René Delgado Ballesteros |
Durante
semanas se ha debatido la reforma energética, cuya iniciativa apenas la
presentará el gobierno el próximo miércoles, pero ahora resulta que la
prioridad legislativa es otra: la reforma electoral, la cual -más allá de
algunas ideas no del todo articuladas- se desconoce.
Tal
paradoja puede ser producto de la dificultad del gobierno y los partidos para
fijar prioridades. Sin embargo, también puede ser producto de una suerte de
perversidad o ineptitud que les resta credibilidad y seriedad a los actores
políticos, en un momento que no conviene jugar con esos valores.
A
mediados de junio, al exterior fue el presidente Enrique Peña Nieto a abrir un
asunto interno: la reforma energética.
A
partir de entonces y en medio de los sobresaltos provocados por las elecciones
de julio, el tema a debate fue el petróleo. El eje de la discusión fue absurdo,
debatir una reforma, cuya iniciativa -al menos, la gubernamental- aún se
desconoce. Pero el tema lo tratará el Congreso hasta el periodo ordinario que
arranca en septiembre, porque la prioridad es legislar la enésima reforma electoral
(no política) que es del particular interés de los partidos.
Si
la idea era precipitar el debate sobre el petróleo para medir cómo venía la
mano y preparar la estrategia de su presentación, quizá la jugada rindió
algunos frutos. Esa aventura, sin embargo, arrojó también otro resultado. La
precipitación del debate puso al descubierto las posturas de las oposiciones
frente al tema, pero también descubrió la corrupción y la ineficiencia prevaleciente
en Petróleos Mexicanos.
Privatizar
esa empresa, siguiendo el juego a quienes así advierten el asunto, exigiría
como precondición reexpropiarla porque el debate exhibió que la industria
petrolera tiene dueños: la cúpula sindical, la alta burocracia de la empresa,
el fisco, los contratistas y, desde luego, los empresarios del crimen que han
diversificado su actividad al ramo petrolero. ¿Cómo privatizar una propiedad si
tiene dueños?
El
contrato laboral parece un acuerdo entre particulares. El consejo es expresión
de la capacidad de los partidos para acordar cuotas de poder hasta en esa
instancia. La división del corporativo es la división de la empresa. El
director de la empresa es rehén de esa maraña de intereses. La productividad es
asunto exclusivo del sindicato que, parafraseando el himno, entona "...el
cielo una plaza por cada hijo te dio". La ordeña fiscal, sindical y
criminal es problema de un inventario mal hecho.
Enrique Peña Nieto |
Todo
eso afloró con la precipitación del debate y, ahora, cuando finalmente el
gobierno abra sus cartas y fije postura ante la reforma, será menester remontar
el saldo que dejó la primera aproximación al tema. Modernizar Petróleos
Mexicanos sin tocar al sindicato y sin emprender su reforma administrativa es
un sueño imposible o un acto desesperado por atraer capital a como dé lugar.
***
Lo
paradójico del asunto es que, ahora, el gobierno y los partidos dicen: bueno,
en realidad el asunto legislativo prioritario es la reforma electoral, cuyo
debate no se ha abierto y cuya iniciativa se desconoce. Se ha presentado por
parte de las fracciones parlamentarias opositoras un proyecto de reforma
política, pero -por el compromiso hecho en el marco del Pacto- la atención se
concentrará exclusivamente en el aspecto electoral, o sea, de nuevo y como
siempre, el interés está sólo en el reparto, no en el sentido del poder. Más
adelante se verá para qué sirve el poder, lo importante es repartirlo.
Curioso
de por sí anunciar una reforma electoral sin iniciativa, no menos lo es la
agenda fijada para el periodo extraordinario que, en principio, arrancará el 21
de agosto, 10 antes de arrancar el periodo ordinario de sesiones.
En
un lapso menor a 20 días, los legisladores tendrán listas las iniciativas y los
dictámenes de las reformas electoral y financiera, así como la Ley General de
la Educación, la del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación y la del
Servicio Profesional Docente.
Además,
la generosidad y la prestancia legislativa obsequiarán a la nación los ajustes
al Instituto Federal de Acceso a la Información y la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos, así como la creación de la Comisión Nacional Anticorrupción y
la ley relacionada con la deuda de estados y municipios. De pilón, los
diputados concederán nombrar al consejero electoral faltante y la gracia de los
senadores dará a la luz los nombres de los comisionados del Ifetel y la Cofeco.
La
dimensión de esa agenda orilla a pensar en una disyuntiva: los legisladores han
trabajado y dictaminado en comisiones sin transparentar su quehacer ni hacer
consultas o, peor aún, van a trabajar sobre las rodillas asuntos de enorme importancia
en el corto y largo plazos para el país. Resolver 11 asuntos legislativos en 20
días, aceptando que los periodos extraordinarios son para votar dictámenes, no
para presentar ni discutir iniciativas, habla de una gesta legislativa o de una
irresponsabilidad parlamentaria mayúscula.
***
Ciertamente,
en este espacio se había señalado que los periodos extraordinarios de agosto
deberían concentrar su atención en resolver pendientes antes de meterse en
nuevos embrollos legislativos. Conforme a la agenda legislativa fijada se
resolverán pendientes y se presentarán nuevos embrollos. Algo de osadía y algo
de aventura tiene el acuerdo del gobierno y los partidos.
El
punto delicado es abrir frentes para después cerrarlos, precipitar temas o
debates para después postergar su abordamiento legislativo o, en sentido
contrario, abordar asuntos legislativos sin debatirlos. Esa circunstancia habla
de falta de claridad en las prioridades y, sobra decirlo, por esa ruta más de
una vez se han perdido la dirección y el rumbo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.