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6 de octubre de 2013

El que paga manda

Adela Celorio.
Dice la escritora Adela Celorio y dice bien: “Como usted ya sabe pacientísimo lector, yo no soy analista política y mi sentido de la economía es cebollero: Nada de gastar lo que no se tiene. Nadie se llena la panza en restaurantes de lujo ni viaja en primera clase, mientras haya un niño sin pan, sin techo, sin libros. Ni modo, así me enseñaron. Bienvenido un aumento de impuestos si sirve alertar a los causantes. Ni un peso más hasta que no se corrija la delincuencia que los mandatarios cometen contra los ciudadanos que somos los mandantes. No hay que olvidar que el que paga manda”. El texto corresponde a la más reciente entrega – el sábado anterior- que se publicó en el periódico regional El Siglo de Torreón.
    
Yo por supuesto no voté por Peña Nieto. De él tenía pocas e intrascendentes referencias, pero había vivido durante varios sexenios la desmoralizadora experiencia del priismo en el poder. Sabía -como todo el mundo y como obligatoriamente nuestro presidente sabe; las bien trenzadas redes de complicidad con que se sostienen los miembros de ese partido, y del severísimo daño moral que con su ejemplo, han hecho a varias generaciones de mexicanos. "Según los gobernantes, así todos los habitantes". Si los hermanos Salinas de Gortari (todos) los Moreiras, Marines y Montieles -sólo para nombrar unos cuantos. Si cada sexenio produce algunos cientos de oligarcas rapaces que pueden amasar fortunas "inexplicables mas no ilícitas" sin que nadie les toque un pelo: vale la pena intentarlo.
Enrique Peña Nieto.
La corrupción institucionalizada por el PRI ha conseguido confundirnos de tal manera, que el gremio magisterial no ha dudado en nombrar a Elba Esther Gordillo nada menos que líder moral. A eso hemos llegado. Es por esas razones por las que a la hora de votar no pensé en el candidato sino en el impresentable partido que lo sostenía: un nuevo PRI con las mismas caras, los mismos gestos y hasta una Rosario Robles reciclada. Un nuevo PRI con las viejas mañas y el mismo cinismo. Los mismos oligarcas del Partido; que indudablemente estarán pasando la cuenta por su apoyo e imponiendo sus condiciones a Peña Nieto. ¡Lástima! No, no voté por nuestro Presidente, pero me gusta la energía con que promueve sus propuestas.
Que si el pacto por México, que si la Reforma Educativa, que si la Cruzada contra el Hambre, que si la Reforma Energética. Me ha gustado también su decisión de asistir personalmente la desgracia de nuestros hermanos que están con el agua hasta el cuello. Ojalá no quede en puras promesas y la próxima temporada de huracanes nos encontremos una vez más ante el mismo escenario. Sí, me gusta la energía y la velocidad con que Peña Nieto toma decisiones y desde luego, la que más me entusiasma es la Reforma Hacendaria, que aunque va dirigida como siempre a los bolsillos de los causantes cautivos, o sea la clase media quienes por cierto ya estamos hasta el cogote con los gasolinazos, el pago inevitable de escuelas privadas dada la probada incapacidad del gobierno de proveer educación de calidad, o aunque sea sin calidad, a todos los niños mexicanos.
Estamos decía, hasta el cogote por el altísimo costo que debemos desembolsar para proveernos por nuestra propia cuenta la elemental seguridad que el gobierno es incapaz de proveernos. Me entusiasma la propuesta de aumentar los impuestos porque ofrece a la ciudadanía la oportunidad de exigir un reajuste en las desgobernadas finanzas del gobierno.
La oportunidad de convocar -que para eso sirvan las redes sociales- a unirnos para dejar de pagar los impuestos hasta que veamos una verdadera y palpable reforma ética, un atisbo de decencia en el comportamiento de todo funcionario público con acceso a los dineros del pueblo. Es vergonzoso arrancar una Cruzada contra el Hambre, cuando mantenemos principescamente a quinientos diputados -de los cuales sobran cuatrocientos cincuenta- la mayoría iletrados y ¡ay! -aquí debería escribir hue..., pero no me gusta usar esa palabra- prefiero decir somnolientos, trasnochados, borrachines, faltistas y rapaces.
Una Reforma Hacendaria con su respectiva subida de impuestos, nos impone exigir una reforma ética. Impone unirnos para suspender el pago de impuestos hasta que se nos informe con toda claridad en qué consiste enriquecimiento inexplicable más no ilícito. Que se nos aclare la inquietante incongruencia entre la Cruzada contra el Hambre que ha emprendido nuestro presidente, y los gastos millonarios e injustificables de los Partidos Políticos que entre otras barbaridades convierten muchos millones de pesos en basura publicitaria. Como usted ya sabe pacientísimo lector, yo no soy analista política y mi sentido de la economía es cebollero: Nada de gastar lo que no se tiene. Nadie se llena la panza en restaurantes de lujo ni viaja en primera clase, mientras haya un niño sin pan, sin techo, sin libros. Ni modo, así me enseñaron. Bienvenido un aumento de impuestos si sirve alertar a los causantes. Ni un peso más hasta que no se corrija la delincuencia que los mandatarios cometen contra los ciudadanos que somos los mandantes. No hay que olvidar que el que paga manda.

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