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25 de agosto de 2012

Censura y Cinismo

ROBERTA Garza

ROBERTA GARZA, comunicadora originaria de NUEVO LEÓN y que participa en medios del grupo MILENIO se refiere en una reciente columna a leyes aberrantes y fascistoides que están a punto de ser replicadas en nuestro país, justificadas por que supuestamente "LAS QUIERE EL PUEBLO BUENO" y que impulsa, entre otros, el grupo #yo soy 132. Reproducimos el comentario por considerarlo de interés general.

La autoridad democrática se vio bajo el asalto de medios hostiles y prejuiciosos, de editores y comentaristas manipuladores de la percepción del pueblo bueno. El Congreso, preocupado por los ataques a los valores por cuya restauración luchaba el Ejecutivo, y por el daño que esto podía causarle a la República, crearon una Ley de Comunicación que acotara el poder de los escribidores. ¿La propuesta? Un Consejo de Regulación de contenidos “que lesionen los derechos humanos y la seguridad pública del Estado”, con facultades para fijar sanciones administrativas y la posibilidad de castigar penalmente los “delitos de acción pública”.
Las cámaras aún discuten los pormenores de esta ley, pero por lo pronto los periodistas Cristián Zurita y Juan Carlos Calderón, quienes revelaron en 2010 en el libro El Gran Hermano contratos por 600 millones de dólares entre el hermano del Presidente y el Estado, fueron sentenciados el 6 de febrero pasado a pagarle al mandatario un millón de dólares cada uno por haberlo “perjudicado en su honra, dignidad, buen nombre, prestigio profesional dentro del país y fuera de él”. Y eso no es nada: los directivos del diario El Universo —Emilio Palacio, Carlos Pérez Barriga, César Pérez Barriga y Nicolás Pérez Lapentti— fueron sentenciados por reiteradas “injurias” a tres años de cárcel y al pago de 42 millones de dólares. César y Nicolás huyeron a Miami antes de que la Suprema Corte ratificara el fallo, y Carlos ingresó a la embajada panameña buscando asilo político. Éste le fue concedido, pero el gobierno se rehusó a darle un salvoconducto que le permitiera salir del país. Pérez vivió recluido en la embajada hasta que el Presidente, bajo fuerte presión pública, otorgó el perdón y pidió cerrar el caso. El periodista no ha de haber estado muy convencido de la sinceridad del mandatario, ya que lo primero que hizo al salir de allí fue largarse de su tierra.
¿De qué horrible autocracia megalómana y bananera estamos hablando? Pues de Ecuador, nada menos; el mismo Ecuador que se desgañita defendiendo la libertad de expresión de Julián Assange. Éste, dicen Correa y sus corifeos, es un periodista (¿?) bueno por develar las triquiñuelas de los países malos, mientras que Calderón, Zurita, Pérez et al, al orear la podredumbre de su gobierno bueno, son por ende malos y deben ser silenciados.
La misma estupidez fascistoide, por cierto, que repiten en México los 132. Y acá hay quien se los cree.
Twitter: @robertayque