Roberta Garza. |
Roberta Garza se declara escéptica acerca de la doctrina propalada por la Iglesia Católica y explica las razones de su esceptismo, sus textos se publican los martes en la sección Acentos de los medios escritos de Grupo Milenio y lo tomamos para compartirlo de la página web de Milenio Diario Laguna.
Benedicto XVI. |
“¿Quién
soy yo para juzgar a los gays?”, fue su primer cañonazo mediático a su regreso
de Brasil, a fines de julio. La expresión fue tomada como el distanciamiento de
una pastoral que, en la práctica, reduce el pecado a poco más de lo que sucede
entre el ombligo y las rodillas.
Lo que poco se difundió fue el contexto:
interrogado sobre el llamado lobby gay, salido a la luz gracias al caso
Vatileaks, dijo que no todos los cabilderos eran buenos, pero que “si una
persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para
juzgarla?”.
Juan Paulo II. |
Solo
los memoriosos e iconoclastas encontrarán parecida la apología a la de “son
pecadores, hay que comprenderlos y perdonarlos” que Wojtyla reservaba para sus
curas pederastas; caridad que difícilmente brindaba la Iglesia de entonces a
los homosexuales. Aclaración pertinente: en ninguna forma es equiparable la
homosexualidad con la pederastia. Lo que apunto es que quizá el Papa se vio
humilde y generoso en sus juicios por estarse refiriendo a los miembros de su
propia curia; más adelante, en ese mismo vuelo, interrogado sobre la reciente
enmienda a la ley que permitiría en Brasil el casamiento entre homosexuales, el
Papa respondió que “la Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso (…)
los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia”, dejando ver
que hoy los gays con alzacuellos, como antes los pederastas con alzacuellos,
son medidos, sin albur, con distinta vara.
Francisco. |
Otra para la memoria: a Juan Pablo II, quien cerró definitivamente el tema de la ordenación femenina, se le admira por su carta apostólica llamada, no sé si sin ironía, “La dignidad de la mujer”, donde revindica el importantísimo papel de soporte y complemento que las féminas le brindan a la Iglesia, equiparándolas, nada menos, que a la abnegada y generosa figura de María.
La
última y nos vamos: olvidemos por un instante que la institución es uno de los
últimos grandes puntales y reductos de la ignorancia propia del pensamiento
mágico en occidente. En abril, este Papa humilde, humano y alejado de la pompa
nombrará santo por todo lo alto a quien fuera indiscutible cómplice de la más
extendida corrupción y depravación en la Iglesia católica desde Rodrigo Borja.
Recen
cinco rosarios y tomen su diferencia.
Twitter: @robertayque
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