Buscar este blog

25 de agosto de 2016

Edificios con buen tono

Les comparto el segundo de varios textos escritos  por Lilia Margarita Rivera Mantilla relativos a edificios de Torreón y la Ciudad de México que tienen una gran semejanza entre sí, en este caso las construcciones objeto de los comentarios de nuestra colaboradora son las conocidas la de México como “El Buen Tono” y la de Torreón como “Edificio Giacomán”, el primero construido por Ernesto Pugibet y el de Torreón por Habib Giacomán al inicio de la década de los 30 del Siglo XX. Giacomán era emigrado de Palestina y nos dejó ese legado, que como muchos otros pasa inadvertido, a veces porque nos acostumbramos a verlos cotidianamente a lo largo de nuestra existencia

Edificio El Buen Tono o La Mascota.
Ernesto Pugibet fue un empresario de origen francés asentado en México, que en 1884 creó la cigarrera conocida como El Buen Tono, empresa con la cual alcanzó un éxito tan notable, que en 1910 se convirtió en la fábrica de cigarros más importante y próspera del mundo. Estos logros se alcanzaron gracias al trabajo de los operarios mexicanos que tenía bajo sus órdenes, los cuales eran 1000 hombres y 1200 mujeres, así como al papel de gran calidad y el mejor tabaco, proveniente de las costas de México, con los cuales se elaboraban los cigarros.
Pero su gran visión como empresario, no solo la empleó para hacer dinero. Hombre trabajador y exitoso, era consciente de que un buen desempeño laboral se conseguía cuando el trabajador tenía satisfechas sus necesidades básicas, motivo por el cual ideó la construcción de un conjunto habitacional para alojar parte de los operarios de su empresa, para que habitaran una vivienda digna junto a sus familias y, al mismo tiempo, estuvieran cerca de su lugar de trabajo, ya que la fábrica quedaba cerca de ese tramo de Bucareli, en los límites de la colonia Juárez.
Pugibet encargó la realización de este proyecto al ingeniero e investigador Miguel Angel de Quevedo, quien fue el fundador de ese bello espacio conocido como los Viveros de Coyoacán, ya que también fue importante promotor del desarrollo de áreas verdes y cuidados forestales en la Ciudad de México.
Calle La Mascota dentro del conjunto habitacional.
El edificio sería similar a los conjuntos parisinos de departamentos agrupados con calles que más bien parecían callejones o pasajes. Este conjunto habitacional tiene tres calles intercomunicadas que llevan el nombre de tres de las famosas marcas de cigarros que se producían en la fábrica El Buen Tono: Mascota, Ideal y Gardenia.
Miguel Angel de Quevedo promovía la arquitectura humanística con gran importancia en la estética; era importante vivir en un lugar hermoso rodeado de espacio para la convivencia, con árboles, con viviendas de medidas de acuerdo al número de habitantes y con servicios básicos.
Su construcción  se empezó en el año de 1912 y se terminó hasta 1913 debido a los problemas derivados del conflicto bélico que había en el país en ese momento. Su fachada de cantera y ladrillo aparente, con detalles arquitectónicos art nouveau, lo identificaban con el estilo afrancesado de la época porfiriana.
Rentas congeladas, deterioro y recuperación del edificio.
En 1942, el presidente Manuel Avila Camacho impone el régimen de rentas congeladas, lo cual desanima a los propietarios de muchos edificios afectados y dejan de dar mantenimiento a los edificios de su propiedad, éste fue el caso del edficio conocido como El Buen Tono.
En 1992 se deroga dicha ley y los inquilinos que antes pagaban ochenta o cien pesos que costaba la renta, se vieron en la necesidad de abandonar el lugar cuando el costo se actualizó a valor de mercado de la época actual, otros pudieron adquirirlos en propiedad y, como consecuencia, se dedicaron a remozarlos por su cuenta. Los habitantes de este bello conjunto departamental se agruparon para darle el mantenimiento que está permitiendo la conservación, con algunas modificaciones, de esta bella construcción, también testigo de grandes momentos históricos de la ciudad y del país.
El Edificio Giacomán en Torreón, Coahuila
Edificio Giacomán visto desde la esquina de Privada
Rayón y Avenida Ocampo.
Después de tantos años de haber dejado Torreón, ya no lo recordaba bien, pero allí vivió muchos años mi compañera de secundaria en el Colegio La Paz, Patricia Giacomán Murra. Me cuenta Rosa Giacomán Murra, hermana de Paty, que  su bisabuelo el señor Habib Giacomán, originario de Belén, Palestina, construyó este conjunto de casas al inicio de la década de los treinta pero que fue hasta 1939 cuando por fin quedó terminado, aunque desde 1933, la familia Giacomán habitó la que fue su casa durante varias décadas. Otras familias rentaron durante años algunas casas de este conjunto habitacional, pero al construirse los nuevos fraccionamientos al oriente de la ciudad, decidieron emigrar a esos rumbos, además, don Emilio Giacomán Massú, padre de Rosa y Paty, fue un hombre muy generoso, digámoslo así, con el cobro de las rentas de las casas aún habitadas, lo que empezó a hacer difícil el sostenimiento del inmueble.
Entonces Rosa Giacomán Murra junto con su hermano Arturo tomaron las riendas de la rehabilitación del edificio, así como llevar la administración de los locales comerciales y oficinas que se encuentran en este bello edificio protegido ahora por el INAH en Torreón.
Sentía yo una gran curiosidad por saber más acerca del porqué se eligió esta clase de arquitectura; le pregunté a Rosa si sabría si sus bisabuelo y abuelo, antes de llegar a Torreón, habrían vivido en la capital del país, pero, infortunadamente, me dijo que nunca se les había dado esta información.
El caso es que ahora este es un bello edificio que nos cuenta parte de la historia de la gente que llegó a vivir a Torreón para trabajar por nuestra joven ciudad.
Edifició Giacomán en su fachada de la privada Rayón.
Cuando viví en Torreón no creo haber estado de visita en la casa de la familia Giacomán, pero hace unos meses entré al café Apolo, el cual tiene entrada por la Rayón, a disfrutar una deliciosa jarra de té.
Ustedes ¿ya han estado por allí?
Conclusiones. La recuperación y el remozamiento de estos edificios se logró por el interés de sus propietarios y habitantes. En el caso del conjunto habitacional de Ernesto Pugibet, ahora los departamentos cuestan entre los dos o tres millones de pesos según el estado en que se encuentre cada espacio. En los edificios de la calle de Bucareli vive gente dedicada a actividades artísticas y que, además, está consciente de la plusvalía de su propiedad por la ubicación del inmueble, así como por su valor histórico.
La historia del edificio Giacomán es muy parecida. Afortunadamente, los encargados de la administración del lugar son descendientes directos de los propietarios originales del lugar; sienten cariño por este sitio que es parte de su patrimonio familiar, que cuenta la historia de sus ancestros, y que a los demás observadores nos remonta a los años de nuestra confiada infancia y bulliciosa juventud.
Lilia Margarita Rivera Mantilla
Ciudad de México, 11 de agosto de 2016