Fernando Ramírez López. |
El sistema político mexicano ha
vivido, más allá del discurso decorativo de la revolución, en buena medida del
arreglo concreto al margen de la ley. La componenda y la corrupción son su base
de sustento. Por ello quizá no fuimos a plenitud, pero si con sus bemoles una
dictadura militar, feroz e ideológica, por eso no somos una democracia moderna
ni un país desarrollado. Somos una dictablanda con un peculiar arreglo
político.
Por Fernando Ramírez López
Eduardo Iduñate Ramírez |
Para Eduardo Iduñate
Ramírez, por su amplia visión de la hermandad mundial.
“Lo que más satisfacción me da, lo que me hace sentir más pleno y
rebosante de vida, es meter miedo a los demás. Tuve que aprenderlo cuando me
convertí en cacique de este pinche pueblo. Al principio pensé que me costaría
trabajo. Pero luego que maté a una docena de estos jodidos pueblerinos, la
mitad a balazos, la otra mitad a golpes de machete, y al resto del pueblo se
dio cuenta que yo podía asesinar a quien fuera por capricho e impunemente,
empezaron a tenerme miedo”.
Jorge Hernández
Campos. Soliloquio del cacique.
El
sistema político mexicano ha vivido, más allá del discurso decorativo de la
revolución, en buena medida del arreglo concreto al margen de la ley. La
componenda y la corrupción son su base de sustento. Por ello quizá no fuimos a
plenitud, pero si con sus bemoles una dictadura militar, feroz e ideológica,
por eso no somos una democracia moderna ni un país desarrollado. Somos una
dictablanda con un peculiar arreglo político. El agente de esta intermediación,
es una figura que está en la matriz histórica del país y que evoluciona de
acuerdo, casi siempre a sus cambios y representaciones, es la de los
cacicazgos. Rural, sindical, urbano, empresarial, académico, cultural y
delictivo; el cacique es nuestro Jano Bifronte, patrón de su comunidad,
proveedor, ley última, opresor cariñoso, asesino y criminal; dispuesto al
acuerdo mientras no se discuta su última palabra e instrumento del poder
presidencial, si le conviene.
Jorge Hernández Campos. |
En
un mundo de leyes y de gobiernos “electos democráticamente”, el cacique ha
evolucionado hacia otras formas de control y apariencia. El reto fundamental
asentimos, el gobierno en turno es el de ejercer un real control político y no
solamente conformarse con emitir las denominadas reformas sociales.
Se
han roto los puentes de acuerdo y de entendimiento que durante largo tiempo
funcionaron; porque desde hace varios sexenios el presidente de la república ha
querido enviar a los caciques al museo de la historia, sin lograrlo y
complicando terriblemente el escenario nacional, hasta lograr hacerlo tierra de
nadie.
¿Qué
es el caciquismo?. La descripción más usual es aquella que lo define como un
grupo de personas muy influyentes, déspotas y autoritarias. Los caciques como
los caudillos, son actores en sistemas clientelares. Si bien podemos
concentrarnos en caciques individuales, estos deben considerarse como
representantes de sistemas mayores. En otras palabras el cacique es un hombre
del poder de acuerdo a su ámbito de influencia y no un caudillo.
Los
niveles de caciquismo son esencialmente de carácter nacional, estatal,
regional, municipal y comunitario. La visión de que el único cacique de México
está en “Los Pinos” ha perdido vigencia sobre todo en los últimos años,
sentencia que fue válida cuando mucho hasta la conclusión del lopezportillismo
en 1982. A partir de ahí se descompuso la frágil fuerza del fiel de la balanza.
Las
reglas del juego ahora son diferentes, en particular las ha cambiado el
crecimiento de las fuerzas económicas grupusculares, del ejército y de los
cuerpos policíacos; pero sobre todo la actual composición de los grupos
delictivos, cuyo ámbito e influencia natural siempre había sido el control de
los giros negros y la trata de blancas; ahora han avanzado en el manejo de
otros ámbitos de operación, como es el caso del control del tráfico de armas,
narcotráfico, secuestro, casinos y cobro de uso de suelo; es decir han acotado
al poder presidencial para volverlo víctima de ellos, incluso en algunos casos
de los niveles estatal y municipal, han llegado a mezclarse con las autoridades
establecidas, convirtiéndose en bloques de poder herméticos; de ahí la
minimización de figura presidencial, que en su cambio evolutivo en aspectos
electorales y de derechos humanos perdió la brújula del control que los tuvo
siempre domeñados, se salieron de su órbita y esto ha generado la consecuente
falta de autoridad sobre ellos antes ejercida de forma efectiva.
Los
caciques en México pueden ser banqueros que reinan sobre créditos,
autopréstamos, asociación con capitales extranjeros o líderes de colonias
populares, lo mismo que jefes de cárteles del Golfo, del Pacífico, el Distrito
Federal, Torreón o Durango; ellos son el poder real sobre el poder
presidencial.
¿Cuál
es el retrato inmejorable de un cacique o de una cacica?. En la literatura no
escasean los retratos memorables de un Mariano Azuela en su obra Los Caciques,
de Mauricio Magdaleno en el libro El Resplandor y sobre todo la creación de
Juan Rulfo con Pedro Páramo, El Señor de la Media Luna, el Padre de Multitudes,
el del derecho de pernada, el dueño de la vida y la muerte en la Comala interminable.
En
el cine mexicano hay también retratos extraordinarios, el cacique de Río
Escondido de Emilio Fernández, Rosauro Castro con Pedro Armendáriz, con una
presencia y tal señoría que intimida y acorrala.
¿Cómo
hacerle justicia a las memorias de Gonzalo N. Santos? las cuales se publicaron
en 1987, describiendo al casi eterno cacique de San Luís Potosí. El Alazán
Tostado, el señor del Gargaleote.
Todo
marca a Santos: sus frases cáusticas, sus apetitos desembozados, su ostentación
machista, lo que queda en claro es que si de algo se distancia es de los hábitos
de la modernización.
Las
instituciones caciquiles han variado con el correr del tiempo, pues fueron unos
los caciques de los señoríos al momento de la conquista, otros los de las
comunidades indígenas coloniales, los del México independiente, liberal y
revolucionario; finalmente están los contemporáneos del Siglo XX y de las
primeras décadas del XXI.
El
desarrollo económico posterior a la Segunda Guerra Mundial, la
industrialización y la urbanización permitieron trasladar, con modificaciones
al cacicazgo de su origen rural al escenario industrial y sin variar de
objetivo: como un sistema de intermediación que sirvió de sostén al PRI y de
control de las demandas y acciones del proletariado. La urbanización es el
fenómeno demográfico que caracterizó a la sociedad mexicana post revolucionaria
y el caciquismo se adaptó al nuevo ambiente, específicamente en las zonas de
asentamientos marginales e irregulares, invadidas por las olas de migrantes que
necesitaban de un solar donde establecerse y aún tenían consigo todo el bagaje
de la cultura cívica campesina.
A
finales del Siglo XX y como un ejemplo entre centenares se tiene a la antigua
afanadora Guadalupe Buendía Torres, alías “La Loba” en su momento encarcelada y
que con auxilio de su familiares y un grupo de incondicionales, construyó un
impresionante cacicazgo en la zona conurbada del Estado de México, gracias al
control sobre el organismo descentralizado de agua potable, alcantarillado y
saneamiento de Chimalhuacan y desde luego, el efectivo apoyo que dio y recibió
del PRI.
Con
la pérdida de las elecciones de Francisco Labastida en su competencia a la
presidencia de la república en el 2000 y la llegada del PAN, se da un quiebre
que llevó al titular del ejecutivo a perder el control de los caciques
políticos del país, debido a que durante doce años navegaron a la deriva y en
consecuencia adquirieron su propio rumbo y autonomía, al no tener quien los
dirigiera y ahora con la llegada y falta de experiencia de Peña Nieto con su
nuevo equipo de colaboradores, han llevado al país casi al filo de la anarquía,
nadie lo respeta, todo es una crisis institucional.
La
corrupción contaminó a líderes, caciques, advenedizos, empresarios, banqueros,
contratistas, gobernadores, funcionarios públicos, presidentes municipales, al
ejército, policías, jueces y legisladores.
Considerando
además el crecimiento descomunal de numerosos partidos políticos nacionales y
locales, generaron una lucha de intereses particulares dejando de lado la
estabilidad nacional, no compartimos la tesis de cacicazgos violentos y
entregados a negocios ilícitos, pero lo que sucedió fue una pérdida de control
y de rumbo de un modelo caciquil que se deformó.
Hoy
los que mandan son los Z y los Chapos, los penales los controla la delincuencia
y los cacicazgos emergentes se entremezclan con negociaciones en el poder
turbias y con el crimen.
Han
sepultado a La Quina, a Elba Esther Gordillo, a Jonguitud Barrios y la cabeza
de Romero Deschamps ya está en la guillotina.
El
descontrol y la falta de autoridad han derivado en la configuración de un país
sin orden institucional. Por tanto lo deseable es la lucha ordenada de la
sociedad civil, cuya meta debe ser la construcción de un nuevo modelo político
organizado.
En
el México agitado del 2013 ya nadie se salva, el proceso de reconstrucción es
largo y pesado, pero sobre todo tenemos un país carente de liderazgos de base,
los caciques son hoy la cara desfigurada del poder, se transformaron de ser los
salvajes salvaguardas del orden comunitario, a convertirse en los
usufructuarios del poder en nuestra sociedad nacional; para ser ahora
disfrazados de gobernadores, presidentes municipales, jefes de zona militar,
cardenales, directores de banco, dueños de empresas nacionales y
trasnacionales, en síntesis ni diputados, ni senadores, ni magistrados mandan;
ahora llegó el terror por asalto a las instituciones que durante siglos por
absurdo que parezca, los caciques mantuvieron controladas en un país hoy desvencijado.
Qué lástima.
Email: licfernandora@hotmail.com
Celular: 871 163 3813
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