La intención del gobierno de autorizar
los matrimonios homosexuales causó enfrentamientos de quienes apoyan la
modalidad y quienes se oponen porque consideran como único el “modelo
tradicional”, formado por una pareja heterosexual y sus hijos y excluyen otros
tipos de familia, en la que los integrantes pueden ser consanguíneos o no. El
debate al respecto ocasionó numerosas manifestaciones y protestas instigadas
por distintas iglesias, principalmente la católica. El texto aproducido en
septiembre es de la autoría de Jésus
Máximo Moreno Mejía.
La responsabilidad es antes que la usanza
Parafraseando a P. Hindenburg
Dos
organizaciones antagónicas se manifestaron públicamente en la Ciudad de México
el pasado mes de septiembre en defensa de sus ideas: unos por la denominada
familia tradicional y otros por el matrimonio igualitario. Los dos con puntos
de vista muy respetables, pero inadmisibles ya que olvidaron que existen dos valores que están por encima de
las costumbres y la equivalencia: la Libertad y la Responsabilidad.
La unión de un
hombre y una mujer con el fin de procrear hijos es considerada una institución
en todo el mundo, pero en la actualidad han surgido ideas modernas que no
compaginan con lo anterior, como es la alianza de dos personas de un mismo sexo
con finalidades similares al matrimonio tradicional, incluyendo la crianza de
infantes.
Juzgar el
comportamiento ajeno es parte de la condición humana y en ocasiones elevamos
nuestro pensamiento a nivel de dogma, sin considerar que no todos razonamos
igual y descalificamos en ocasiones la opinión de otras personas, equivocadas o
no.
La Libertad es
la facultad natural que tiene el ser humano de obrar de una manera o de otra, o
sea el libre albedrío, que el mismo San Agustín identificó como “la libertad
concedida al hombre para tener los méritos requeridos (para ser bueno o no), no
por necesidad sino por su libre voluntad”.
Ahora bien,
hasta hace no muchos años las personas que nacían con tendencia homosexual
tenían “que vivir en el closet”, ya fuera reprimiéndose voluntariamente o por
decisión de sus familiares (en primera instancia sus padres, hermanos, tíos o
tutores).
Sin embargo,
demostrado está que el homosexual nace como tal (no se hace), pues las hormonas
que rigen su comportamiento ya están presentes en el feto a través de sus
glándulas, desde el hipotálamo a través de la glándula pituitaria (hipófisis),
y por consiguiente no se trata de una enfermedad sino una condición de vida, y
por lo tanto es su particular naturaleza, según lo establecen las
investigaciones del Dr. Simón Le Vay, neurocientífico y neurobiólogo
británico-estadounidense, dedicado al estudio de la homosexualidad humana.
Desgraciadamente,
hay grupos homofóbicos que niegan las bases científicas del porqué de la
homosexualidad, y en cambio es ésta (para ellos) una “desviación o una
depravación” de dichos individuos, y por extensión de las mujeres lésbicas (que
en realidad son homosexuales, pero del género femenino por sus condiciones
anatómicas y fisiológicas).
Entendemos que
el problema de no reconocer los matrimonios igualitarios tiene otras ángulos a
considerar, pues la palabra matrimonio en su correcta acepción es la unión de
un hombre con una mujer, pero al complementarse con el adjetivo igualitario,
entraña entonces una parecido a la institución matrimonial, que incluso
propugna por una igualdad social.
En nuestro
estado se reconoció civilmente a las de uniones igualitarias como un Pacto
Civil de Solidaridad, pero derogándose éste en 2014 en el Código Civil de
Coahuila (el primero en reconocer ese tipo de anexión de personas de un mismo
sexo en todo el país), para dar paso a la figura jurídica denominada Sociedad
de Convivencia, equivalente al matrimonio de un hombre y una mujer, e incluso
con la libertad de decidir la posibilidad de procrear un hijo por algún método
científico o bien adoptar menores en su seno.
Por cierto, en
la Ciudad de México también se reconoce el matrimonio igualitario, no así en
otras entidades del territorio nacional, y de ahí que se luche por no ser a
nivel nacional.
Uno de los
principales motivos de protesta de quienes no están de acuerdo con los
matrimonios igualitarios, es la posibilidad de tener niños a su cuidado ya sea
por adopción o por haberlos procreado mediante algún método de reproducción no
convencional, pues hay quienes han expresado su temor de que esos infantes
“sean pervertidos” o de ser criados en un ambiente diferente a lo tradicional,
“volviéndolos unos inadaptados”, según lo aseguran.
Definitivamente
que lo anterior es un pensamiento negativo, pues se prejuzga a dichas parejas,
sin detenerse a considerar que existen matrimonios heterosexuales (o sea entre
un hombre y una mujer), que no educan responsablemente a sus hijos:
induciéndolos a cometer delitos graves y/o bien a prácticas perversas, tales
como robar, agredir a personas, mentir para obtener ventaja, etc., y por
consecuencia absteniéndose de enseñarles el camino correcto; a que se aparten
de los vicios y de las malas compañías; a comportarse con decoro y a no ceder a
bajas pasiones o a vicios.
De toda esta
situación existe un sinnúmero de ejemplos, por lo que entonces debe pugnarse
por lograr que todos los padres de familia, heterosexuales y homosexuales, se
comporten responsablemente en su misión de educadores en lugar de participar en
grupos homofóbicos, por encargo de personas e instituciones con ideas
retrógradas.
En suma,
luchemos por erradicar el lastre que nos mantiene en una maraña de
anti-valores, que incluye la corrupción que padecemos en todos los niveles de nuestra
sociedad y no sólo a nivel de la clase política (si bien hay un buen número de
estos que destacan), pues con el manejo de consciencias sólo se logrará seguir
manteniendo la ignorancia que nos imponen los poderosos en su provecho, sin
poder avanzar a favor de la sociedad en general.
En suma,
comencemos siendo verdaderamente responsables de nuestros actos, cumpliendo con
todo aquello que nos corresponde hacer en lo individual, por nosotros mismos,
por nuestra familia y por la comunidad en la que vivimos local, regional y
nacionalmente.
¡Hasta la próxima!
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