Fernanda de la Torre |
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Ver
la parte oscura en otros es fácil. En tres patadas podemos identificar fallas,
errores y defectos en todos los que nos rodean. Pero nuestras taras son harina
de otro costal: no nos gusta verlas y menos que nos las hagan ver. ¡Ay de aquel
que ose decirnos que cojeamos del mismo pie que aquel a quien criticamos!
Seguramente escuchará por horas nuestros fundamentos para rebatir su punto, y
en una de esas, hasta termina regañado.
No
cabe duda de que esa teoría del espejo, o “lo que te choca, te checa”, es
molesta, pero muy cierta. A la hora de ver nuestros defectos o fallas, somos de
esos ciegos que no quieren ver. Sabemos que tenemos un lado oscuro, pero nos
cuesta trabajo aceptarlo. Pensamos que negándolo, ocultándolo o, de perdida,
minimizándolo, pasará desapercibido o desaparecerá. Tristemente, es imposible
que eso suceda.
Quizá
por eso me impresionaron tanto las palabras de Carmen Gaitán, directora del
Museo Nacional de San Carlos, en la inauguración de la exposición (que
recomiendo visitar) “Los disparates de Goya”, que se realizó hace unas semanas:
“Nadie con la honestidad de Goya, para retratar el lado obscuro”. Sin duda,
Goya retrata con gran honestidad y maestría todos esos defectos, debilidades y
bajas pasiones del ser humano. Esas que no nos atrevemos a aceptar.
Algunos
llaman a ese lado obscuro “ego”. Independientemente de cómo le llamemos, es
algo que todos tenemos y que nos cuesta ver. Paradójicamente, es esa mirada a
nuestros propios demonios, o defectos es lo que nos libera de ellos. Si
logramos ver y aceptar que somos, digamos, impacientes, inseguros o tenemos muy
mal genio, aunado a la voluntad de cambiarlo, nos ayudará a superar o tamizar
esa inseguridad, impaciencia o controlar el mal genio. Por supuesto que no es
tarea fácil y además hay que ser persistentes. Es necesario estar al acecho
para que cuando surja esa parte oscura, podamos neutralizarla.
Encontré
una frase genial de August Wilson que da justo en el clavo: “Confronta las
partes obscuras de ti mismo y trabaja para erradicarlas con iluminación y
perdón. Tu voluntad para combatir tus demonios, hará que los ángeles canten”.
Cuando luchamos para cambiar algo —lo que sea—, dejar de fumar, el mal
carácter, dejar de criticar o ponernos a dieta y hacer ejercicio; lo único que
puede hacer que lo logremos es el aceptarlo y tener la voluntad de combatir
esos malos hábitos que nos impiden tener lo que queremos. Cuando lo logramos,
nos sentimos felices.
Enfrentar las partes de nosotros que no nos gustan es, sin duda, una de las tareas más difíciles que tenemos en la vida; sin embargo, el ponerlas bajo un reflector hace que podamos verlas con mayor claridad y, por ende, aceptarlas y cambiarlas. (Como hemos dicho aquí varias veces, eso de esconder la mugre bajo la alfombra, no hace que una casa esté limpia). Por supuesto que no es fácil ni agradable. Por el contrario, es doloroso, pero el dejar de negarlo es una muestra de valor, y si lo tenemos podemos encontrar la fuerza de voluntad para cambiar eso que nos molesta.
Enfrentar las partes de nosotros que no nos gustan es, sin duda, una de las tareas más difíciles que tenemos en la vida; sin embargo, el ponerlas bajo un reflector hace que podamos verlas con mayor claridad y, por ende, aceptarlas y cambiarlas. (Como hemos dicho aquí varias veces, eso de esconder la mugre bajo la alfombra, no hace que una casa esté limpia). Por supuesto que no es fácil ni agradable. Por el contrario, es doloroso, pero el dejar de negarlo es una muestra de valor, y si lo tenemos podemos encontrar la fuerza de voluntad para cambiar eso que nos molesta.
Abrazar
el lado oscuro no quiere decir que nos volvamos complacientes con nuestros
defectos. Tampoco se trata de justificar la maldad. La idea es tratar de
conocernos mejor, de darnos cuenta de nuestros defectos para querernos y
aceptarnos a pesar de ellos. Por supuesto que la mirada tiene que ser
compasiva; así será más fácil aceptarte a ti mismo y cambiar. Sin duda, muchas
veces no lograremos el propósito y será nuestro lado oscuro el que salga a
flote. No importa. Cuando eso suceda, simplemente tendremos que volver al primer
escalón: verlo, aceptarlo, no juzgarnos por ello y seguir luchando contra
nuestro ego para alcanzar el objetivo que nos habíamos propuesto.
Hay
que reconocer el valor de Goya, su honestidad al describir y, sobre todo, para
plasmar el lado oscuro. Después de haber sido pintor de la Corte y retratar el
costumbrismo en Madrid que decoraba palacios reales, Goya logró tocar temas
menos amables, retratar honestamente esa parte oscura que tenemos no solo como
individuos, sino como sociedad.
El
punto de reconocer tu lado oscuro es el experimentar la otra parte del
espectro, sin dejar de valorar tus cualidades positivas. De alguna manera, es
similar a cuando tienes una herida infectada. A nadie le gusta ver la pus, pero
el verla y tomar las medidas necesarias para combatirla es lo que nos llevará a
sanar esa herida. Lo mismo sucede con nuestra parte oscura. Valor pues, porque
todos tenemos una parte oscura... aunque no nos guste aceptarlo.
fernanda@milenio.com
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