En
su columna No hagas cosas buenas… que se publica todos los sábados en El Siglo de
Torreón
el analista Enrique Irazoqui escribe
que “Una de las muchas ventajas que tiene el PRI es sin duda su capacidad de adaptación, en la mayoría de sus
miembros se encuentra un oficio político que no se cuenta en otros partidos; y
así supieron jugar sus cartas hasta concretar su retorno legítimo a Los Pinos apenas en diciembre pasado con Peña como su titular.” El comentario es a propósito del poco alcance
que tuvo el encanto de Enrique Peña Nieto, que al parecer no
concretó las muchas expectativas que generó.
Enlace: http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/905556.html
Se
ha terminado la luna de miel para el presidente Enrique Peña Nieto. Apenas si
su encanto le alcanzó para 9 meses, justo el plazo de gestación de un humano,
fue lo que el mandatario mexiquense fue capaz de mantener.
Desde
los albores del sexenio de Calderón, el priismo entendió que no podía más
seguir, dividió y regresó a sus reglas básicas de operación: ceñirse y plegarse
al más fuerte, en pos del poder a como fuera. Y así sucedió.
La
época de la alternancia creada por Vicente Fox en el año 2000, fue también el
inicio de un real federalismo en cuanto a la entrega de recursos a las
entidades federativas. Con ello comenzó también la época de los virreyes. Me
explico.
Durante
los setenta años del régimen priista, desde la presidencia de Plutarco Elías
Calles hasta la de Ernesto Zedillo, el sistema político giró siempre alrededor
de la figura presidencial, un dictador sexenal disfrazado de presidente
republicano. Ciertamente existía en el papel la separación de poderes, pero en
la práctica era otra cosa: el presidente en turno detentaba la fuerza pública,
el dinero y el control absoluto de su partido, así que el legislativo, dominado
por décadas por el sistema, se plegaba absolutamente a la voluntad del jefe de
Estado. La Suprema Corte de Justicia, aunque poco más distante, era servil
igualmente al titular del ejecutivo.
Ese
sistema se resquebrajó en 1997 luego de la crisis terrible de 1995 provocada
por aquel "Error de Diciembre" que dio a la postre un desgaste
suficiente para que el PRI perdiera por primera vez la mayoría absoluta de la
Cámara de Diputados, y entonces empezara a funcionar de verdad, la dichosa
separación de poderes.
Enrique Peña Nieto |
Una
de las muchas ventajas que tiene el PRI es sin duda su capacidad de adaptación,
en la mayoría de sus miembros se encuentra un oficio político que no se cuenta
en otros partidos; y así supieron jugar sus cartas hasta concretar su retorno
legítimo a Los Pinos apenas en diciembre pasado con Peña como su titular.
Pero
como el rey absoluto había terminado con la pérdida de la mayoría de la Cámara
de Diputados, nuestro esquema federativo replicaba el modelo en los estados, y
éstos como empezaron a tener recursos económicos importantes desde que Fox
aplicó el espíritu de la Constitución de la creación de una verdadera
república, resultó a la postre la panacea para que el PRI asegurara su
sobrevivencia sin tener ya el poder de la presidencia.
Con
esos antecedentes, el PRI, sacudido por la histórica derrota de 2000, tardó en
reacomodarse y quedó en manos de Roberto Madrazo, aquel tramposo que se hizo de
la candidatura presidencial en 2006 de manera que llegó con un partido
dividido. En ese entonces se vivió el fenómeno de Andrés Manuel López Obrador y
el electorado mexicano se polarizó entre el conservadurismo que representaba
Calderón o el salto al vacío de López. El PRI quedaba en un distante tercer
lugar.
Pero
ya habían aprendido, y bajo los nuevos esquemas de virreinatos estatales, los
tricolores se disciplinaron a muerte con el virrey más poderoso, el hoy
presidente Peña Nieto. Y de verdad que lo hicieron de maravilla, con el dinero
que sacaban de las tesorerías estatales compraron y prepararon una gran imagen de
Peña, las televisoras fueron aceitadas para fortalecerlo. Además, políticamente
aprovecharon su posición para impedir que Felipe Calderón tuviera un mejor
gobierno. Vaya, fue el más puro ejemplo de su eficacia electoral, tan es así
que todos sabíamos de antemano que la elección presidencial era ya de Peña
semanas antes de la celebración de los comicios.
Esto
no quiere decir que las torpezas de Calderón no hayan ayudado para que el PAN
perdiera el poder, por eso, el inicio del actual sexenio trajo consigo nuevas
esperanzas de que al país le fuera mejor. Ahora está el PRI, que sí sabe
gobernar, era un dicho popular que fortalecía la ilusión de un futuro mejor.
Empezaron
mejor, no hay duda, particularmente en el tema de comunicación. Quitarle
volumen al tema de la seguridad y violencia en los medios era fundamental, pero
esto no quería decir que con ello la violencia desapareciera.
El
encarcelamiento de Elba Esther Gordillo fue también un golpe magnífico
político, ya que habían castigado a un referente del sistema político corrupto
mexicano. Pero hasta ahí.
Ahora
todo empieza a resquebrajarse, la economía mexicana en picada, creciendo a la
mitad del último año de Calderón, la reforma energética es un albur. La toma
del Congreso por parte de los barbajanes de la CNTE y el sitio al Congreso de
la Nación son ejemplos que ya no todo es color de rosa. Y lo peor: la violencia
ha vuelto y hay estados de México en llamas, como Michoacán, donde simplemente
no existe gobernabilidad.
Aparece
entonces el desánimo en la población y ahora a vivir la realidad después de la
fiesta de cambio de sexenio. Hoy lo que es claro es que la ilusión está
cambiando a desencanto, y qué lejos estaban de la verdad aquellos que
pregonaban que la vuelta del PRI (del viejo PRI, que es lo malo) era la mejor
vía para sacar a México del pantano en que lo tenía metido el gobierno de
Calderón.
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