Gerardo Hernández González. |
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La
Laguna suele mirar poco hacia otras zonas del estado. Menos se ha preocupado
por ellas en tiempos de crisis. Y hoy que la otrora comarca más pujante y
orgullosa sufre agobios, las demás tampoco se detienen ni arriman el hombro. En
parte se debe a lo dilatado de Coahuila y a su división en seis regiones
claramente definidas e inconexas, algunas separadas de su fundación por varios
siglos: Norte, Centro, Carbonífera, Sureste, Laguna y Desierto.
Javier Villarreal Lozano. |
“Los
laguneros no hemos realizado la tarea desde hace muchos, pero muchos años. Pero
seguramente nunca nos trataron igual los gobernadores, de Flores Tapia hasta el
actual. Flores Tapia nunca nos trató igual. Si su trato fue igualitario. ¿Cuál
fue la razón por la que no puso aquí la planta de GM y en Saltillo Chrysler?
“Otro
dato importante: le recuerdo que Monclova tuvo el primer alcalde panista, pero
si (Flores Tapia) hubiera respetado la elección en Torreón, hubiera sido Edmundo
Gurza. Me preguntó ¿por qué los gobernadores más deficientes le dan a Torreón
edificios nuevos para los alcaldes? Si queremos solucionar el lastre principal,
debemos estar con el Estado de la Laguna, y luego ya ser dueños de nuestro
destino y no depender de funcionarios deficientes”.
David,
el problema es que el destino de las grandes inversiones —automotrices o de
otra índole— no se decide en Saltillo, sino en sedes corporativas localizadas
en Estados Unidos, Europa y Asia, según las condiciones y ventajas de cada
región. Flores Tapia cometió errores, pero uno de sus méritos consistió en
lograr que General Motors y Chrysler se establecieran en Coahuila. Las otras
opciones eran Nuevo León y Guanajuato. El clúster automotriz Saltillo-Ramos
Arizpe se debe a los empresarios, no al Gobierno.
Óscar Flores Tapia. |
“Me
parece un análisis ponderado (…) y apegado a la triste realidad que vive tu
ciudad natal. El contraste del ánimo de La Laguna con el de Monclova es muy
ilustrativo. La Ciudad del Acero, como la llamaba el ingeniero Pape, ha
enfrentado muchísimas y graves dificultades, y sin aspavientos ha sabido
superarlas.
“En
cambio —es triste decirlo— platicar con algunos laguneros ya resulta
deprimente; sólo escucha uno quejas a propósito de Saltillo o bien lamentos por
el deterioro de la ciudad. Estoy convencido que La Laguna podría volver a ser
pronto una laguna (aunque salada) si alguien se ocupara de acumular los ríos de
lágrimas que vierten constantemente algunos de sus habitantes”.
Los
laguneros necesitan sacudirse el victimismo y recordar que La Comarca se
construyó en el surco, no en la hamaca; bajo el sol abrasador, no a control
remoto desde la comodidad de un resort. El maná que debía llover ya cayó. Hoy
las condiciones son otras y deben adaptarse a ellas si en realidad desean
despuntar de nuevo.
Para
lograrlo, tienen el ejemplo de liberalidad, trabajo, tesón y mesura de sus
mayores. Retomar su espíritu sería un buen principio. Por olvidar esos valores
y preferir los atajos, la ostentación y la riqueza fácil, que solo trajo
consigo muerte y destrucción, La Laguna es hoy un remedo de lo que
fue.
Pero
mientras no se mire en ese espejo, seguirá donde está.
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