Abogado, político, periodista e historiador ROBERTO OROZCO MELO acumula muchos años de presencia en los medios de COAHUILA en los que publica su columna HORA CERO, la presente es su última entrega difundida el pasado jueves 13 de enero y la que tomamos de la página digital de EL SIGLO DE TORREÓN, uno de los periódicos que le brinda su espacio.
Nos pareció un juego, un engaño o una especie de sueño amenazador.
Hablaban del "cambio climático" y nosotros nos reíamos. Irresponsables, seguíamos haciendo, comprando y usando todo aquello que, nos decían, sería la causa de lo que sucedería muy pronto en el Universo. ¡Pamplinas!, pensamos. Y cuando volvieron la primavera y el verano nos pareció un juego, un engaño o una especie de sueño amenazador.
Hablaban del "cambio climático" y nosotros reíamos. Irresponsables, seguíamos haciendo, comprando y usando todo aquello que nos decían, iba a ser la causa de lo que sucediera muy pronto en el Universo. ¡Pamplinas!, pensamos. Y cuando volvieron la primavera y el verano con su romántica tranquilidad y placidez, la premonición sólo dejaría algunas lluvias bienhechoras, que pensar nos ilusionó en que si durante años y siglos nuestro mundo había estado bien, normal, perfecto, nada podría haber en el inmediato o largo futuro que trastornara nuestras vidas, haciéndonos seres enfermos e infelices: eso del cambio climático "sólo era un pesimismo fatalista" insistimos: "Pero los científicos tuvieron razones fundadas para gritar el SOS que tanto fastidia. Y no están locos" argüimos.
Pero seguimos gastando en gasolina, consumiendo energía eléctrica y tirando la basura a los arroyos y acequias, luego se iba con los aguaceros que la empujaban a los arroyos urbanos y después a las zonas rurales, contaminando todo en su discurrir. No aprendimos, porque creímos que así son los ciclos de la vida, pero que sin embargo, la vida es buena, sea como sea.
Los avisos han sido sorpresiva, inevitable e irremediablemente benignos: "Van a pasar los años y todo volverá a su cauce" se nos ocurrió, pero al pasar los días, las semanas, los meses, y lo que supimos en la infancia sobre todo lo que la naturaleza ha construido para el mundo, era bello y tranquilizante, aunque alguna vez nos hayamos sentido amenazados por episodios tormentosos, aquí mismo o en otras regiones del país.
El profesor Ildefonso recordaba continuamente y "a propo" al filósofo Séneca y sus veraces y hermosas metáforas marinas en su natal Córdoba: "No sufran, rescátense para sí mismos". "Arrebañen las horas con entre ambas manos. Así dependerán cada vez menos del día de mañana, ya que tienen bien asido el día de hoy".
También usaba una de las animosas expresiones de Séneca de cuando el filósofo "había sido náufrago antes que navegante".
Ahora soy viejo y reflexiono en lo que dice Séneca por conducto del maestro Villarello: "No nos hacen sufrir las cosas, sino la idea que tenemos de las cosas". "Tienen que leer, muchachos, pero no en forma apresurada porque es ineficaz". "¿Han visto el paciente rumiar del ganado en la pradera? Fíjense en lo lento de su masticar y asimilar el alimento.
Lean así los libros, muérdanlos con la imaginación, rumien los argumentos, manténganlos en sus mentes y vuelvan a ellos cada que lo necesiten; así serán más aptos para la felicidad, y obviamente serán felices.
El mundo nuevo de los jóvenes carece de espacio y tiempo tanto para la lectura, como para reflexionar en lo que han leído. En estos años de cambios tecnológicos los muchachos parecen naufragar en las aparentes aguas mansas de la abrumadora información que reciben por medio de la electrónica. Tan veloz ha resultado que no disponen de tiempo para pensar en lo que escuchan o ven en la televisión, en los correos de la Internet, en las redes sociales y por medio de los teléfonos, que ya no sólo son eso, sino todo lo que a usted se le ocurra. Véalos lector, embebidos en la pequeña pantalla mensajera del teléfono y en su diminuto teclado; ni siquiera tienen tiempo para pensar...
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