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7 de octubre de 2013

Carmen vs. Laura

Roberta Garza.
Prácticamente ninguno de los opinadores de los medios pudieron sustraerse a comentar acerca del affaire entre Carmen Aristegui Laura Bozzo, incluso Roberta Garza a quien el pleito le pareció de escasa importancia se ocupó del asunto y entre otras cosas señaló en su entrega del pasado 1 de octubre: “Lo que a nadie parece interesarle es plantear en serio una discusión crítica sobre los medios en general, o sobre el ejercicio periodístico en particular, uno que casi siempre ofrece dos sopas: la reproducción de los boletines oficiales omitiendo los datos más básicos —dónde, por qué, quién, etcétera— o editoriales insustanciales pero glorificados que se hacen pasar por reportajes. Del asesinato consuetudinario de la lengua castellana, ni hablemos. Veamos mejor un dato duro cortesía de Héctor Villarreal que retrata los intereses del homo videns mexicano: el affaire Bozzo-Aristegui mereció hasta hace pocos días 340 mil tuits. El quehacer del coordinador nacional de Protección Civil, 480 y, el foro donde académicos señalaron a México como primer difusor de pornografía infantil, 881”. El texto fue tomado de Milenio Diario Laguna, donde habitualmente se publica los martes.

Porque de eso se alimenta el ágora mexicana: no de consensuar nuestro rumbo como nación, sino de tomar partido, como si de un partido de futbol habláramos, para dibujarnos de uno u otro modo ante los ojos de los demás. La duda o el claroscuro son estorbos, porque comprometen la lealtad a causas que son trincheras donde no hay interlocutores, sino adversarios o enemigos. Para el biempensante mexicano lo procedente no es buscar en los hechos lo mejor para el país, la ciudad o siquiera la cuadra: es morirse jurando que toda izquierda es buena y toda derecha es mala buscando pasar por progresista. No importa que, bajo la más estricta definición económica y social, en México no existan ni la una ni la otra, ni tampoco que haya sociedades felices y prósperas, o todo lo contrario, bajo ambas. En el mismo tenor los transgénicos son tóxicos y hay que prohibirlos o, de perdido, boicotearlos.
Laura Bozzo.
El que no haya un solo estudio que pruebe su malignidad es lo de menos cuando recordamos que todos y cada uno de los alimentos procesados los llevan —mayonesas, salsas, chiles, masa de tortillas, aceites de cocina y un largo etcétera—, y los seguirán llevando porque, de otro modo, el costo de la comida sería prohibitivo, pero estas consideraciones han de ser imperialistas porque sin maíz no hay país y sanseacabó. Y, claro, la última y nos vamos: Laura Bozzo merece ser echada de México por haber osado ponerse a las patadas con Carmen Aristegui.
Por si alguien pregunta, mi opinión es que Bozzo merece ser echada, a secas. Hay un motivo para cada gusto y género: por su pasado como esbirro del fujimorismo; por su color naranja Simpson; por sus modos de verdulera venida a más o por llamarle periodismo a una escenificación sensiblera y narcisista. Por otro lado, lo que hace Aristegui no es de mi devoción, por una parcialidad que, aunque honesta, a veces cae en un desaseo jamás admitido, como sucedió en el tratamiento del supuesto alcoholismo del ex presidente Calderón, entre otros. Lo que nadie duda es que la señora es periodista y que, a estas alturas, difícilmente necesita mojarse para probar nada.
Carmen Aristegui.
El asunto es que ya salieron las voces de costumbre a pedir censura no solo para el programa de la Bozzo, sino, ya instalados en el guión, para todo lo que hacen Televisa y Tv Azteca, mientras ascienden a Aristegui a los altares. La paradoja perdida es que igualito hace la peruana en sus programas: acoge en su seno a quien ella designa arbitrariamente como víctima mientras lincha al también arbitrariamente nombrado desgraciado.
Lo que a nadie parece interesarle es plantear en serio una discusión crítica sobre los medios en general, o sobre el ejercicio periodístico en particular, uno que casi siempre ofrece dos sopas: la reproducción de los boletines oficiales omitiendo los datos más básicos —dónde, por qué, quién, etcétera— o editoriales insustanciales pero glorificados que se hacen pasar por reportajes. Del asesinato consuetudinario de la lengua castellana, ni hablemos. Veamos mejor un dato duro cortesía de Héctor Villarreal que retrata los intereses del homo videns mexicano: el affaire Bozzo-Aristegui mereció hasta hace pocos días 340 mil tuits. El quehacer del coordinador nacional de Protección Civil, 480 y, el foro donde académicos señalaron a México como primer difusor de pornografía infantil, 881.
A ver, censuremos eso.
Twitter: @robertayque

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