Buscar este blog

1 de julio de 2013

El pie izquierdo de Mancera

René Delgado Ballesteros
El analista René Delgado Ballesteros realiza un recorrido sobre el desempeño de Miguel Ángel Mancera a casi medio año de que se hizo cargo del gobierno del Distrito Federal y a 15 de que ocupa esa emblemática oposición el Partido de la Revolución Democrática. Pese a las expectativas generadas el actual Jefe de Gobierno ha enfrentado una serie de problemas, entre otros el levantón de varios jóvenes en un after. El editorialista colabora entre otros medios en El Universal, los de Grupo Reforma y El Siglo de Torreón donde se publicó el presente texto el pasado 15 de junio.

El "levantón" de 12 jóvenes en la Zona Rosa que, semanas después de ocurrido, el gobierno capitalino no logra esclarecer, coloca a Miguel Ángel Mancera y a la izquierda perredista ante un serio problema. Es un hecho grave y lamentable que, de no ser un incidente aislado, advierte un peligro.
A más de medio año de encabezar el gobierno de la plaza más emblemática de la República y, a la vez, el bastión más importante del perredismo, Mancera no acaba de definir el sello de izquierda a imprimir en su administración y sí, en cambio, eslabona en una serie de resbalones.
***
En los 15 años al frente del gobierno capitalino, el perredismo consiguió constituirse en el referente de avanzada ante el gobierno federal.
En sus distintos capítulos y estilos, esa izquierda marcó la diferencia ante la derecha moderna y la conservadora instalada en el gobierno federal. A partir de la reivindicación de derechos conculcados por esa noción del Estado como un ente con posibilidad de invadir la esfera de las decisiones personales y a partir del rescate de la política social, la ambiental, la del ocio, la de la movilidad y la de la obra pública como herramientas al servicio de una convivencia más sana, equilibrada, alegre y civilizada, el perredismo subrayó la diferencia.
Miguel Ángel Mancera
Por si ello fuera poco y en conjugación con aquellos instrumentos, esa izquierda garantizó la seguridad pública haciendo de la capital una de las pocas plazas de la República donde salir a la calle no suponía jugar a la ruleta rusa o hacer del miedo un compañero. Tuvo errores esa izquierda, desde luego, pero el saldo le resultó favorable.
Más de una vez, desde su emplazamiento los gobiernos perredistas hicieron suya la iniciativa, el debate e incluso la agenda de la política nacional. Hoy, por razones no necesariamente atribuibles a la nueva administración capitalina, los términos se han invertido. Iniciativa, debate y agenda política están en manos del gobierno federal y, sin ir a remolque, pero sin ser ya la locomotora, el gobierno capitalino pierde presencia en la escala nacional, titubea en su espacio natural y no acaba configurar su sello ni su estilo.
Quizá es prematura la exigencia de sostener la diferencia establecida y estampar el sello propio, pero no lo es advertir una serie de resbalones que, de constituirse en tendencia, podría hacer patinar al perredismo en su principal enclave.
***
Hasta donde se alcanza a ver, el gobierno de Miguel Ángel Mancera rebota entre vicios y virtudes sin acabar de fijar la inclinación de la balanza. Y, sobra decirlo, el equilibrio entre esos dos polos puede garantizarle la sobrevivencia a un político, pero no lo distingue y mucho menos lo proyecta como un cuadro destinado al crecimiento.
Virtud: la firmeza en la decisión mostrada en el propósito de restablecer el orden en la ciudad como un valor. El desmantelamiento de la gasolinera El Calerón construida a metros de un pozo de agua que surte a cinco colonias, el desalojo de invasores en El Ajusco y Tláhuac en zonas de reserva, el cierre de aserraderos en Milpa Alta para poner alto a la depredación, la clausura de un desarrollo inmobiliario construido con tabiques de corrupción.
Vicio: el titubeo frente a asuntos públicos que exigen reconocer errores y corregirlos. La reforma de la legislación para liberar a los detenidos el primero de diciembre, en vez del desistimiento y la rectificación; la indecisión mostrada ante los gravámenes relacionados con el alumbrado público y la tenencia vehicular; la elevación de la tarifa del transporte en micros sin asegurar la mejora en el servicio y en contradicción con la idea de reemplazar ese parque vehicular, y el silencio y la inacción frente a delegados y funcionarios corruptos.
En contraste, las propuestas que parecían darle profundidad al gobierno de Miguel Ángel Mancera, por la razón que sea, han perdido impulso. La creación de la figura del City Manager quedó como ocurrencia, ni quién se acuerde que Fernando Aboitiz es el director general de la Agencia de Gestión Urbana. ¿Prensó la burocracia caníbal al gerente de la ciudad para no perder espacios de poder, y su jefe lo dejó morir? La idea de darle una Constitución a la ciudad no recibe el respaldo que exige un proyecto de esa magnitud y parece un juego de entrenamiento político, siendo que su concreción marcaría el paso de Miguel Ángel Mancera por la capital de la República.
Más allá de los rebotes y de la falta de impulso a los grandes proyectos políticos, jurídicos y administrativos, Mancera comienza a verse afectado por el problema de la seguridad pública, un asunto donde justamente se daba por descontado que, por su experiencia en la materia, no habría retroceso. Podría pensarse que la curva de aprendizaje en otras áreas de gobierno tomaría más tiempo, pero no en ésa.
Es inaceptable la desaparición de personas en esta y cualquier otra ciudad, menos en una gobernada por la izquierda. ¿Qué está pasando en ese campo: era un espejismo la seguridad pública, se deterioró en meses el control del crimen organizado y desorganizado?
Giacomo Savonarola
***
El titular del gobierno capitalino afronta problemas de comunicación, agenda, logística y de conducción de su equipo, susceptibles de corregir sobre la base de sentarse más tiempo en la oficina.
La sobreexposición mediática lejos de fortalecer su imagen, la deteriora. El descuido de la agenda, que retrasa actos programados o cancela de último minuto compromisos, no habla de un hombre ocupado sino desorganizado. El montado de escenarios con errores donde será protagonista no lo engrandece, lo empequeñece. La atención a pequeñas rencillas, le restan tiempo. Y, claro, la escasa atención a la coordinación del conjunto del gabinete, presenta a su administración como una serie de islas sin integrar un archipiélago.
Cuando un equipo de gobierno lo forman cuadros preparados, con ideas y ganas de hacer cosas, operadores eficaces, pero de corto alcance, amigos no muy diestros en el área donde fueron destacados e incluso uno que otro Savonarola, la articulación y la acción correcta de ese equipo exige liderazgo y dirección. Sin esa cabeza, la combinación no necesariamente arroja el fruto deseado.
Mancera está a tiempo de hacer ajustes y establecer que quizá su gobierno se levantó con el pie izquierdo, pero que es de izquierda y tiene un proyecto. El perredismo, que lo postuló, deber tomar nota de la circunstancia en su mayor enclave, sobre todo, considerando la limitación que se autoimpuso en el Pacto y la falta de consolidación de los otros gobiernos que encabeza. Ambos entender la crítica.


El debate de la Ibero

Gerardo Hernández
González
En su columna Capitolio que se publica entre otros medios en Milenio Diario Laguna y en Zócalo de Saltillo, el periodista Gerardo Hernández González tocó el tema del encuentro entre candidatos, que no debate, a la Presidencia Municipal de Torreón. Según el autor todos los aspirantes sabían a lo que iban pero la mayoría desaprovecharon la oportunidad de una confrontación de ideas y propuestas y se dedicaron a las mutuas descalificaciones, principalmente los postulados por el PAN y el PRI, Jesús de León Tello y Miguel Ángel Riquelme Solís quienes tienen la mayor disponibilidad de recursos económicos, aunque no por ello sean los que cuenten con la preferencia del electorado en cuanto a intención del voto.

A la gran familia Zócalo,
por sus cinco años en Saltillo

Hay debates que cumplen su cometido y otros más soporíferos que un juego de la selección de fútbol. Estos son la antítesis de un ejercicio democrático capaz de conmover a grandes audiencias y modificar tendencias. Uno de los factores clave de los primeros es la sorpresa, el golpe inesperado. La ironía, el retruécano y la capacidad de asimilación y de respuesta, incluso el estado emocional, pueden determinar también el resultado de una confrontación entre personas que aspiran al mismo cargo.
No siempre el más espabilado y el mejor tribuno vence en las urnas. Así le sucedió a Diego Fernández de Cevallos después de superar a Ernesto Zedillo y a Cuauhtémoc Cárdenas el 12 de mayo de 1994, pero el debate introduce en la competencia otro elemento consustancial a la democracia: la incertidumbre, la duda de quién ganará la elección. A Fox le bastó el “hoy, hoy, hoy” para colocarse por encima de Francisco Labastida y de Cárdenas en la preferencia ciudadana. La democracia no endereza jorobados ni adecenta a los corruptos. Lo que permite es elegir, a veces incluso al más torpe.
El debate del miércoles pasado entre los candidatos a la alcaldía de Torreón, en la Universidad Iberoamericana Laguna, dejó entre la mayoría un buen sabor de boca. Jesús de León (PAN), Miguel Ángel Riquelme (PRI), Isabel Vesuña (PRD), Penélope Rivera (PT), Raúl Sifuentes (Movimiento Ciudadano-PSD) y Felipe Esquivel (Partido Progresista de Coahuila), sabían a lo que iban y qué les esperaba. En mayor o menor medida, todos cumplieron.
Sin embargo, como era previsible, De León y Riquelme polarizaron el auditorio por ser los punteros en las encuestas —cada uno de la suya—. Sifuentes entró sin mayores expectativas entre los universitarios y salió convertido en la tercera opción. Isabel Vesuña no se preparó debidamente. ¿Qué le espera sin el respaldo de López Obrador? Penélope Rivera lanzó un dardo: “miren, los políticos lo único que hacen es pelear”. Ganó puntos. Felipe Esquivel demostró que los partidos emergentes tienen propuestas.
Los nombres del alcalde Eduardo Olmos, del ex gobernador Humberto Moreira (PRI) y de Guillermo Anaya (PAN), presidente de la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados, se usaron para denostar al contrario. Ya por el estado de la ciudad, ya por la deuda de los treinta y seis mil millones de pesos, ya por presuntos vínculos con la delincuencia organizada.
Olmos representa para Riquelme la roca que Sísifo empujaba a la cima de una ladera empinada y que a punto de alcanzar rodaba para empezar de nuevo el castigo ingrato. El candidato y el alcalde no son la misma persona. De León y Anaya, tampoco. El problema es lo que representan. Igual que el PRI se cebó en José Ángel Pérez hace cuatro años, el PAN lo hace ahora en Olmos. ¿Cómo defenderlos?
Los universitarios dividieron sus preferencias: unos estaban con Riquelme, otros con De León; los hubo también con Sifuentes e incluso con ninguno. El ejercicio merecía mayor difusión, más allá del recinto y de las redes sociales, pero la radio y la televisión, algunas de las cuales prefieren reciclar basura, no lo transmitieron. La UIA le enseñó al Instituto Electoral y de Participación Ciudadana que es posible confrontar a los candidatos sin que el mundo colapse. Inhibir los debates cancela a la ciudadanía la posibilidad de elegir mejor. Por eso hay que exigirlos. El de la Ibero lo ganó la democracia.

@espacio4mx