tu reclamo.