
En términos de lo sucedido en México durante 2010, está la violencia núcleo de “daños colaterales”, grandes pérdidas y la sangría de dispersión de recursos generada por la guerra emprendida con el afán de abatir la producción, distribución y comercialización de estupefacientes, meta hasta hoy día no alcanzada. La inseguridad imperante de frontera a frontera y de costa a costa, es la resultante que afecta al conglomerado social que se sabe y se siente inerme.
En años políticos, de los que el voto ciudadano ha de llevar a las gubernaturas o a la presidencia de la república, la demanda ciudadana es una sola ; En todo funcionario público deben prevalecer integridad y por ende, honestidad a toda prueba, factores que pueden darse cuando necesario es actuar -sin desvíos- en pro del bien común. De eso los mexicanos, han estado ayunos al paso de las décadas.
Los mejores hombres, entre quienes aspiran a gobernar, suelen ser los socialmente sensibles, los honestos. Hasta hoy día, escenario visto desde la barrera por los que buscan cargos públicos, ha sido el que violento para la ciudadanía se tornó cotidiano : Así mismo, el término “delfín” ha sido repetitivo si de la gubernatura de Coahuila se trata. Por otra, brochazos de ésos que todo lo salpican, han maculado a políticos deseosos de llegar a ser. En su contra se han vertido señalamientos que los han involucrado con turbias relaciones.
El resultado es la desconfianza generalizada de la ciudadanía, algo que debe mover a los que aspiran a gobernar -de llegar a verse situados en el poder- a dar un golpe de timón ; un giro de 180 grados, para dejar atrás para siempre “políticas”, partidismos y los pasos en falso de los intereses personales o de grupo. La ciudadanía demanda integridad, honestidad, único camino hacia el desempeño real y auténtico de la política.
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