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René Delgado Ballesteros |
Los
panistas primero ganaron el gobierno, pero perdieron el partido, luego de doce
años pierden al mismo tiempo el gobierno y el partido, según la más reciente
entrega de la columna Sobreaviso que escribe René Delgado Ballesteros en diferentes medios nacionales. Josefina Vázquez Mota se hizo de la candidatura pero, con un handicap, los ataques de Cordero en su contra fueron batería gratuita
para el priismo. Eso sí, los calderonistas de cepa se pusieron un salvavidas.
Hasta el jefe de campaña de Vázquez Mota se
puso uno. Cordero, Lozano, Lujambio, Salvador Vega, Gabriela Cuevas, Mariana Gómez del Campo, Luisa María Calderón y, desde luego, Gil aseguraron
un escaño en el Senado. Antes de escuchar el grito "sálvese el que
pueda", amigos y familiares ya traían los flotis puestos. El texto se
publicó en El Siglo de Torreón y
usted lo puede ver directamente en el siguiente enlace:
El
calderonismo cumplió a carta cabal con su divisa... pero al revés: perdió el
gobierno, sin ganar el partido. Y, aun frente a la evidencia, el residuo de esa
corriente no acaba de digerir su doble derrota. El problema es que su dispepsia
política terminará por golpear las posibilidades de Acción Nacional y, quizá,
las del país mismo.
Muchas
de las calamidades políticas y sociales que hoy abaten al país -la peor, pero
no la única: dar con los desaparecidos- son resultado de esa gestión. La deuda
del calderonismo con la nación es enorme, pero su expresión residual no lo
considera así.
Como
la reina Grimhilde de Blancas Nieves, los calderonistas se irritan cuando el
espejito ya no replica que son los más bonitos del reino perdido y, en su
furia, poco les importa hundir aún más a su propio partido y de paso arrastrar
al país... regalan manzanas envenenadas.
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Carlos Salinas de Gortari |
De
no ser por su probable consecuencia, darían risa las reacciones del
calderonismo residual frente al cese de Ernesto Cordero, como coordinador
parlamentario de su fracción en el Senado. Atribuyen a la arbitrariedad su
destitución, en vez de asumirla como una derrota más en su lucha por tomar el
control del partido. Tal parece que así como hay un infantilismo de izquierda,
también lo hay de derecha.
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Vicente Fox Quesada |
¿De
cuándo data esa lucha y cuáles han sido sus etapas? De agosto de 2010, cuando
Gustavo Madero renunció a la coordinación de los senadores albiazules y anunció
su pretensión de encabezar al partido. Ahí arrancó la loca carrera y cadena de
errores del calderonismo. ¿Por qué ganó Madero? Porque cuando el calderonismo
era bravo hasta a los de casa mordía y, justamente, con quienes hoy hace coro
Roberto Gil, lo bloquearon; y porque, desde Los Pinos, se mandaron señales
equívocas de a quién querían al frente de Acción Nacional, que, entonces, veían
como su patrimonio. Querían el partido y, desde ahí, controlar la sucesión.
El
4 de diciembre de ese año, Madero se alzó con la victoria y además recibió un
bono extra. En la derrota el calderonismo se dividió y una parte rechazó
negociar posiciones en el Comité Ejecutivo y con su capricho le dio carta
blanca a Madero para integrar a su equipo.
***
El
segundo capítulo de su derrota vino en los prolegómenos de la precampaña por la
candidatura presidencial.
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Diego Fernández de Ceballos |
Anotados
en la competencia mucho antes de su inicio estaban Santiago Creel y Josefina
Vázquez y, luego, un desorientado: el entonces gobernador de Jalisco, Emilio
González. Por el lado del calderonismo se apuntaron Javier Lozano, Alonso
Lujambio y, el delfín sin aletas, Ernesto Cordero. El desorientado de ese
bando, lo personificó Heriberto Félix Guerra. Tal cantidad de calderonistas con
supuesta talla de estadista, mandaba un mensaje: tantos era igual a ninguno.
Uno
a uno se fueron bajando los calderonistas, según esto, para fortalecer a
Ernesto Cordero que, de a tiro por declaración, dejaba ver que lo suyo, lo suyo
no era ser presidente de la República. Al registro formal de las
precandidaturas llegaron Creel, Vázquez Mota y Cordero. Las posibilidades de Creel
se fueron diluyendo y Cordero creyó acrecentar las suyas golpeando a Vázquez
Mota, bajo los postulados de la guerra sucia -espionaje, incluido- a la que
tanto se aficionaron los calderonistas. La debilitaba, pero él no se
fortalecía.
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Felipe de Jesús Calderón |
La
siguiente derrota del calderonismo no tardó en llegar, perdieron la candidatura
presidencial de nuevo con un ingrediente extra.
Josefina
Vázquez Mota se hizo de la candidatura pero, con un handicap, los ataques de
Cordero en su contra fueron batería gratuita para el priismo. Eso sí, los
calderonistas de cepa se pusieron un salvavidas. Hasta el jefe de campaña de
Vázquez Mota se puso uno. Cordero, Lozano, Lujambio, Salvador Vega, Gabriela
Cuevas, Mariana Gómez del Campo, Luisa María Calderón y, desde luego, Gil aseguraron
un escaño en el Senado. Antes de escuchar el grito "sálvese el que
pueda", amigos y familiares ya traían los flotis puestos.
Cuanto
el calderonismo pudo hacer para que Vázquez Mota perdiera, lo hizo. La divisa
parecía ser: si no es de los nuestros, no será de ella. A esa idea, la propia
candidata sumó sus propios errores hasta asegurar la derrota como destino. No
al segundo, al tercer lugar cayó el panismo y, entonces, el calderonismo hizo
su mejor imposible: hacer de la derrota su victoria. Facturaron el resultado a
Gustavo Madero, presionaron su renuncia y nada. Un revés más en su cadena de
errores.
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Después
de perder el gobierno -por así denominar esa administración-, el calderonismo
modificó su ambición y divisa: intentó ganar el partido.
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Gustavo Madero |
Propuso
refundar el partido y la idea fue rechazada, ensayó fijar la agenda de la
asamblea y se la modificaron, quiso realizar el cónclave antes de que su líder
dejara Los Pinos y se realizó en marzo y, por último, quiso erigirse como
interlocutor del nuevo gobierno y no pudo. No ganaron una, el equipo de Madero
los derrotó en toda la línea. De esa carrera y cadena de errores hoy queda el
calderonismo residual, que aún no digiere la derrota ni se explica por qué el
espejito no lo reconoce como lo mejor del reino perdido.
***
Por
todo eso, asombra la reacción del calderonismo ante el cese de Cordero. Quienes
hicieron todo lo necesario para entregar el gobierno al priismo, ahora
denuncian que Madero quiere convertir a Acción Nacional en satélite del partido
en el poder. Por favor. Cosa de verse en el espejo y en vez de preguntar,
responder qué fue lo que hicieron.
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Ernesto Cordero |
Daría
risa el calderonismo residual, pero el asunto no es para eso. Boicotear a
Madero rebasa con mucho el afán de reemplazarlo, golpea un Pacto de por sí limitado
en un momento en que el país se desbarata, en buena medida por la gestión
calderonista. Michoacán se desploma y en las mismas anda Guerrero. La
indagatoria de los probables vínculos de algunos maestros con grupos armados en
Oaxaca inquieta. El pantano de la corrupción en Tabasco es insondable. La
incompetencia electoral y gubernamental en Veracruz cualquier día dará una
ingrata sorpresa. La economía no muestra los signos deseables. La violencia
social y criminal no deja de llamar a la puerta.
Suficiente
daño provocó el calderonismo al país para venir, ahora, a cobrar pequeñas
venganzas que restan cohesión y unidad a un partido opositor ya de por sí
maltrecho, pero fundamental en la recomposición del país. La mezquindad del
calderonismo con su propio partido y con el país no debe encontrar espacio.
Perdieron el gobierno sin ganar el partido, ahora intentan descarrilar la
política que, en su fragilidad, no acaba de enrielarse. Es increíble.
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