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8 de septiembre de 2013

Don José Ayup Tedy, un libanes prometeico

Fernando Ramírez López.
Una de las características de La Laguna es que durante sus años de bonanza se convirtió en polo de atracción de hombres y mujeres procedentes de todo el orbe, los que al emigrar a ésta tierra bendecida dejaron profunda huella de su tránsito bienhechor, uno de esos hombres pródigos fue Don José Ayup Tedy que habiendo nacido en Líbano eligió a MatamorosCoahuila como su tierra de promisión y de quien hace una afectuosa evocación  Fernando Ramírez López*.

Para el heroico pueblo de Siria en solidaridad con su digna lucha.

“El hombre común necesita de la poesía, que sople sobre su vida y la embellezca, que la salve de los tremendos infortunios que la amenazan y la haga digna de ser llevada con orgullo sobre los hombros”.
José Gorostiza. Muerte sin fin.
León Felipe.

“Dura es la tierra y obstinadamente dura la piel del tiempo que pisamos”.
Rafael Alberti. Del pensamiento en un jardín.

“No es en la primera página, sino en la última página de la crónica en donde está escrito el nombre verdadero del héroe, y no al comenzar sino al acabar la jornada, es cuando acaso pueda decir el hombre como se llama”.
León Felipe. Ganarás la luz.

“La tierra muerta es una señal para ellos. Nosotros la hacemos vivir y sacamos de ella grano del que comen. Si ponemos en ella jardines de palmeras y viñedos y hacemos que broten en ella fuentes”.
Ya Sin 23:33-34. El Corán.

Múltiples hombres y mujeres vinieron de todos los rincones del orbe para habitar esta tierra que mana leche y miel; así Prometeo hijo de Zeus fue capaz de regalar el fuego a los hombres no obstante su castigo, este es el caso de un libanés llamado José Ayup Tedy que emigró a finales del Siglo XIX a La Laguna para darle lo mejor de sí a esta y a su descendencia.
Este hombre tuve la oportunidad de tratarlo, personaje que al devenir del tiempo y del trato continuo, me dio la oportunidad de conocerlo y de saber detalles de su vida. Recuerdo de sus juegos con los niños de Matamoros, Coahuila que lo saludaban y después de apretarles fuertemente la mano, soltaba sonora carcajada y les regalaba como premio un chicle o un dulce.
Terrible castigo sufrió
Prometeo, hijo de Zeúz,
por atreverse a obsequiar
el fuego a los mortales.
Era alto, blanco y fuerte, había nacido en Elkfur Libano y al frisar los 18 años se embarcó rumbo a América en busca de su destino, pasó por Marsella y de ahí partió al Puerto de Veracruz, venía como muchos hombres y mujeres de esa época a descubrir este continente de color, que alberga en su seno al Ulises Criollo de José Vasconcelos. Llega a Torreón en búsqueda de su tío José Aún Nájer, se vivía La Laguna de finales de ese Siglo que dio albergue como madre generosa a gente proveniente de casi todo el mundo, venían a formar La Babel del Norte. La fiebre del oro, el algodón y el ferrocarril atraían a buscadores de fortuna, estaba por iniciarse el Siglo XX y él habría de vivir en carne propia la primera revolución del Siglo XX: la mexicana.
Posteriormente encuentra en Matamoros, Coahuila la razón de su vida plural y de su principal cometido formar una gran familia: los Ayup; en compañía de una mujer de largo aliento, su esposa Doña Feliciana Sifuentes Urquizo, sampetrina, prima hermana del general Francisco L. Urquizo, quien escribiera una gran cantidad de novelas entre ellas “Tropa Vieja” y en el marasmo de la algarada revolucionaria, fue testigo de la tragedia de Madero y posteriormente del asesinato de Carranza en Tlaxcalantongo.
Don José se dedicó siempre al comercio y a producir ropa sencilla de mezclilla en su taller de maquila, se les decía barilleros a aquellos vendedores  que recorrían los caminos polvosos de esta tierra y de Santo Niño Aguanaval.
Vinieron catorce hijos en su matrimonio: Julián, Salomón, Rosa, José, Dora, y otra Dora, la primera de ellas pierde la lucha por la vida al enfermarse de sarampión, Rodolfo, Ema, Sergio, Olga a quien la tos ferina se la llevó a temprana edad, Homero, Jaime, Rogelio y Álvaro. En el México de ese entonces, el sarampión y la tosferina causaron graves estragos.
Actualmente sobreviven dos de sus hijos, todos ellos han sido hombres y mujeres que han dado frutos fértiles a la región; la muerte vuelta tragedia al quitarles la vida a sus hijos Julián y Salomón y años más tarde a Sergio quien estaba en la plenitud de su existencia y de su éxito empresarial le provocó una huella de dolor que nunca superó.
Rodolfo Ayup Sifuentes.
Mi oportunidad de llegar a la familia de Don José, fue cuando uní mi vida a la de su nieta Sonia, hija de Don Ernesto Domínguez de la Rosa y de Doña Rosa Ayup Sifuentes, nos llegaron tres críos y nueve críos de los críos, además de la oportunidad de conocer el amor.
Relata la historia que poco antes del reparto agrario de 1936, un grupo de campesinos se reunió en una de las esquinas del Mercado Municipal de Matamoros solicitando tierra, mismos que encontraron como respuesta del gobierno y de los hacendados que se les reprimiera arteramente, muchos de ellos fueron masacrados y algunos pocos salvaron la vida gracias a Don José, que al darse cuenta de la refriega y en su huida escondió a algunos de ellos en los cestos que utilizaba para guardar los sombreros de ala ancha muy usados en ese entonces, así lo reseña Valentín Campa en su libro “Mi Testimonio”. Don José fue un hombre de ideas de izquierda, aunque nunca hizo labores de proselitismo, siempre se identificó con la lucha de los marginados, su oído fue fiel escucha de los sucesos de la revolución bolchevique en Rusia, que en estos días de septiembre es sede de la reunión del G-20 en san Petesburgo, que reúne a los dirigentes de las naciones más poderosas del orbe y que en su agenda buscan solución al difícil problema de la pobreza, al devastador panorama en Siria y al espionaje norteamericano en el orbe, que ha encontrado como justificación su lucha contra el terrorismo.
Don José al paso de los años, de vez en vez se reunía con la arabada, paisanos entre los que se encontraba Don Juan Abusaíd Chaya que consolidó una de las fortunas más grandes del país, le manifestaba que su gran riqueza consistía en el tesoro familiar que tenía. Además fue un gran promotor del deporte, introdujo el basquetbol a la Laguna y en su juventud había sido practicante de lucha greco romana. Hombre austero hacía suyo el principio de que comía para vivir, no vivía para comer, en su casa siempre figuraron las aceitunas, la crema y el pan.
El deporte como parte importante de su personalidad, lo llevó a integrar el equipo de basquetbol “Camisas Mariscal” el cual estaba compuesto por sus hijos y por su nieto mayor Ernesto Domínguez Ayup, los cuales adquirieron un gran prestigio y lograron lo más importante formarse un carácter y lograr un modo honesto de vivir.
Rodolfo que cariñosamente le llamaban “el potrillo” fue jugador internacional y formó parte de la quinteta mexicana que participó en diversos torneos internacionales como el de Argentina, hoy este se encuentra en el salón de la fama y antes de partir al infinito se le hizo un gran homenaje en el Auditorio Municipal de Torreón.
Arcelia Ayup Silveti.
“Por sus obras los conoceréis” dice la Biblia y en Don José como libanes mexicano encontramos una vida plural, que entregó a los suyos y a todos aquellos que nos fuimos cobijando a la sombra de este gran árbol.
Trajo a la Laguna desde su lejana tierra el ejemplo de los fenicios que son precursores del comercio, además practicó la medicina doméstica y durante toda su vida enseñó a sus hijos caligrafía, gramática y aritmética.
Muchos de sus descendientes hoy son prósperos comerciantes, agricultores, deportistas, artistas, empresarios y políticos destacados; él transitó a la eternidad en el año de 1970 y su compañera de vida Doña Feliciana en 1992,  hoy viven dos de sus hijos, Jaime que es comerciante y papá de la escritora Arcelia Ayup Silveti de Hernández Velez; Álvaro el menor el cual es ejemplo de vida, ha dedicado su existencia a servir como médico cirujano a los más necesitados y como maestro de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila, durante más de cuatro décadas ha ejercido la docencia y la investigación.
Tratar a gente de esta dimensión humana nos imprime el deseo de convertirnos en reflejo de su actuación, las generaciones posteriores han aportado logros importantes a su comunidad como pintores, médicos e investigadores y han seguido cada uno de ellos en la forja de caminos exitosos.
Este es un alto en el camino, es una sencilla reflexión sobre la vida de un ser humano que hoy sus descendientes le tienen como paradigma y han formado “la fundación José Ayup Tedy” que se dedica a obras de beneficio social; deseamos sinceramente que estos valores inunden a esta tierra indomeñada, que en La Laguna construyamos muchas familias como la de Don José que han generado con su ejemplo un estímulo para ser mejores, menos egoístas y más comprometidos con la hora social que nos ha tocado vivir, con el propósito firme de construir una sociedad más justa, más sana y con una elevada vida espiritual.
*Escritor
Celular: 871 163 3813

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