Rodolfo Echeverría Ruiz. |
El debate en torno al impuesto a las
bebidas azucaradas ha generado posiciones encontradas, unas a favor otras en
contra, el que sigue es un artículo de Rodolfo Echeverría Ruiz quien nos dice: “Los panistas
defenderán a capa y espada a los refresqueros y a los chatarreros. Para
demostrar lo anterior basta con un botón que, más bien, es un botín: la
senadora panista por Nayarit, Martha Elena García Gómez, es socia empresarial del
exgobernador Antonio Echevarría, dueño de la Coca-Cola en
aquella entidad. El coordinador del PAN en el senado admitió: ‘Hay un conflicto de interés en la
bancada en torno al impuesto a los refrescos. Tenemos una senadora que es
empresaria del refresco…’”.
Aprobada como ha
sido la reforma fiscal en la Cámara de Diputados, las enconadas cúpulas
empresariales arrecian ahora su costosa cruzada contra los justicieros
gravámenes a los refrescos superendulzados y a la comida chatarra. Ahora
apuntan sus cañones hacia los senadores.
Entre ellos
cuentan con algunos aliados. La conmovedora fotografía del presidente de la
COPARMEX --rostro enrojecido por la cólera, expresiones ásperas, modales
sobreactuados-- rodeado de extasiados
senadores panistas, constituye una declaración de principios, un canto
épico, toda una égloga.
La
embestida fracasó de manera estrepitosa ante los diputados. Hoy pretenden los
productores de chatarras líquidas y chatarras sólidas influir entre los
senadores movidos por la ingenua fantasía de obligarlos a enmendar la plana a
sus colegas de la cámara de origen. Sus "argumentos" son objetables
por completo, inverosímiles, por llamar de manera suave a esa sarta de mentiras
mediante las cuales intentan defender lo indefendible.
Los
empresarios refresqueros y los chatarreros han saturado los medios de
comunicación --prensa escrita, radio y televisión, cine, internet-- con un
mentiroso "mensaje" cuya aviesa pretensión consiste en hacer creer a
los consumidores de tan nocivos productos industriales ¡que su ingesta es
saludable y compatible con la buena nutrición!
No
contentos con ello, envían todos los días a sus cabilderos y a sus huisacheros
a fin de presionar a los senadores con el infantil propósito de
"convencerlos" acerca de la inocuidad de los refrescos y de las otras
chatarras bebibles y comestibles cuyo alto consumo ha llevado a México hasta
los extremos de una gravísima pandemia de sobrepeso, diabetes y obesidad.
Suponen
a los senadores carentes de información o faltos de discernimiento. Ellos
conocen bien el tema. Trabajan asesorados por expertos salubristas y
nutriólogos, médicos y científicos formados en diversas especialidades,
oftalmólogos y nefrólogos, endocrinólogos y fiscalistas, jurisconsultos,
historiadores de las ciencias médicas…
Es
inaudito: las cúpulas empresariales han llegado a suponer, en su desbordado
delirio, que una mayoría de senadores estaría dispuesta a dar marcha atrás a
las decisiones tomadas por los diputados en relación con el altísimo consumo en
México de bebidas hiperendulzadas y de toda suerte de perniciosas frituras,
saturadas de grasas y de sales engordantes. Me refiero, también, a esos
pastelillos artificiales bautizados con nombres ridículos y a
toda aquella inmensa gama de falsas golosinas colmadas de preservativos
industriales, saborizantes prefabricados,
dañinas sustancias químicas.
La
mayoría de los senadores resistirá a pie firme. No se doblegará. Cómplices de
los empresarios, los más de los panistas votarán en contra de esos impuestos
especiales, tal y como lo hicieron sus congéneres de la colegisladora. Así
evidenciarán, una vez más, la alianza natural e irrompible existente entre la
derecha política y la derecha económica.
Los
panistas defenderán a capa y espada a los refresqueros y a los chatarreros.
Para demostrar lo anterior basta con un botón que, más bien, es un botín: la
senadora panista por Nayarit, Martha Elena García Gómez, es socia empresarial
del exgobernador Antonio Echevarría, dueño de la Coca-Cola en aquella entidad.
El coordinador del PAN en el senado admitió: “Hay un conflicto de interés en la
bancada en torno al impuesto a los refrescos. Tenemos una senadora que es
empresaria del refresco…”. La senadora, ante la imposibilidad de negar esa
evidencia, declaró: “Aunque estoy de acuerdo yo como refresquera a nadie nos
gusta (sic) pagar impuestos, pero es mi obligación hacerlo”. Y añadió estas
horrísonas palabras: “Los grandes perjudicados no seremos los inversionistas
sino los que tienen sus changarros y el pobre albañil que se desayuna con un
refresco…”. A continuación espetó la señora senadora: “Me uniré al voto que
decida mi bancada panista”. Espeluznante. Lo sabemos: la derecha votará a favor
de las refresqueras y de las chatarreras. Por lo menos, doña Martha Elena
debería proceder con vergüenza y abstenerse de votar en esa materia
específica.
Ciertos
prebostes del empresariado chatarrero suelen disimular su atenazadora mala
conciencia social bajo el negro velo de una hipócrita piedad seudoreligiosa: se
disfrazan con el cursi vestuario teatral de los filántropos caritativos
mientras multiplican al cubo sus inmensas fortunas al engordar y al hacer
diabéticos irremediables a millones de mexicanos consumidores de letales
chatarras líquidas y sólidas.
Como
cámara revisora, el senado tomará en cuenta los trabajos realizados en esa
materia por los diputados y, sin desmedro de su cabal independencia, aprobará
en sus términos la minuta recibida. Será una clara muestra de la articulación
institucional existente entre ambas instancias legislativas federales.
Los
limitados tiempos constitucionales y la racionalidad jurídica, política y
parlamentaria exigen un ensamble institucional entre los diputados y los
senadores. Ese responsable ejercicio de complementariedad honrará a los dos brazos legislativos del
poder público. Señores senadores: ¡ni un paso atrás!.
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