René Delgado Ballesteros |
René Delgado Ballesteros se muestra según acostumbra, como un acucioso analista político
y nos dice en su entrega de hace ocho días que: “La derecha manifiesta su
decisión de ir con el gobierno y su partido por la reforma energética pero, en
vez de trabajar una sola iniciativa, perfila la suya por fuera del Pacto en que
se inscribe. A esa contradicción, otro sector de esa derecha, en sintonía con
la izquierda, agrega otra: coloca, como precondición para abordar la reforma
energética, aprobar la reforma política y lanza, por fuera del Pacto, su
propuesta sobre el particular”. La columna Sobreaviso se publica cada ocho días en El Universal y en los diarios de Grupo Reforma.
La
economía no avanza a ritmo de marcha, sino a paso de tortuga. El júbilo por la
captura de uno de los más sanguinarios criminales en Tamaulipas se desvanece
frente a la violencia insomne de otros cárteles en Michoacán. Y la oposición
fracturada no resiste, apenas contiene a un gobierno que no acaba de calibrar
su fuerza y posibilidad.
En
tal circunstancia, el impasse marcado por el verano -a punto de terminar- exige
reflexionar dónde estamos y a dónde se quiere ir.
Los
errores de cálculo o el desencuentro entre la clase política podrían recolocar
al país en la senda de los círculos viciosos, de los ciclos sexenales que
arrancan en la esperanza y concluyen en la frustración.
***
El
Pacto por México tiene por virtud reponer causas nacionales y evitar el
desmadejamiento de los partidos cuya incapacidad para entenderse hacia adentro
y hacia afuera amenaza con su debilitamiento y cuya fragilidad los arrodilla
ante los poderes fácticos. Y el Pacto por México tiene por vicio convertirse en
la obsesión del sexenio o la necedad de presentar un continente sin contenido
y, por lo mismo, en la nueva simulación de un proyecto sin destino.
Lo
que sea que suene dicta el ansia de contar con una certidumbre, cualquiera que
ésta sea. Sin embargo, la profundidad del abismo arredra la tentación de cortar
las cuerdas de ese puente colgante que es el Pacto y que es, hasta ahora, el
único camino para alcanzar la otra orilla.
Sí,
el Pacto limita si no es que suplanta el tradicional rejuego entre los poderes
Ejecutivo y Legislativo, como el de esos poderes con los partidos, entendidos
éstos más allá de sus solas dirigencias. Es cupular el Pacto, sí, desde luego.
Pero, luego de más de 15 años de practicar sin resultados el gobierno dividido,
la circunstancia exige ensayar derroteros distintos al recorrido y, hasta
afirmar el paso, restablecer de un modo distinto aquel rejuego que se cifra en
la palabra democracia.
Pueden
quejarse las fracciones parlamentarias de ver disminuido su rol en el marco del
Pacto, pero no pueden negar la parálisis que durante años ha provocado su
incapacidad de entendimiento entre ellas, como con el Poder Ejecutivo.
***
La
división que, poco a poco, devora la función y la posibilidad de las
oposiciones las coloca en un absurdo.
La
derecha manifiesta su decisión de ir con el gobierno y su partido por la
reforma energética pero, en vez de trabajar una sola iniciativa, perfila la
suya por fuera del Pacto en que se inscribe. A esa contradicción, otro sector
de esa derecha, en sintonía con la izquierda, agrega otra: coloca, como
precondición para abordar la reforma energética, aprobar la reforma política y
lanza, por fuera del Pacto, su propuesta sobre el particular.
A
su vez, la porción de la izquierda aliada a la derecha manifiesta seguir con
ella, pero no en la reforma energética si ésta toca la Constitución y,
entonces, sin salirse del Pacto, pero sin asumirse plenamente dentro, perfila
su idea de reforma, al tiempo que con la derecha enarbola la idea de ir,
primero, por la reforma política.
Tal
grado de esquizofrenia sugiere la intención de poner en práctica el refrán de
"dando y dando, pajarito volando" sin considerar que su definición es
la de un trueque o un intercambio justo. Pero esa política, frecuentemente
practicada, casi siempre arroja no un intercambio justo sino una transa, donde
unos y otros juegan al engaño para obtener por ganancia otro engaño. ¿Quieren
canjear recursos petroleros para el gobierno por recursos políticos para los
partidos, en el eterno juego del reparto del poder que deja de lado el sentido
del gasto y el sentido del poder?
***
El
gobierno y su partido, por su parte, están empeñados en sostener el Pacto a
como dé lugar. Es comprensible el empeño porque, como quiera, les ha rendido
frutos: les sirve para entretener y divertir -en el doble sentido de esta
última expresión- a las oposiciones y les sirve de blindaje, así sea ligero, ante
las presiones de los poderes fácticos.
Desde
esa perspectiva, asombra que justamente gobierno y partido en el poder hayan
precipitado el debate sobre la reforma energética sin ni siquiera presentar su
propio proyecto y, además, sin ni siquiera asegurar y concretar las reformas
relacionadas con la educación y las telecomunicaciones. Se entiende su
urgencia, pero no su estrategia.
Es
cómodo operar mientras la oposición se encarga de sí misma, pero es imposible
hacerlo sin contar con los instrumentos necesarios y, en eso, el gobierno
depende en buena medida del apoyo de las oposiciones. Es una contradicción de
no muy fácil solución, que demanda una definición más clara y una operación
política mucho más fina.
***
En
esas estamos y con la preocupación de no saber, a ciencia cierta, a dónde
vamos. De ahí, la urgencia de reflexionar, de aprovechar el impasse antes de su
conclusión.
Por
varias razones, el sentido común señala la conveniencia de postergar las
reformas energética y política. La primera y principal porque es preciso
concluir las reformas iniciadas y abordar otras también necesarias, que no
tensan ni confrontan al gobierno y los partidos como las mencionadas. La
segunda porque el socorrido trueque de recursos va a terminar donde siempre ha
concluido: consiguiendo algo, sin alcanzar lo necesario.
Dos
razones extra para postergarlas. La reforma político-electoral porque, aunque
las fracciones juran demandarla en nombre de la patria, es más del interés de
sus partidos que de la nación o la ciudadanía. La reforma energética porque,
plantear la apertura de Pemex a la inversión privada reclama un ejercicio
previo y fundamental que no supone modificar la Constitución: sanear la
empresa, a partir de una radical reforma administrativa y organizativa. Abrir
la empresa a la participación privada en la mar de corrupción, desorganización
e ineficiencia en la que nada, da ventajas al capital privado que resuelve
entrarle y, en su actual condición, no garantiza la llegada de recursos en la
proporción calculada.
¿Hasta
cuándo la postergación? De la reforma política-electoral, hasta después de la
elección intermedia. De la energética, hasta finales del año entrante, cuando
la reforma administrativa puesta en marcha desde ahora perfile un nuevo
horizonte para Pemex.
***
Precipitar
esas reformas sin asegurar las ya emprendidas terminará por vaciar al Pacto sin
que el gobierno y los partidos se rehagan ni recuperen espacio frente a los
poderes fácticos que los tienen contra la pared.
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