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17 de noviembre de 2010

IEPC: a grandes males…


Capitolio

Por: Gerardo HERNÁNDEZ GONZÁLEZ

Hay frases lapidarias que definen una circunstancia, a una persona, a una institución, inciden en el ánimo social y las marcan para siempre. En la crisis de 1976, el presidente López Portillo prometió, rabioso, defender el peso “como un perro”, y así se le quedó. Su residencia en Cuajimalca fue conocida popularmente como “la Colina del Perro”. Salinas de Gortari es “el villano favorito de los mexicanos” o el “innombrable” y Calderón “el espurio”. Cuando el ingenio y la ira popular se manifiestan, cualquier defensa es imposible.
En la sesión del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del 1 de noviembre, que significó el inicio del proceso para elegir gobernador y diputados —por primera vez en julio; el día 3 de 2011—, los partidos de oposición declararon “herido de muerte” al órgano comicial. No en vano. Basta revisar su curso desde que Leopoldo Lara y su equipo, profanos en materia electoral, asumieron la presidencia del consejo. No han dado una.
Conscientes de sus limitaciones, Lara y sus acólitos han generado un clima tenso y de confrontación constante al interior del IEPC, y no se diga de puertas afuera. La inseguridad personal, los celos por el alcance de otros, cobran al final facturas bastante onerosas. Jacinto Faya fue removido de la presidencia por su acendrada vocación “papista” y su propensión al deslinde y al halago fácil. Actuar como golpeador político afectó al gobierno y al PRI, más que beneficiarlos. Pero a pesar de la degradación, prefirió quedarse. Las sinecuras son altamente adictivas.
La peor manera de empezar los preparativos de una elección que, todo apunta, tendrá características especiales y por lo tanto será observada por miles de ojos, es con la credibilidad a rastras. La falta de información y voluntad para castigar omisiones, excesos y presuntas irregularidades (pago de afectos y aseguramiento de personas ajenas al instituto con cargo al erario, complicidades políticas, aceptación de difuntos como militantes de partidos nacientes…) tienen al IEPC en una situación comprometida. Sus responsables descuidan a la institución y exponen al gobierno.
Soluciones. ¿Sustituir a Lara como se hizo con Faya? Es difícil. No por falta de argumentos que, al contrario, sobran. En tal caso, debería nombrarse un nuevo consejo; todos fuera. A grandes males, grandes remedios. Sólo así el IEPC estaría en condiciones de recuperar credibilidad. ¿Para qué esperar a que los partidos nacionales tomen la bandera y coloquen al Instituto en el centro del debate sucesorio? ¿Para qué arriesgar una elección cuyo resultado ya se prefigura en el imaginario colectivo?
Otra solución consiste en sancionar y corregir conductas anómalas, ya bastante ventiladas, y asumir los costos; regresar al IEPC al orden institucional, lo que implica renunciar a venganzas personales y dirigir las pretensiones de algunos consejeros por los cauces pertinentes, no a través de los medios; negociar, darle a todos los partidos su lugar; y, lo más importante, brindar seguridad y certeza a una elección que puede ser inédita. Para lograrlo se necesita autoridad y en el IEPC, por desgracia, no la hay. En condiciones así, el Estado debe actuar.

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