Roberto Orozco Melo. |
Uno de los más graves problemas que tiene México es el hecho de que los profesionistas producidos por sus numerosas universidades al concluir los estudios se encuentran con que no hay un mercado de trabajo en México que les permita ganarse la vida con lo que estudiaron, señala en su columna Hora Cero el abogado, periodista, historiador y político Roberto Orozco Melo en su colaboración del 8 de octubre y que tomamos para compartirla de la página web de El Diario de Coahuila.
Un
país tiene problemas serios cuando sus escuelas superiores y universidades
producen profesionistas que luego no encuentran mercado de trabajo. Y este es
el caso de México.
Muy
frecuentemente sabemos de ingenieros agrónomos sin empleo. Y cómo van a
tenerlo, si no hay en México una agricultura productiva, eficiente,
capitalizada y jurídicamente estable.
Lo
mismo sucede con otras profesiones. ¿Para qué tantos psicólogos, abogados,
administradores públicos y de empresas, comunicólogos, doctores en medicina,
veterinarios, maestros normalistas, ingenieros, arquitectos, etc., si al
regresar de las universidades tendrán que trabajar en cualquier otra actividad,
formal o informal, que no tiene relación alguna con el campo que estudiaron por
no existir oportunidades en su propia especialidad o por haber escogido una
carrera ajena a su vocación?
Luego
de indagar entre particulares y allegados de aquí y de allá, más de uno conoce
o sabe de ingenieros en sistemas que son vendedores, arquitectos que son
periodistas, comunicólogos que son maestros de inglés, abogados que son escritores,
ingenieros que son músicos, psicólogos que son administradores, dentistas que
son locutores, médicos que son maestros de biología en secundaria, biólogos que
venden seguros, administradores que son agrónomos, agrónomos que son actores,
actores que son políticos, físicos que se dedican a la afinación y
reconstrucción de pianos, pianistas que diseñan y fabrican cocinas integrales,
abogados que venden flores de Bach...
A
este respecto, un amigo me comentó hace días que él y su esposa habían
contratado a una joven para ayudar en el trabajo doméstico, que resultó una
joya. Sabía hacer la casa y cuidaba a los hijos pequeños con solicitud, les
ayudaba a hacer la tarea y los entretenía con juegos educativos; además, cuando
ellos no estaban, tomaba los recados metódicamente, con caligrafía y ortografía
excelentes. Al preguntarle hasta qué grado escolar había estudiado, ella les
confesó que era maestra de educación primaria titulada, pero no encontraba
plaza en ninguna escuela.
Hay
médicos especialistas que después de diez años de escuela profesional,
internado y especialización deben estar haciendo cola en las instituciones de
medicina social para esperar un interinato. Y la medicina privada les resulta
inaccesible por la inversión tan cuantiosa en equipo que requiere. Muchos otros
hay que habiendo instalado su consultorio deben trabajar en distintas
actividades, porque la suya no les da para comer.
Abundan
los graduados sin vocación, los profesionistas sin título en su especialidad
laboral y los conocedores de mucho sin ser especialistas en nada.
Esto
seguramente sucede en todo el mundo, pero en nuestro país cada vez es más
frecuente.
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