Gerardo Hernández González |
Según quién se encuentre a cargo de la
Presidencia de la República cambian
las formas en el Partido
Revolucionario Institucional, de tal manera que con el arribo a
esa posición de Enrique Peña
Nieto el “azul dejó de ser pecado” según
razona Gerardo
Hernández González en la columna Capitolio que se publica entre
otros, en los medios pertenecientes a Grupo
Zócalo, de Piedras Negras, Saltillo y Monclova.
El
Pacto por México volvió al PRI policromo. Si el partido fundado por Plutarco
Elías Calles abrazaba el rojo como símbolo de identidad, hoy utiliza lo mismo
el azul que el amarillo. En su visita del 9 de marzo a Saltillo, para tomar
protesta a los 38 candidatos a alcaldes, de los cuales un buen número no lo
será, el líder priista César Camacho vistió camisa azul, color antes prohibido
en ceremonias oficiales y actos partidistas.
David Aguillón Rosales |
El
propio gobernador Rubén Moreira aparece con prendas de ese color, para estar a
tono con el presidente Enrique Peña, el gabinete y su partido. Son detalles
triviales, pero como en el PRI la forma es fondo, el mensaje es lo que importa.
Significa que Peña está en sintonía con el PAN y el PRD y que la gente es libre
de preferir cualquier opción electoral, como sucede en las democracias que se
jactan de serlo.
Peña
Nieto ofrece una “presidencia democrática” y las oposiciones (PAN y PRD) que
concentran más de 50% de los votos a escala nacional le han tomado la palabra.
En tal sentido, los comicios de este año en catorce estados del país forman
parte ya de la agenda del Pacto por México. La idea es que los gobernadores,
sean del PRI, el PAN o el PRD, no metan las manos por sus candidatos ni desvíen
recursos públicos hacia las campañas, como suele suceder.
En
Coahuila, durante el gobierno de Humberto Moreira, el PRI aplastó literalmente
al PAN, segunda fuerza electoral del estado. Y no se diga al PRD, que por
primera vez en las últimas legislaturas no tiene un solo asiento en el Congreso.
En cambio, partidos satélites como el Verde, Primero Coahuila, Nueva Alianza y
el Social Demócrata ostentan el suyo, así sean priistas quienes lo ocupen
(Francisco Dávila, Víctor Zamora). Mucho del éxito del PRI en las urnas es
producto de la deuda.
La
aversión de Humberto Moreira por el color que identifica al PAN es patológica.
Cuando se reunía, desayunaba o comía en el hotel Camino Real de Saltillo, ver a
los meseros con chaleco azul lo ponía de mal humor. Era “propaganda”. Hasta
que, fiel a su estilo autoritario, discurrió que para evitar corajes lo mejor
sería regalarles prendas guinda, con cargo al erario. Cuando “el profesor”
llegaba de improviso, los camareros corrían a cambiarse para no molestarlo.
Habrá
que investigar si el gobierno actual mantiene tan retrógrada consigna. Lo que
el PRI y sus funcionarios estatales y municipales conservan es la también
anacrónica costumbre de alzar el puño izquierdo cuando rinden protesta o lanzan
alguna proclama. No se han percatado, como dice Serrat, de que “Carlos Marx
está muerto y enterrado” y de que sus únicos acólitos son el líder norcoreano
Kim Jong-un y los hermanos Castro. Pero tal vez, como en el caso de los
colores, también pronto se prescinda de manifestaciones que incluso son objeto
de escarnio entre los propios priistas.
Pero
además, hace mucho que el PRI dejó de ser de izquierda. Después de Cárdenas,
¿quién? Echeverría se cobijó en el concepto del Tercer Mundo inventado por Mao.
López Portillo estatalizó la banca para atribuir a otros su fracaso. El PRI,
con Enrique Peña, será tan de derecha como con De la Madrid, Salinas, Zedillo,
Fox y Calderón. El mundo cambió. Por eso el azul en el presidente, los
gobernadores y en los actos del partido en el poder.
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