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29 de agosto de 2016

So lange ich lebe, Mientras Viva

Qué mejor homenaje para Juan Gabriel que el buen recuerdo de una de los millones de sus seguidores. La anécdota narrada por Lilia Margarita Rivera Mantilla ocurrió en 1972, pero el idilio del divo de Juárez con Torreón y La Laguna tenía ya bastante tiempo pues fue por acá cuando inició su carrera con el nombre artístico de Adán Luna hacia finales de los años 60. La historia de Juan Gabriel no concluye con el fallecimiento de Alberto Aguilera, por el contrario, su leyenda se prolonga y solo se extinguirá cuando dejen de entonarse o de recordarse sus canciones.

Eran los inicios de 1972. Juan Gabriel haría una de sus primeras apariciones en mi recordada Torreón, Coah. Apenas iniciaba bien a bien su carrera. Les pedí a unas compañeras de colegio que fuéramos a verlo.
-¿De veras te gusta, Lilia?
-Será muy famoso, estoy segura-, les contestaba yo. El otro día oí en el radio No tengo dinero, cantada en
alemán. Vamos a verlo ahora, antes de que se vuelva carísimo ir a verlo o, estén tan llenos los lugares donde
se presente, que tengas que verlo desde muy lejos.
Así sucedió. Esa noche en el antiguo salón de fiestas del Club de Leones de Torreón, mis amigas y yo estuvimos presentes para ver a Juan Gabriel, en vivo, y cantando con orquesta. Cantó las canciones que en ese momento estaban de moda, todavía no era muy extenso su repertorio.
Dedicaba algunas. Entonces dijo: -Y ahora, una canción dedicada a una hermosa chica que se encuentra en este lugar, para Lily. Era una de sus canciones poco conocidas: Lily. ¿Y saben a quién se la dedicó? Pues a mí. Lilia Rivera Mantilla. ¿Por qué? Conocía a algunos músicos de la orquesta que acompañó a Juan Gabriel en su presentación; sabían que yo estaría en ese baile (también hubo baile), y con anticipación le pidieron a Juan Gabriel que me cantara la canción. No volví a escuchar esa pieza durante casi todo el tiempo que duró la carrera artística de Juan Gabriel, a veces pensaba que la había soñado. Hace tres años, cuando Juan Gabriel cumplió 63 años y aparecieron algunos reportajes sobre su vida, recordé la canciòn; la busqué en youtube y la encontré. Y con mucha curiosidad busque algún video donde apareciera alguien cantando No Tengo Dinero, en alemán, y di con el video donde Bata Illik, cantante de aquellos inolvidables años, canta Solange ich lebe, la versiòn alemana a la canciòn que volvió famoso a Juan Gabriel.
Les cuento que aquella presentación de Juan Gabriel en el Club de Leones de Torreón no fue muy concurrida.
La gente empezaba a cantar sus canciones, pero no habían causado el impacto de La Nave del Olvido y El Triste de José José; físicamente, no resultaba muy atractivo para las jóvenes de aquella época; ¿demasiado delicado?, tal vez.
La noche del viernes 26 de agosto de 2016, en el Forum de Inglewood, en Los Ángeles, California, todo fue muy diferente. Juan Gabriel cantó ante 17, 500 personas, todo mundo coreando sus canciones. Juan Gabriel contento, rebosante de entusiasmo y de sobre peso, cantó por casi tres horas. Una de las últimas canciones fue No Tengo Dinero, que dos cantantes la interpretaron a ritmo de rap.
Era tan diferente al jovencito de 22 años de aquel mes de mayo de 1972; todavía tímido, muy delgado pero con la suficiente tenacidad y paciencia para esperar a que llegara la diosa fortuna.
Este domingo 28 de agosto de 2016, se anunció que Juan Gabriel habría fallecido a causa de un infarto. Nunca lo veré en algún concierto apoteósico como los que acostumbraba brindar en los últimos años. Nunca me interesó asistir a alguno. Me quedo con el recuerdo del joven que cantaba con ritmo y con tristeza que no tenía dinero, que lo único que tenía era amor para dar.
So lange ich lebe. Mientras viva, Juan Gabriel.
Les comparto a continuación los videos de youtube Lili  y No Tengo Dinero, en alemán el segundo:



Lily – Juan Gabriel.


BATA ILLIC - so lange ich lebe (1972).

25 de agosto de 2016

Edificios con buen tono

Les comparto el segundo de varios textos escritos  por Lilia Margarita Rivera Mantilla relativos a edificios de Torreón y la Ciudad de México que tienen una gran semejanza entre sí, en este caso las construcciones objeto de los comentarios de nuestra colaboradora son las conocidas la de México como “El Buen Tono” y la de Torreón como “Edificio Giacomán”, el primero construido por Ernesto Pugibet y el de Torreón por Habib Giacomán al inicio de la década de los 30 del Siglo XX. Giacomán era emigrado de Palestina y nos dejó ese legado, que como muchos otros pasa inadvertido, a veces porque nos acostumbramos a verlos cotidianamente a lo largo de nuestra existencia

Edificio El Buen Tono o La Mascota.
Ernesto Pugibet fue un empresario de origen francés asentado en México, que en 1884 creó la cigarrera conocida como El Buen Tono, empresa con la cual alcanzó un éxito tan notable, que en 1910 se convirtió en la fábrica de cigarros más importante y próspera del mundo. Estos logros se alcanzaron gracias al trabajo de los operarios mexicanos que tenía bajo sus órdenes, los cuales eran 1000 hombres y 1200 mujeres, así como al papel de gran calidad y el mejor tabaco, proveniente de las costas de México, con los cuales se elaboraban los cigarros.
Pero su gran visión como empresario, no solo la empleó para hacer dinero. Hombre trabajador y exitoso, era consciente de que un buen desempeño laboral se conseguía cuando el trabajador tenía satisfechas sus necesidades básicas, motivo por el cual ideó la construcción de un conjunto habitacional para alojar parte de los operarios de su empresa, para que habitaran una vivienda digna junto a sus familias y, al mismo tiempo, estuvieran cerca de su lugar de trabajo, ya que la fábrica quedaba cerca de ese tramo de Bucareli, en los límites de la colonia Juárez.
Pugibet encargó la realización de este proyecto al ingeniero e investigador Miguel Angel de Quevedo, quien fue el fundador de ese bello espacio conocido como los Viveros de Coyoacán, ya que también fue importante promotor del desarrollo de áreas verdes y cuidados forestales en la Ciudad de México.
Calle La Mascota dentro del conjunto habitacional.
El edificio sería similar a los conjuntos parisinos de departamentos agrupados con calles que más bien parecían callejones o pasajes. Este conjunto habitacional tiene tres calles intercomunicadas que llevan el nombre de tres de las famosas marcas de cigarros que se producían en la fábrica El Buen Tono: Mascota, Ideal y Gardenia.
Miguel Angel de Quevedo promovía la arquitectura humanística con gran importancia en la estética; era importante vivir en un lugar hermoso rodeado de espacio para la convivencia, con árboles, con viviendas de medidas de acuerdo al número de habitantes y con servicios básicos.
Su construcción  se empezó en el año de 1912 y se terminó hasta 1913 debido a los problemas derivados del conflicto bélico que había en el país en ese momento. Su fachada de cantera y ladrillo aparente, con detalles arquitectónicos art nouveau, lo identificaban con el estilo afrancesado de la época porfiriana.
Rentas congeladas, deterioro y recuperación del edificio.
En 1942, el presidente Manuel Avila Camacho impone el régimen de rentas congeladas, lo cual desanima a los propietarios de muchos edificios afectados y dejan de dar mantenimiento a los edificios de su propiedad, éste fue el caso del edficio conocido como El Buen Tono.
En 1992 se deroga dicha ley y los inquilinos que antes pagaban ochenta o cien pesos que costaba la renta, se vieron en la necesidad de abandonar el lugar cuando el costo se actualizó a valor de mercado de la época actual, otros pudieron adquirirlos en propiedad y, como consecuencia, se dedicaron a remozarlos por su cuenta. Los habitantes de este bello conjunto departamental se agruparon para darle el mantenimiento que está permitiendo la conservación, con algunas modificaciones, de esta bella construcción, también testigo de grandes momentos históricos de la ciudad y del país.
El Edificio Giacomán en Torreón, Coahuila
Edificio Giacomán visto desde la esquina de Privada
Rayón y Avenida Ocampo.
Después de tantos años de haber dejado Torreón, ya no lo recordaba bien, pero allí vivió muchos años mi compañera de secundaria en el Colegio La Paz, Patricia Giacomán Murra. Me cuenta Rosa Giacomán Murra, hermana de Paty, que  su bisabuelo el señor Habib Giacomán, originario de Belén, Palestina, construyó este conjunto de casas al inicio de la década de los treinta pero que fue hasta 1939 cuando por fin quedó terminado, aunque desde 1933, la familia Giacomán habitó la que fue su casa durante varias décadas. Otras familias rentaron durante años algunas casas de este conjunto habitacional, pero al construirse los nuevos fraccionamientos al oriente de la ciudad, decidieron emigrar a esos rumbos, además, don Emilio Giacomán Massú, padre de Rosa y Paty, fue un hombre muy generoso, digámoslo así, con el cobro de las rentas de las casas aún habitadas, lo que empezó a hacer difícil el sostenimiento del inmueble.
Entonces Rosa Giacomán Murra junto con su hermano Arturo tomaron las riendas de la rehabilitación del edificio, así como llevar la administración de los locales comerciales y oficinas que se encuentran en este bello edificio protegido ahora por el INAH en Torreón.
Sentía yo una gran curiosidad por saber más acerca del porqué se eligió esta clase de arquitectura; le pregunté a Rosa si sabría si sus bisabuelo y abuelo, antes de llegar a Torreón, habrían vivido en la capital del país, pero, infortunadamente, me dijo que nunca se les había dado esta información.
El caso es que ahora este es un bello edificio que nos cuenta parte de la historia de la gente que llegó a vivir a Torreón para trabajar por nuestra joven ciudad.
Edifició Giacomán en su fachada de la privada Rayón.
Cuando viví en Torreón no creo haber estado de visita en la casa de la familia Giacomán, pero hace unos meses entré al café Apolo, el cual tiene entrada por la Rayón, a disfrutar una deliciosa jarra de té.
Ustedes ¿ya han estado por allí?
Conclusiones. La recuperación y el remozamiento de estos edificios se logró por el interés de sus propietarios y habitantes. En el caso del conjunto habitacional de Ernesto Pugibet, ahora los departamentos cuestan entre los dos o tres millones de pesos según el estado en que se encuentre cada espacio. En los edificios de la calle de Bucareli vive gente dedicada a actividades artísticas y que, además, está consciente de la plusvalía de su propiedad por la ubicación del inmueble, así como por su valor histórico.
La historia del edificio Giacomán es muy parecida. Afortunadamente, los encargados de la administración del lugar son descendientes directos de los propietarios originales del lugar; sienten cariño por este sitio que es parte de su patrimonio familiar, que cuenta la historia de sus ancestros, y que a los demás observadores nos remonta a los años de nuestra confiada infancia y bulliciosa juventud.
Lilia Margarita Rivera Mantilla
Ciudad de México, 11 de agosto de 2016

15 de agosto de 2016

Al rescate de viejos testigos de la historia

Originaria de Torreón pero con muchos años de residencia en la Delegación Benito Juárez de la hoy Ciudad de México Lilia Margarita Rivera Mantilla siente un profundo cariño por sus raíces, en especial por la historia y los edificios de la antes denominada Perla de la Laguna. En el presente texto la colaboradora de www.hoyexpresiondelalaguna.blogspot.com realiza un recorrido por Bucareli, donde se alzan inmuebles que guardan semejanza con edificios emblemáticos de esta población en la que “vencimos al desierto”. Al rescate de viejos testigos de la historia, es el primero de una serie de artículos.

En el antiguo Paseo de Bucareli, ahora conocido simplemente como Bucareli, se encuentran algunos edificios que me hacen recordar otros tiempos de mi ciudad natal: Torreón, Coahuila. Empiezo por el antiguo Palacio de Cobián, el palacete que el agricultor algodonero y fraccionador de  la zona oriente de Torreón, Feliciano Cobián, mandó construir en 1902 al arquitecto Emilio Dondé, para habitar junto a Rosalía, su prima hermana con quien se casó. Y alrededor de este palacio ahora ocupado por la Secretaría de Gobernación, se encuentran otros aún bellos edificios que al inaugurarse  deslumbraron por su belleza y modernidad. Hay tres edificios famosos por su arquitectura y por lo que significaron en el momento en que se empezaron a habitar: el edificio Gaona, el edificio Vizcaya y el edificio del Buen Tono.
Por esos años, el Coronel Carlos González Montes de Oca, quien había sido presidente municipal de Torreón antes de ser declarada como ciudad, encargó al arquitecto e ingeniero Federico Wulff la construcción del Hotel Salvador. El estilo arquitectónico del hotel, al igual que el de los edificios que mencioné antes, lo convirtió en un sitio importante e imponente por su estilo, el lujo y el confort del que disfrutarían los privilegiados huéspedes del lugar.
Aspecto actual del Edificio Gaona
El edificio Gaona. Lleva el apellido del famoso torero Rodolfo Gaona quien lo manda construir al arquitecto Ángel Torres Torrija, en el año de 1922. Este edificio se hizo con la idea de que fuera uno de los primeros multifamiliares de la ciudad. Su fachada muestra un estilo neocolonial y tiene sobre sus muros los dibujos en azulejos de Hernán Cortés, siete virreyes y los escudos de armas de algunos estados del país. La intención de su estilo fue el de volver a una arquitectura nacionalista que se alejara del estilo afrancesado que distinguió a la época de Porfirio Díaz. Pero la situación actual en que se encuentra el edificio es bastante deplorable. Gaona muere intestado, dejando el edificio en un litigio que no  han podido resolver los supuestos herederos.
Hotel Salvador a
principios del Siglo XX
Los antiguos inquilinos se sienten poseedores de su vivienda, pero no pueden escriturarla como verdaderos propietarios. Oleadas de nuevos inquilinos llegan a ocupar –incluso invadiendo- los departamentos que encuentran vacíos. Pero casi nadie se ocupa del mantenimiento del inmueble. Y de muy poco sirve que este hermoso edificio esté considerado dentro del catálogo del INBA y del INAH como parte del patrimonio cultural e histórico de la ciudad, ya que su deterioro y decadencia son notables. Los vecinos están agrupados en una asociación para defender el inmueble, pero han tenido muy poca respuesta por parte de las autoridades de la Delegación Cuauhtémoc, demarcación en donde se encuentra el edificio.
No sé si a todos los niños de mi época les llamaría la atención. Casi nadie lo mencionaba. Era de mucho mundo asistir al Hotel Río Nazas para los bailes de fin de año. También el Hotel Calvete contaba con mucho prestigio en esa mitad de la década de los sesenta. Y el austero y señorial Hotel Elvira era sede de tantas fiestas en su roof garden.
Aspecto actual del
Hotel Salvador
El Hotel Salvador imponía. A mí me recordaba a una de esas enormes casas que aparecían en las películas de misterio, esas donde había condes que se convertían en vampiros y que vivían en los Montes Cárpatos de la alta Hungría, o por los alrededores. Conforme pasaba el tiempo, para él y para mí, empecé a observar su belleza, pero seguía inspirándome temor. Se veía viejo, funcionando aún, pero sin esplendor. Además, no estaba ya en la zona chic de la ciudad. Se había quedado en lo viejo, en lo que ya empezaba a oler a abandono, ha pasado de moda. Al igual que sucedió con otros edificios de su época, víctimas de la insensibilidad de sus dueños o moradores, el Hotel Salvador fue hundiéndose poco a poco en el olvido, llenándose  de óxido, moho y hongos como un viejo barco perdido en las profundidades del mar de la apatía.
Comparo el antes y el después del estado del Hotel Salvador. Al igual que el Edificio Gaona en la calle de Bucareli, en la Ciudad de México, la ignorancia aunada a la apatía de los dueños y autoridades de la ciudad han contribuido a convertirlo en un lastimoso ente testigo del esplendor perdido de una de las ciudades consentidas del porfiriano.
Pero, después de los lamentos, ¿qué puede hacerse para lograr su restauración con el objeto de que vuelva a recuperar su belleza y funcionalidad aunque no sea propiamente como un hotel?
Este artículo continuará.

5 de agosto de 2016

Podremos creer en Dios, pero no al presidente

Jesús Máximo Moreno Mejía.
Es más fácil creer en Dios incluso para un ateo, que creer en la sinceridad del Presidente Enrique Peña Nieto al pedir disculpas a los mexicanos por el “error” de la Casa Blanca adquirida por Angélica Rivera y el daño que causó a la investidura presidencial, considera Jesús M. Moreno Mejía en el más reciente de sus artículos. Periodista de la vieja guardia, Moreno Mejía participa en varios medios escritos y electrónicos, además de ser destacado colaborador de www.hoyacontecerdelalaguna.blogspot.com .

El hombre está condenado a ser libre… pero es responsable de todo lo que hace.
Jean Paul Sartre
           
Es difícil opinar de religión y de política, pues no todos tenemos la misma manera de pensar, y es muy respetable lo que cada quien crea o deje de creer, pero estimo que la mayoría de los mexicanos primero admitirían creer en Dios, incluyendo a los ateos, que darle crédito al perdón solicitado a los mexicanos por el presidente Enrique Peña Nieto “por el error cometido en torno a la Casa Blanca”.
El filósofo y literato francés, Jean Paul Sartre, representante del existencialismo ateo, afirmó: “El hombre está condenado a ser libre, porque una vez que está en el mundo es responsable de lo que hace”, y ciertamente, todos somos libres de escoger libremente entre hacer el bien o actuar de mala manera (por el libre albedrío que poseemos), pero también estamos obligados a ser responsables de nuestros actos.
¿Podemos creer en el perdón que nos pide un político? Sobre todo cuando se ve acorralado ante tanto error que ha cometido en perjuicio de la ciudadanía.¡Ni siquiera se lo creyeron los que le aplaudieron a EPN en su mensaje transmitido por la radio y TV!.
Acabo de leer en la internet un “post o meme” ad hoc a lo hoy aquí tratado, y a pesar de ser una broma (parecida al perdón de EPN) ejemplifica que no es posible admitir el perdón solicitado por el presidente: Un agente de tránsito detiene a un conductor que ha cometido una infracción de tránsito y este le pide exhiba sus documentos, a lo que el individuo señala que no tiene licencia de manejo, ni tarjeta de circulación, ni factura ni placas de su vehículo, pero que pide perdón por la falta cometida y, así como lo hizo Peña Nieto, considerar que con ello es suficiente para poder retirarse.
Solicitar perdón por el “error”  de mentir en torno a la operación de compra de la Casa Blanca,no lo exonera del sinnúmero de fallas cometidas a lo largo de cuatro años como Presidente y tampoco elimina la posibilidad de tener otro bien inmueble similar, adquirido de igual manera en otro lugar, pues ya lo tiene  en el Estado de México.
Tambiéndeben considerarse “errores” (léase horrores) de EPN, la desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa; los muertos de Tlatlaya, Tanhuato, Apatzingán, Nochistlán, etc.,que se encuentran sin resultados en cuanto a la investigación judicial e impartición de justicia, a pesar de los años transcurridos; las fallidas y cacareadas Reformas Estructurales (Energética, Hacendaria, Financiera, Laboral, Educativa, Transparencia, Competencia Económica), así como un extenso etcétera de otras pifias.
Incluso, se le atribuyen al Ejecutivo la pérdida reciente de siete gubernaturas que esperaba ganar su partido (PRI), pues tuvo que haber dado el visto bueno, o recomendar, a los candidatos perdedores, pero lógico es que él no admite ser el culpable, sino Manlio Fabio Beltrones, presidente del Revolucionario Institucional, quien renunció para dejar el campo libre a un tecnócrata, Enrique Ochoa Reza, quien llegó a negar, hace algunos años, pertenecer al partido tricolor.
Se considera en los corrillos partidistas que en México pedir perdón es cosa de tontos o de políticos débiles, y por lo tanto hay quienes comentan que fue un error que EPN haya recurridoa esa solicitud de manera pública. ¿Significa que el presidente merece ese tipo de calificativos, no obstante haber recibido una fuerte ovación cuando pidió perdón?
En realidad, los políticos aplaudidores no son tontos y celebran todo lo que diga el poderoso, aun no estando de acuerdo. La chamba está de por medio. También pidieron perdón los presidentes José López Portillo y Felipe Calderón; el primero por no sacar a los pobres de la miseria, y el segundo a los padres de los desaparecidos  durante su sexenio, cuyo número ha ido en aumento.
Pero lo extraordinario ocurre cuando un alto representante del clero, el obispo de la Diócesis de Torreón, José Guadalupe Galván Galindo, quien afirma que al pedir perdón el Presidente de la República a la ciudadanía significa “un gesto de humildad”.
Esto último lo estoy leyendo en un periódico de mi ciudad y me deja con un palmo en las narices: “Es un acto muy meritorio por parte del presidente y un buen testimonio para todos los mexicanos… Muchos tenemos que pedir perdón y no lo hacemos, por eso es de reconocer esta acción”. ¿Esta acción estará justificando otros “errores” de EPN?
Sin entrar en materia religiosa, sino de mera interpretación: El que perdona, olvida. Sin embargo, priva la idea en la sociedad que perdonar no implica olvidar el hecho, y esto es precisamente lo que hace una gran mayoría de mexicanos, no olvidar un sinnúmero de agravios del gobierno de Peña Nieto en contra de la sociedad.
Arrinconado por el “mal humor social”, según califica el Presidente las protestas e inconformidades manifiestas de la ciudadanía, decidió pedir perdón públicamente por el “error” cometido al “comprar” la Casa Blanca durante su mandato, pero asegurando no incurrir en algo ilegal. ¡Absurdo! Pues primero le pidió a su esposa, Angélica Rivera, que el inmueble fue adquirido por ella con recursos otorgados por la empresa Televisa, a la cual prestó sus servicios por varios años.
Desde que fue descubierta la propiedad en referencia a favor de Angélica y Peña Nieto, fue montado un escenario que resulta increíble concebir, incluyendo el nombrar a Virgilio Andrade, amigo del Presidente, titular de la Secretaría de la Función Pública, quien exculpó a EPN de una maniobra para adquirir la Casa Blanca, y quien ahora renuncia con un “aquí no pasó nada” o un simple “Borrón y cuenta nueva”.
Pero bueno, lo importante es no permanecer callado y continuar reclamando o protestando por todo aquello que la autoridaddecide unilateralmente por nosotros y en contra de nuestros intereses. ¿O usted qué opina?
¡Hasta la próxima!

4 de agosto de 2016

Diez de junio nunca se olvida

Nuestra colaboradora Lilia Margarita Rivera Mantilla nació en Torreón un  10 de junio de 19…?, motivo por el que relaciona la efemérides con una serie de sucesos faustos e infaustos en México y alrededor del mundo. Lilia es hija de Alfredo Rivera, uno de los mejores reporteros policíacos que ha tenido El Siglo de Torreón  en mucho tiempo y es además colaboradora frecuente hace algunos cuatro años de www.hoyacontecerdelalaguna.blogspot.com , motivo por el que la felicitamos y nos felicitamos por su aniversario, además su trabajo resulta interesante.

Federico Wulff, tan disciplinadamente alemán, así fue su formación como ingeniero y arquitecto en Hannover, Alemania; tal vez llevando su vida de forma calculada, recta, previsible como las calles que trazó para el proyecto de la nueva ciudad, la cual tenía en mente otro hombre de sangre prusiana, 
Andrés Eppen Ascherbornn, quien ya tenía varios años asentado en estas tierras que después serían conocidas como la Comarca Lagunera. Ya había visto crecer la pequeña villa hasta convertirse en ciudad. Y en las faldas de un cerro, había mandado construir su casa, diseñada por él mismo. Tal vez para ponerse a salvo de posibles inundaciones, como aquella que había tirado el puente por donde pasaba el tren, o, quizás, para pretender vivir como si estuviera en alguna montaña de esos pintorescos pueblos alemanes. El caso es que ahora estaba en el sótano de su propia casa, escondido junto con su familia y amigos, protegiéndose de la turbamulta revolucionaria, de las ráfagas de los mauser y las carabinas 30 30. Estos proyectos de progreso tan consentidos por Porfirio Díaz, el ferrocarril, la explotación minera, las nuevas industrias, esta nueva colonización extranjera disfrazada de inversión amiga, se estaba viniendo abajo por esta revuelta muy anunciada y tratada con desdén por los intelectuales y científicos que rodeaban a la cúpula en el poder de fines del siglo XIX y los albores del XX.
Ya habían sido testigos de la masacre perpetrada contra la gente de la colonia china en Torreón, pensaron que algo peor que eso ya no podría ser visto, pero la lucha continuaba con más fuerza. Un presidente defenestrado y otro asesinado, todo esto en el lapso de dos años.
Ellos como ciudadanos americanos, tenían otro país hacia donde huir, lo más conveniente era sacar a la familia de allí, regresar cuando se apaciguará la situación, tarde o temprano tendrían que enfriarse los fierros. Pero Federico Wulff permaneció en Torreón. Huir, ¿a dónde? Cuando el mundo entero se convulsionaba. Por ejemplo, el país donde se formó como ingeniero y arquitecto estaba siendo uno de los protagonistas de la Gran Guerra, Alemania como uno de los villanos de la Primer Guerra Mundial.

“Pueblo mío, que estás en la colina,
tendido como un viejo dormido;
el aburrimiento, el abandono,
nada solo tu agonía,
pueblo mío, te dejo, me marcho lejos”.

Ojuela, Durango.
En México y en otras partes del mundo existen pueblos abandonados, pueblos mineros en donde se acabó la bonanza cuando también se extinguieron las vetas de minerales preciosos o, como en otros casos, cuando la naturaleza  mostró despiadadamente toda su fuerza. Este fue el caso de Ojuela. Un pueblo que llegó a tener más de tres mil habitantes, en donde se contaba con toda clase de servicios modernos de su época, que seguramente habrán hecho sentir a sus habitantes, realmente, en la cima del mundo. Pero ya entrado el siglo XX, una fuerte tormenta inundó la mina principal, dejándola inutilizable. El pueblo fue abandonado, y ahora los vestigios que quedan de las antiguas construcciones, le dan el aspecto de un pueblo destrozado por los efectos de un fuerte terremoto, como esos antiguos pueblos fantasmas en Italia.   
Un caso parecido es el  de Cerro San Pedro, en San Luis Potosí. El
Cerro San Pedro, San Luís Potosí.
origen de este pueblo se debió al descubrimiento de oro y plata desde la época de la colonia en el siglo XVI. Las minas fueron explotadas hasta ya muy entrado el siglo XX, pero en 1948 se suscitó una huelga minera, la cual fue perdida por lo mineros; la compañía decidió marcharse, pero también derrumbó la mina con explosiones.  El pueblo cayó en decadencia hasta ser totalmente abandonado.
Pero aún en los Estados Unidos de Norteamérica existen pueblos fantasmas, algunos abandonados en su totalidad y otros casi desaparecen como es el caso de Detroit, Michigan.
La causa de su decadencia es la misma que la de su pujanza: la industria automotriz. Cuando esta industria estaba en auge dentro de ese país, la ciudad creció a pasos agigantados; cuando la crisis de 2008 destruyó el poderío de las tres grandes empresas automotrices: GM, Ford y Chrysler, que tuvieron que ser socorridas por el gobierno federal para no desaparecer, las localidades donde se ubicaban sus plantas se han convertido, prácticamente, en pueblos abandonados con todo y sus grandes instalaciones,  que cuentan de una vida donde un día la bonanza existió.

Masacres y genocidios en paralelo
Casas Destruìdas en Allende, Coahuila.

15 de mayo de 1911. La deleznable matanza de chinos a manos de un confusa turbamulta de revolucionarios de las fuerzas maderistas y, probablemente, hasta pobladores de la misma ciudad. Aparte del saqueo a sus negocios, sufrieron vejaciones, mutilaciones, descuartizamientos, disparos a quemarropa, hasta desparecer en pocos días a 303 chinos de los 600 que conformaban en ese entonces la colonia china en Torreón.
Este hecho vergonzoso se mantuvo en silencio por más de 80 años, pocos habitantes en Torreón han hablado de esto. Algunos chinos sobrevivientes de aquella masacre, se fueron para no volver más. Es en los últimos años de esta segunda década del siglo XXI, que se nos ha forzado a hablar del tema, a reconocer que este trágico acontecimiento forma parte de la historia de Torreón, y de un silencio cómplice que nos puede dañar aún más.

Marzo de 2011, los 300 muertos de Allende

Y un siglo después, en Allende, Coahuila, al sur del río Bravo, desaparecen 300 `personas sin dejar rastro. Aquí no fue cuestión de quiebra económica o de caprichosos fenómenos naturales de los cuales el hombre no tiene control, aquí fue la caprichosa venganza de un narcotraficante. Por una supuesta traición de dos hombres de esa localidad, a Miguel Ángel Treviño Morales “el Z-40”, una tarde de marzo de 2011, llegaron a esa ciudad 40 camionetas con hombres armados quienes sacaron de sus casas a familias enteras, y al igual que un siglo antes en la matanza de chinos en Torreón, iban ancianos, mujeres y niños que fueron desaparecidos sin que nadie acudiera en su defensa, ni para denunciar lo que estaba ocurriendo. Y como si fueran soldados del ejército hitleriano, una vez desalojadas las casas, llegaron con maquinaria pesada a destruirlas, para que no quedara rastro de aquellos que habían osado traicionar la confianza de este capo di tutti capi.
En 1911 el país estaba en pie de guerra a causa de un sistema económico injusto y de un  gobierno tirano a los  que se pretendía derrocar, en 2011 y hasta la fecha, puede decirse que estamos viviendo la descomposición del Estado.
Y me pregunto qué pasaría si Federico Wulff  bajara desde su bunker en el cerro, en el cual se refugió durante diez días junto a familiares y amigos, mientras duraban aquellos tiroteos para  obtener la paz y justicia social, y viera su magnífica y soberbia construcción, el Hotel Salvador, en el abandono y la decadencia total. 
Y esas amplias avenidas y banquetas gracias a su trazo, ahora llenas de hoyancos, desniveladas y sucias. ¿Recordaría Hannover? Esa ciudad alemana en donde se encuentra la universidad en donde realizó sus estudios de ingeniería. Tal vez la hermosa arquitectura de esa histórica ciudad lo inspiró para sus futuros proyectos concretados en algunas construcciones que contribuyeron al esplendor de la recién surgida ciudad de Torreón, Coahuila. ¿Volvería a escuchar en la mente las bellas melodías de los clásicos músicos decimonónicos, a quienes llegó a escuchar directamente en conciertos en Europa? ¿Será que por eso empezó a quedar sordo? Para no escuchar, ni balazos ni bellas melodías que le estrujaran el corazón.

Lídice por siempre

Hannover.
10 de junio de 1942. Lídice, al oeste de Praga, antigua Checoeslovaquia, población de 503 habitantes, masacrados por los nazis. En venganza por el exitoso atentado en contra de Reinhard Heydrich, General de la policía hitleriana que inició el período del más brutal terror fascista en Checoeslovaquia, Hitler impuso estas medidas como venganza por el atentado: Todo hombre arriba de 15 años debe morir; todas las mujeres deben ser llevadas a los campos de concentración; seleccionar a los niños para ser reeducados (germanizados, aunque los que no cayeron en la posibilidad de la reeducación, fueron exterminados), la villa debe ser destruida y desaparecida de la tierra. 
Lìdice.
Medidas que fueron cumplidas. Al igual que en 2011 en Allende, Coahuila, los fascistas hicieron volar todas las construcciones incluido el cementerio. Pero la villa que debió ser borrada de la tierra y de la memoria de los hombres, despertó la conciencia del mundo antes estos brutales asesinatos. Varios países del mundo, como homenaje a este pueblo sacrificado, impuso el nombre de Lídice a alguna ciudad en sus territorios: México, San Jerónimo Lídice, en la Delegación Magdalena Contreras; Brasil, Illinois, Gran Bretaña, Lima, Caracas, Cuba e Israel.
Oradour-sur-Glane. 10 de junio de 1944. Apenas cuatro días después del desembarco de las tropas aliadas en Normandía, fueron asesinados 642 habitantes, solo una mujer sobrevivió.
Oradour.
Desde 1942, Oradour-sur-Glane había estado bajo el control directo alemán,  un pueblo que se había mantenido aislado de la guerra que se desarrollaba a su alrededor. Sin embargo, la mañana del 10 de junio de 1944, dos civiles franceses denunciaron a oficiales nazis que los habitantes de Oradour-sur-Glane estaban celebrando la victoria de los aliados y que cooperaban con un cuartel general de la resistencia francesa que se encontraba en el lugar.
Ese día se ordenó que todos los habitantes se reunieran en la plaza pública; a las mujeres y niños se les encerró en la iglesia, mientas los hombres eran ametrallados, los que quedaron heridos fueron quemados. Después, prendieron fuego a la iglesia, cuando niños y mujeres intentaban huir, eran también ametrallados, solo una mujer logró sobrevivir; un pequeño grupo que había escapado del pueblo ante la llegada de los SS, fue cazado aquella noche.
Después de la guerra se tomó la decisión de dejar las ruinas tal como quedaron y construir el pueblo de Oradour unos pocos cientos de metros más lejos, para preservar la memoria de la destrucción. Actualmente, unas 300,000 personas visitan este memorial cada año.
Durante esos años de la Segunda Guerra Mundial, Federico Wulff era un hombre que pasaba los 80 años. Quién sabe si se habrá enterado que su antigua ciudad universitaria, durante ese período, fue bombardeada por los aliados, ya que fue un centro de fabricación de armamento; allí murieron 6,700 personas, el 52 por ciento de los edificios fue destruido, el 90 por ciento de los que estaban en el centro de la ciudad, el 52.5 por ciento de las viviendas quedaron inhabitables. Pero pasada la guerra, se reconstruyó. Sus habitantes pidieron que los edificios históricos se rehicieran tal y como estaban antes de la guerra.
Federico Wulff murió en 1949 sin imaginar que la zona de Torreón que con tanto entusiasmo habría ayudado a erigir, 60 años después también semejaría una zona de desastre.
10 de junio de 1942 y 10 de junio de 1944, por coincidencia días de barbarie, donde un puñado de hombres sacaron de dentro de sí toda la bestialidad de que eran capaces, para descargarla en gente inocente.
Pero llegó el mes de junio de 1953. Y ese fue un mes luminoso en ese año y en la historia del mundo. El 2 de junio de 1953, fue coronada Isabel II de Inglaterra para suceder en el trono a su padre, el Rey Jorge VI, fallecido el 6 de febrero de 1952. Una reina longeva, testigo directo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y de los grandes cambios en el mundo.
Y una semana después de esa coronación, el 10 de junio de 1953, a las 10:20 de la mañana, en la ciudad de Torreón, Coahuila, nací yo: Lilia Margarita Rivera Mantilla.
Y me siento feliz de que, a través de la lectura de este relato, me hayas acompañado en este recorrido por algunos pasajes de la historia de Torreón, de México y del mundo.
Lilia Margarita Rivera Mantilla
Ciudad de México, a 10 de junio de 2016

3 de agosto de 2016

El patrimonio cultural de Torreón se encuentra en franco deterioro

La decadencia del centro de Torreón y la incuria de los ciudadanos pone en riesgo nuestro patrimonio inmobiliario, señala el compañero Jesús M. Moreno Mejía en un reciente artículo que se publica en varios medios escritos y electrónicos de la región entre otros www.hoyacontecerdelalaguna.blogspot.com , que comparto con mis seguidores de facebook y de mi revista online, sé que la disfrutarán.

“La historia de un pueblo es una sucesión de miserias, de crímenes y locuras”.
Anatole France

El Centro Histórico de Torreón se encuentra actualmente en franco deterioro, pues varios de sus edificios emblemáticos corren el peligro de venderse y desaparecer, tal como ha ocurrido con otros viejos inmuebles de ese sector.
Mientras tanto, algunos de ellos se han transformado en verdaderos esperpentos, al colocar anuncios que cubren su fachada en base a una absurda modernidad que nadie entiende, como ha ocurrido con el edificio que otrora fuera el elegante Hotel Salvador, inaugurado en 1904.
Este majestuoso edificio, ubicado en la esquina de avenida Hidalgo y calle Zaragoza, es considerado un monumento nacional por ser parte de la historia de Torreón. Hoy en día, el interior de sus pisos superiores se encuentra en completo abandono, en tanto que algunos establecimientos comerciales ocupan la planta baja, cuya fachada ha sido cubierta con sendos anuncios que no debieron ser autorizados por las  autoridades municipales.
Esta denuncia pública no es nueva, pues de ello se han ocupado también la prensa local y el cronista oficial de la ciudad, sin encontrar una respuesta efectiva de la autoridad, que prefiere enfocar sus baterías en sus propios proyectos, tales como la instalación de un inútil teleférico, dizque en aras de que Torreón se convierta en un atractivo turístico.
Recordemos brevemente que el edificio del Hotel Salvador fue construido a inicios del siglo XX por instrucciones del coronel Carlos González Montes de Oca, quien fuera el segundo Presidente Municipal de Torreón en 1894, cuando nuestra ciudad todavía era considerada una villa.
El estilo arquitectónico del Hotel Salvador corresponde al conocido como Chateau de la llamada “Bella Época” francesa, previa a la Primera Guerra Mundial. El edificio en sí y los servicios que prestaba hace 100 años eran de primer nivel, e incluso hay testimonios de visitantes extranjeros que consideraban ese establecimiento de la misma categoría de los principales hoteles europeos y estadounidenses.
Se tiene conocimiento pleno de que en ese hotel se hospedaron personajes de la vida nacional, entre ellos el primer Presidente Constitucionalista, Venustiano Carranza; el Gral. Álvaro Obregón, y hasta el legendario Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa, así como personajes internacionales de alta alcurnia, entre ellos el magnate del algodón, Rafael Arocena, quien ordenó la construcción de otro edificio emblemático en Torreón, al que se le conoce hoy como el Edificio Arocena (mismo que data de 1920).
El Dr. Sergio Corona Páez, cronista oficial de Torreón, refiere que durante muchos años funcionó en su planta baja la tienda departamental “El Puerto de Liverpool”, en la que se vendía ropa y novedades de primera calidad, y en 1925 funcionó en ese lugar el primer café cantante que hubo en esta ciudad.
Sin embargo, en la actualidad en los bajos del edificio se encuentran algunos comercios que rompen los criterios de unidad que el inmueble debería tener, por ser patrimonio cultural de Torreón, afeando su fachada con enormes anuncios comerciales, al igual que otros viejos inmuebles del Centro Histórico.
Se sabe que dicho edificio fue adquirido por el comerciante de bienes inmuebles y de otros giros, Hassan Manssur, quien incluso pretendió reactivarlo de nueva cuenta como hotel, pero sin éxito pues no disponía de servicio de cochera para quienes ahí se alojaran.
Se tiene el temor de que el edificio fuera a ser derrumbado para venderse a quién se interesara en instalarse en ese céntrico lugar, no obstante estar registrado como sitio histórico inalterable.
En otras ciudades de la República las autoridades se encargan de mantener y de cuidar su patrimonio histórico, y en primer término están los edificios antiguos, que por sus características llegan a ser vistas como auténticas joyas arquitectónicas, sobre todo si tienen 100 años o más.
En Torreón no hay una normatividad vigente que establezca qué edificios deben ser objeto de cuidado y mantenimiento, e incluso hace un par de años el director de Obras Públicas del municipio, Gerardo Berlanga, declaró a un diario de esta ciudad que no se cuenta siquiera con un catálogo autorizado de edificios históricos.
Añadió que el único documento de control de esos inmuebles data de más de 20 años, estimando que alrededor de un 20 % ya han sido derrumbados, por lo que se hace necesario levantar un nuevo catálogo, actualizado, coordinadamente con representantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INHA), que son los únicos autorizados para determinar cuáles deben ser considerados edificios históricos.
Entre los que han desaparecido a la fecha están algunos que fueron verdaderas joyas arquitectónicas de nuestra ciudad, y que todavía era posible admirar en la segunda mitad del siglo pasado, como la casa de estilo morisco que se encontraba localizada en calzada Colón y avenida Abasolo, conocida como “La Alhambra”, propiedad de Fernando Rodríguez Rincón.
El arquitecto José Quiñones, director del Centro Histórico de Torreón, aseguró se han perdido veinticuatro inmuebles con valor histórico, confirmando que existe una ley federal que obliga a los propietarios de ese tipo de edificios a mantenerlos conservados.
Total, la situación no está resuelta del todo y por consecuencia hay necesidad de que se pongan a trabajar los integrantes del Consejo del Centro Histórico, pero para ello se requiere que los apoyen de manera efectiva autoridades municipales y estatales, y no como sólo acostumbran hacerlo, o sea con declaraciones optimistas que simplemente quedan en nada.

¡Hasta la próxima!