Roberta Garza. |
Prácticamente ninguno de los opinadores de los medios pudieron sustraerse a comentar acerca del affaire entre Carmen Aristegui y Laura Bozzo, incluso Roberta Garza a quien el pleito le pareció de escasa importancia se ocupó del asunto y entre otras cosas señaló en su entrega del pasado 1 de octubre: “Lo que a nadie parece interesarle es plantear en serio una discusión crítica sobre los medios en general, o sobre el ejercicio periodístico en particular, uno que casi siempre ofrece dos sopas: la reproducción de los boletines oficiales omitiendo los datos más básicos —dónde, por qué, quién, etcétera— o editoriales insustanciales pero glorificados que se hacen pasar por reportajes. Del asesinato consuetudinario de la lengua castellana, ni hablemos. Veamos mejor un dato duro cortesía de Héctor Villarreal que retrata los intereses del homo videns mexicano: el affaire Bozzo-Aristegui mereció hasta hace pocos días 340 mil tuits. El quehacer del coordinador nacional de Protección Civil, 480 y, el foro donde académicos señalaron a México como primer difusor de pornografía infantil, 881”. El texto fue tomado de Milenio Diario Laguna, donde habitualmente se publica los martes.
Porque
de eso se alimenta el ágora mexicana: no de consensuar nuestro rumbo como
nación, sino de tomar partido, como si de un partido de futbol habláramos, para
dibujarnos de uno u otro modo ante los ojos de los demás. La duda o el
claroscuro son estorbos, porque comprometen la lealtad a causas que son
trincheras donde no hay interlocutores, sino adversarios o enemigos. Para el
biempensante mexicano lo procedente no es buscar en los hechos lo mejor para el
país, la ciudad o siquiera la cuadra: es morirse jurando que toda izquierda es
buena y toda derecha es mala buscando pasar por progresista. No importa que,
bajo la más estricta definición económica y social, en México no existan ni la
una ni la otra, ni tampoco que haya sociedades felices y prósperas, o todo lo
contrario, bajo ambas. En el mismo tenor los transgénicos son tóxicos y hay que
prohibirlos o, de perdido, boicotearlos.
Laura Bozzo. |
El
que no haya un solo estudio que pruebe su malignidad es lo de menos cuando
recordamos que todos y cada uno de los alimentos procesados los llevan
—mayonesas, salsas, chiles, masa de tortillas, aceites de cocina y un largo
etcétera—, y los seguirán llevando porque, de otro modo, el costo de la comida
sería prohibitivo, pero estas consideraciones han de ser imperialistas porque sin
maíz no hay país y sanseacabó. Y, claro, la última y nos vamos: Laura Bozzo
merece ser echada de México por haber osado ponerse a las patadas con Carmen
Aristegui.
Por
si alguien pregunta, mi opinión es que Bozzo merece ser echada, a secas. Hay un
motivo para cada gusto y género: por su pasado como esbirro del fujimorismo;
por su color naranja Simpson; por sus modos de verdulera venida a más o por
llamarle periodismo a una escenificación sensiblera y narcisista. Por otro
lado, lo que hace Aristegui no es de mi devoción, por una parcialidad que,
aunque honesta, a veces cae en un desaseo jamás admitido, como sucedió en el
tratamiento del supuesto alcoholismo del ex presidente Calderón, entre otros.
Lo que nadie duda es que la señora es periodista y que, a estas alturas,
difícilmente necesita mojarse para probar nada.
Carmen Aristegui. |
El
asunto es que ya salieron las voces de costumbre a pedir censura no solo para
el programa de la Bozzo, sino, ya instalados en el guión, para todo lo que
hacen Televisa y Tv Azteca, mientras ascienden a Aristegui a los altares. La
paradoja perdida es que igualito hace la peruana en sus programas: acoge en su
seno a quien ella designa arbitrariamente como víctima mientras lincha al
también arbitrariamente nombrado desgraciado.
Lo
que a nadie parece interesarle es plantear en serio una discusión crítica sobre
los medios en general, o sobre el ejercicio periodístico en particular, uno que
casi siempre ofrece dos sopas: la reproducción de los boletines oficiales
omitiendo los datos más básicos —dónde, por qué, quién, etcétera— o editoriales
insustanciales pero glorificados que se hacen pasar por reportajes. Del
asesinato consuetudinario de la lengua castellana, ni hablemos. Veamos mejor un
dato duro cortesía de Héctor Villarreal que retrata los intereses del homo
videns mexicano: el affaire Bozzo-Aristegui mereció hasta hace pocos días 340
mil tuits. El quehacer del coordinador nacional de Protección Civil, 480 y, el
foro donde académicos señalaron a México como primer difusor de pornografía
infantil, 881.
A
ver, censuremos eso.
Twitter: @robertayque
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