Buscar este blog

7 de diciembre de 2013

¡Adiós Madiba, hasta siempre Mandela!

Fernando Ramírez
López.
Este luchador social, se graduó como abogado en 1942 y en 1943 fundo la Liga Juvenil organizando protestas contra el sistema de segregación racial (apartheid) y en 1944 ingresó en el Congreso Nacional Africano (CNA) un movimiento de lucha en contra de la opresión. Sus dos primeras esposas fueron Evelin Ntoko Mase y Winnie Madikezela, ésta última 18 años más joven que él, siempre estuvo dispuesta a involucrarse a fondo en el Movimiento de Liberación de su pueblo y apoyar la lucha  de su compañero.

Por Fernando Ramírez López

Para África, continente de color y de
contrastes, origen del hombre actual.

Miguel Bakunin
“Me refiero a la libertad triunfante sobre la fuerza bruta y lo que siempre ha sido verdadera expresión de esa fuerza, el principio de la autoridad. Me refiero a la libertad que destrozará los ídolos en el cielo y en la tierra y que construirá un nuevo mundo para la humanidad solidaria sobre las ruinas de todas las iglesias y todos los estados”.
Miguel Bakunin.

El mundo se estremeció este cinco de diciembre, cuando nos enteramos que Nelson Mandela había transitado a la eternidad.
Cuando seres del nivel humano de Mandela, dejan su estructura corpórea, es el instante mismo en que el hombre colectivo grita a voz abierta: Misión cumplida.
No es motivo de llanto, da lugar a la alegría el saber no de la muerte de un ser humano, sino de la lucha que en vida hombres como Madiba, como cariñosamente le decían los suyos, llevó adelante más allá de la mediocridad patente de una sociedad acobardada y consumista como en la que habitamos, un nuevo orden para ver de cara al sol, esa es la estatura de Mandela.
Nelson Mandela.
Este luchador social, se graduó como abogado en 1942 y en 1943 fundo la Liga Juvenil organizando protestas contra el sistema de segregación racial (apartheid) y en 1944 ingresó en el Congreso Nacional Africano (CNA) un movimiento de lucha en contra de la opresión.
Sus dos primeras esposas fueron Evelin Ntoko Mase y Winnie Madikezela, ésta última 18 años más joven que él, siempre estuvo dispuesta a involucrarse a fondo en el Movimiento de Liberación de su pueblo y apoyar la lucha  de su compañero.
En 1964 Mandela fue condenado a cadena perpetua y fue encarcelado en la prisión de Robben Island, donde pasó 17 años en precarias condiciones de vida, así como en otras cárceles sumando una pena total de 27 años. En celdas infrahumanas, cuya superficie era de dos por dos, solo su espíritu inmenso y sus ideas de libertad le hicieron posible soportar este martirio.
Tras salir de la cárcel en 1990, fue electo presidente del Congreso Nacional Africano y dirigió las negociaciones para conseguir en Sudáfrica sin guerra, una democracia multirracial.
Winnie Madikezela.
En 1993, obtuvo el Premio Nobel de la Paz por sus labores de reconciliación entre negros y blancos de Sudáfrica, además recibió otros 250 premios y reconocimientos internacionales por más de cuatro décadas.
El 10 de mayo de 1994 se convirtió en el primer presidente negro en Sudáfrica, al lograr la victoria en las primeras elecciones libres tras el fin de la segregación racial.
Al cumplir ochenta años se casó por tercera ocasión, con Graca Simbine y en 2010 en el cierre del mundial de futbol en su país, fue su última aparición pública.
Barack Obama.
Ha fallecido a los 95 años de edad el hombre, después de una vida fértil dedicada a la lucha de los ideales de su pueblo y de la humanidad millones de seres en el mundo lamentamos su ausencia, porque cuando surgen seres de esta dimensión, recuperamos la fe en las luchas sociales y sabemos que no todo está perdido, que todavía es posible construir un nuevo amanecer.
Murió apaciblemente en su casa de Johannesburgo, después de sufrir las consecuencias de una enfermedad pulmonar recientemente.
Mandela hizo más de lo que se puede esperar de cualquier hombre así lo expresó Barack Obama, al igual que múltiples presidentes lideres del mundo.
La herencia de Mandela para las generaciones venideras, es que la lucha social con propósitos de gigantes, se puede obtener y construir al hombre nuevo.
Nació en el seno de una sociedad donde blancos y negros, tenían grandes diferencias por el simple color de la piel, demostrando con su lucha que esta no es el centro del hombre y su espíritu.
A sus exequias acudirán múltiples mandatarios de todo el mundo, que en su interior sabrán que acuden a despedir la vida de uno de los grandes, que de cuando en cuando vienen a esta tierra para darnos nuevas esperanzas.
Esperanzas de que todos los seres humanos independientemente de su origen racial, religión o ideología política, por el solo hecho de ser humanos, merecen las mejores condiciones de vida.
Que todos los hombres pueden aspirar a un buen empleo, a una casa digna, a mejores servicios de salud; el ejemplo de Mandela vale más cuando hoy vivimos en el cieno de una sociedad con gobiernos que ven en el poder político la oportunidad de enriquecerse, dejando de lado los valores mayores, como lo son luchar por la igualdad del hombre, y ese ejemplo vale más porque lo hizo sin esperar nada a cambio. Hasta siempre Mandela y recibe no las lágrimas, sino los aplausos y el reconocimiento por una labor cumplida.
Email: licfernandora@hotmail.com
Teléfono celular: 871 163 3813

www.globedia.com

La violencia, reflejo de la ingobernabilidad

José Luís Reyna.
El de la violencia que campea actualmente en Michoacán no es un problema regional o particular, pues afecta a varias regiones del país y es consecuencia de la ineptitud de las autoridades de todos los niveles, para hacer prevalecer el imperio de la ley y el estado de Derecho, asegura en el presente artículo José Luís Reyna, el que fue publicado en la sección Acentos de Milenio Diario Laguna el pasado 4 de noviembre del 2013 y que compartimos por considerarlo de interés.

Sería erróneo definir a la violencia michoacana como un problema regional. Para entender la magnitud del problema tiene que plantearse como un desafío frontal al gobierno federal. El problema no es nuevo y, pese a ello, no se ha podido encontrar la fórmula (la estrategia como se dice en el argot gubernamental) para controlar la violencia y disminuir la inseguridad en esa entidad y en este país. No solo se trata, como tanto se insistió, de una guerra entre bandas rivales para controlar un territorio determinado. Se trata también de un Estado cuyas instituciones y mecanismos de poder han resultado insuficientes e ineficientes para poder garantizar la paz en Michoacán. En muchos sentidos, los acontecimientos recientes son una declaración que cuestiona el funcionamiento del Estado mexicano. Éste ha sido rebasado.
El crimen organizado muestra organización y fuerza. El Estado mexicano desarticulación e impotencia. El problema no se resuelve enviando a miles de efectivos para hacer un acto de presencia. Sorprende que ese estado no haya podido desarrollar la labor de inteligencia para ubicar y detectar las células delincuenciales que son las que están socavando la viabilidad de Michoacán y comprometiendo la gobernabilidad del país. El Estado no puede ser un espectador del problema, como hasta ahora lo ha sido, sino tiene que convertirse en un protagonista central de la solución del problema. No entenderlo en estos términos es capitular ante un poder mayor: el crimen organizado, porque tiene una estructura organizacional más eficaz.
Michoacán es prueba de que la violencia no es abatible solo con el uso de la fuerza. Hay un grupo del crimen organizado que es capaz de poner en jaque a las fuerzas de seguridad y al sistema de justicia porque la ley no existe. Ese grupo organizado es capaz de orquestar, en medio de tantos efectivos militares y policiales, un operativo que afecta a varias subestaciones eléctricas (CFE) y estaciones de gasolina: puntos estratégicos, pues se trata de la generación de energía y del abasto de combustibles, con los que se mueve una localidad, una región o un país. Con esto demuestran que tienen la capacidad de
paralizar la vida productiva de una región. Pueden detener la marcha de trabajo de un estado, como Michoacán, que es rico en minería, en agricultura y en infraestructura portuaria, entre otras cosas. No es una entidad cualquiera, es una entidad estratégica para la nación si se le adiciona que está cerca de la sede de los poderes federales de la nación. Puede ser un experimento que puede generalizarse si el Estado mantiene la pasividad y la inoperancia que hasta ahora ha ostentado.
No es difícil llegar a la conclusión de que el gobierno federal no ha reaccionado acorde con los retos que le está imponiendo la delincuencia organizada. La autoridad está rebasada. Se propone desaparecer los poderes en Michoacán cuando, de hecho, éstos no existen. El tiempo, la negligencia y la corrupción se encargaron de diluirlos y, a la par, descomponer el andamiaje institucional. Resolver este problema regional será de largo plazo con el riesgo de que contamine a otras regiones del país.
La ciudadanía pronto llegará a la conclusión (si es que no ha llegado ya) de que no hay autoridad que la defienda (por eso la emergencia de los grupos de autodefensa), que no hay autoridad para hacer justicia y que el único poder que existe se encuentra al margen de la ley: situación cercana a un Estado sin instituciones, situación cercana a la ingobernabilidad como consecuencia de una violencia delincuencial que penetra todos los poros del sistema en su conjunto.
Se ha imbuido el miedo en parte de la sociedad michoacana y el miedo es un ingrediente que puede adquirir una velocidad enorme cuando empieza a circular. El miedo obsequia poder a quien lo infunde. La población de esa entidad tiene miedo. El riesgo del Estado y con ello la probabilidad de la gobernabilidad es que ese miedo pueda extenderse. En este momento el deficiente funcionamiento del Estado puede contribuir a que surja un escenario que no encuentre cabida dentro de los cauces institucionales. Se está llegando a una situación límite. El Estado, para resolver este desafío tiene que actuar con inteligencia más que con fuerza: no vaya a ser que el día de mañana amanezca el país como Michoacán. Sin catastrofismos, no es un escenario descartable. La violencia, sin instituciones sólidas, implica ingobernabilidad.
jreyna@colmex.mx

Magnicidio y comunicación

Jacobo Zabludowsky
Kravesky.
A cincuenta años de cometido el magnicidio que le costó la vida a John F. Kennedy, el abogado y periodista Jacobo Zabludowsky Kraveski relata la forma en que ese infausto suceso transformó la forma de hacer periodismo electrónico, sepultando una época en la que lo dominante eran los medios impresos que cedieron ante el conocimiento inmediato de los acontecimientos. La columna se llama Bucareli y tomamos el texto para compartirlo de la página web de Vanguardia de Saltillo.

La muerte de Kennedy tuvo una histórica consecuencia colateral: transformó el periodismo electrónico

John Fitzgerald Kennedy.
Hoy hace 50 años. Un magnicidio sepultaba una época.
Un invento abría otro horizonte.
25 de noviembre y lunes, como hace 50 años, 1963.
Llegué a Washington la noche del viernes 22, después de una jornada de fiebre desbocada en los noticieros a mi cargo en Televisa. Como a las 11 y media de la mañana interrumpí el programa normal y entré al aire dando el flash increíble: John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos, asesinado en Dallas. Desde ese momento y a lo largo de todo el día fluyó la información como partes de un rompecabezas en ese manicomio en que se había convertido el mundo.
La muerte de Kennedy tuvo una histórica consecuencia colateral: transformó el periodismo electrónico y obligó a un cambio drástico del periodismo impreso y fotográfico. Coincidió con la irrupción de inventos como los satélites de comunicación capaces de mantenerse sobre un punto determinado del Ecuador para retransmitir señales durante tiempo indefinido. El “cono” de la imagen cubría sectores del planeta sin la desventaja anterior de los satélites fugaces, útiles unos cuantos minutos en sitios no escogidos. El instante del asesinato y su secuela hasta el entierro es el instante del nuevo periodismo en el mundo. Entre la Plaza Dealey de Dallas y el Cementerio de Arlington en Washington, menos de 100 horas, cambiaría la forma de contar el cuento, imperante durante cientos de años.
La noticia del asesinato fue sin imagen, solo mi voz y mi presencia comunicaba los acontecimientos narrados por cables de agencias, emisiones de onda corta o relatos telefónicos de corresponsales. 80 minutos después de los tres disparos es detenido Lee Harvey Oswald por los asesinatos de un policía de Dallas llamado J. D. Tippit y el de Kennedy que Oswald siempre negó, aunque no por mucho tiempo: dos días más tarde, mientras era custodiado por la policía, Jack Ruby, un gángster de Dallas, le disparó y mató en vivo y en directo, ante millones de televidentes. La transmisión del homicidio es uno de los hechos mágicos de ese fin de semana. Otros estaban por ocurrir. Un peatón llamado Abraham Zapruder filma en su camarita de 8 milímetros el auto, el cráneo estallado por la bala, el desvarío de la viuda, la sorpresa del escolta y presagia la irrupción del hombre común en un periodismo popular y gratuito que mediante el teléfono habría de cambiar las costumbres en el siglo XXI.
El sábado narré por XEW Radio el arribo desde Dallas del cuerpo de Kennedy, su traslado a la Sala Este de la Casa Blanca donde, después de la autopsia en el Hospital Naval de Bethesda, estuvo expuesto 24 horas y la llegada al Capitolio domingo y lunes en que recibió el homenaje de más de 250 mil personas junto a la viuda, el niño de tres años que despidió a su padre con un saludo militar y su hermanita que medio siglo después toma posesión como embajadora de Estados Unidos en Japón. La Catedral de San Matthew, el furgón abierto, el caballo del comandante ausente con la punta de las botas hacia atrás. La eternidad.
El lunes el entierro en Arlington. Hablé a la W para preguntar cómo había salido la crónica final de radio. No sólo bien y completa, dijeron antes de darme otra sorpresa: se había recibido por primera vez la imagen del nuevo satélite, y la habían transmitido por televisión con mi relato simultáneo. Quedé pasmado. Se abría una nueva época de la comunicación y el periodismo. Demasiadas emociones en tan poco tiempo. Empecé a escribir una crónica destinada a José Pagés Llergo, director de la revista “Siempre!” Fui al telégrafo para enviarla a México y ahí encontré a Carlos Denegri, reportero de “Excélsior”, quien iba a lo mismo, con el acostumbrado enorme tambache de cuartillas de sus reportajes especiales.
Le platiqué mi experiencia. Denegri preguntó desconcertado si en México se había visto el funeral en tiempo real, si había pasado completo. Sí, le dije. Entonces empezó a romper hojas de su trabajo hasta dejar unas cuantas y regresó a su hotel a escribir para quienes no necesitaban descripciones de lo visto, sino interpretación y análisis. El periodismo impreso, nacido en el siglo XV con Gutenberg, multiplicado en el XIX por la rotativa, enriquecido por la fotografía, el cine y la radio, daba un paso gigantesco para hacernos ver al hombre pisar por primera vez la Luna, una guerra en el Golfo Pérsico, la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York.
Hoy hace 50 años. Un magnicidio sepultaba una época. Un invento abría otro horizonte.
Pocas veces en la historia del hombre sobre la Tierra una serie de hechos ha coincidido en el corto lapso de un fin de semana para modificar en forma tan permanente y profunda la vida diaria de todos los habitantes del planeta.