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10 de marzo de 2015

Una compleja mutación social

No. No creo que Enrique Peña Nieto haya cambiado su visión acerca de la situación de México y empiece a admitir la crítica y la protesta pública como un esfuerzo colectivo de millones de mexicanos hacia la configuración  de mejores condiciones de vida y de convivencia, como lo supone en su buena fe e ingenuidad Fernando Ramírez López. Me inclino más bien a pensar que se trata de un cambio de estrategia para tratar de recuperar los niveles de popularidad logrados por el régimen hasta antes de que en septiembre ocurrieran los sucesos de Tlataya y Ayotzinapa, no solo porque en ese sentido me guía mi escepticismo sino porque así lo señalan los hechos y la certeza de que el PRI sigue siendo el PRI integrado por una pandilla de rufianes que ven por su propios intereses y no por los de la ciudadanía que los colocó en los cargos de elección.
Para un forjador de realidades, que me enseñó un seis de marzo de 1974, que los juegos de abalorios son finitos e infinitos.
“El presidente Enrique Peña Nieto reconoció que en México hay una sensación de incredulidad y desconfianza por lo que su gobierno debe centrarse en restablecer el orden para aplicar las reformas… ofreció una lucha más eficaz contra la corrupción y acabar con el estigma de que los políticos mexicanos sean vistos como ladrones.”
Entrevista concedida al Financial Times
En la multiplicidad de aristas que tiene el complejo modelo social mexicano, es evidente que ante la persistencia de las luchas populares, suene como mensaje esperanzador que el Presidente de la República reconozca en su visita al Reino Unido que las cosas hasta ahora no le han salido bien; ojalá y esta declaración esté fraguada en la admisión y en la reflexión personal como Jefe de Estado; que es necesaria la vuelta al cambio de timón.
Por medio de sus sencillas pero valientes palabras queremos entender que Peña Nieto ya admite la crítica y la protesta pública, no como una forma de desestabilización, sino como el esfuerzo colectivo de millones de mexicanos hacia la configuración de mejores condiciones de vida y de convivencia, de otra forma si miente estará construyendo el fin de su historia, es decir entenderíamos tal como lo expresa Ludwig Wittgenstein, que ha llegado a los límites de su lenguaje.
Sabemos que las mutaciones no son lineales, sino plenas de sinuosidades donde se articulan aspiraciones y necesidades.
La historia, como legendaria acompañante del universo, registra, describe y relata; por lo que en todos, absolutamente en todos los casos, existe un rasero que ubica siempre a la razón en un lugar distinto a la sinrazón, así como al egoísmo y a la impunidad.
El universo y el mundo, así como las definiciones continentales y México como tal tiene su propio archivo de agravios y desagravios.
Las plumas y las voces valientes son exiguas, pero el sustento de sus aspiraciones a través de la denuncia, podría expresar que en casi todos los casos son poesía que canta y sufre por forjar a un ser humano que viva libre para construir su propia obra y pensamiento.
De entrada, el universo tiene una cantidad de miles de millones de años y frente a sí mismo el infinito como referencia, de ahí que ese sencillo y gran concepto surge de la perenne y transitoria existencia humana en la dialéctica cosmogónica.
No obstante el soberbio instinto de dominación y acumulación de bienes, son la charada que nos juega el destino permanentemente, nos deja creer en nuestra inmortalidad para luego dar cuenta casi burlesca de la breve levedad del ser, al decir de Milan Kundera.
México, no el período sexenal 2012 – 2018, ni su aparato gubernamental, ni la segunda fortuna más grande del mundo que ostenta el mexicano Carlos Slim Helú, ni la negra historia del crimen organizado y la delincuencia, nos apartarán del destino de privilegio que sabemos tenemos merecido.
Este país desde antes de la conquista en 1521 ya existía y prevaleció a la violación de la madre indígena para darle vida hoy, a una sociedad distinta.
Sus espacios desde esa fecha han traído consigo el virreinato, la monarquía y un presidencialismo que se obstina en seguir funcionando con un rostro de corrupción y enfado, pero también cabe decir que han existido hombres de la estatura de Hidalgo y de Juárez, que advirtieron en su sacrificio un señalado lumen de cambio para ser mejores.
La mutación social es cambio, por eso somos un pueblo que en su momento admitió a Tláloc, lo mismo que a deidades católicas y al surgimiento de diversos movimientos evangélicos, musulmanes y budistas entre otros muchos, por lo que en cuanto al sentimiento espiritual, vale más infinitamente más nuestra fe colectiva en un destino superior, más allá de teologías de la confusión, que son anti natura y opuestas a los valores de la mexicanidad; es decir en cuanto a conceptualización religiosa somos un gobelino multicolor, que contiene la sensibilidad del hoy y del mañana, tanto así que acepta la diversidad sexual e incluso al aborto, más allá de credibilidades absolutas.
En lo social, económico y político estamos en un punto álgido por la desigual distribución del poder y del ingreso, es el grito de los pobres contra los acumuladores del gran capital; grito de guerra que suena a desestabilización y que se confunde con la permisividad gubernamental del tráfico de armas, infantes, prostitutas, recomendaciones e influencias, para luego desestimarlos con su captura, ya que son las cabezas visibles de la perversidad del Estado y me refiero específicamente al asesinato de los Arellano, a la detención de la Tuta o a la liberación de Caro Quintero.
Esta lista infinita terminará con un gran vuelco social y un profundo cambio en nuestras entrañas, usted lo sabe señor presidente y si no lo sabe entonces le preguntamos ¿quién gobierna a este país? de ahí el enojo, la ira y la protesta de un modelo de acumulación de capital, que ha favorecido al menos a una mínima parte de la sociedad actual, dejando de lado a las grandes mayorías, a los condenados de la tierra como lo expresara en su momento Franz Fanon.
Así puesto a contraluz categorías como cultura, sociedad, economía, religión y adláteres, podemos dar cuenta de que la permisividad de los aparatos de poder, han conceptualizado a un Estado lejano, muy lejano de nuestra realidad y nuestras aspiraciones.
Contamos con organismos del sector central inoperantes debido a la falta de compromiso con sus objetivos, una ralea de organismos como el INE y la CNDH, además de organismos con líderes sindicales que ya ni siquiera a esta generación pertenecen, padeciendo su vetusta y servil mentalidad como es el caso de Gamboa Pascoe o Romero Deschamp’s, ya no digamos de los poderes legislativo y judicial corrompidos en los ámbitos federal y estatal ¿y el municipio? ahí en esa célula es donde se recrudecen todos los males sociales.
Si Peña Nieto como lo ha declarado desea restablecer el orden, le sugerimos que empiece regresando los bienes propios, de su familia y colaboradores que legítimamente no les pertenecen, que ponga en su lugar los abusos extremosos del ejército y la armada, porque no queremos un gobierno de baratija, sino aspiramos a un México pletórico de luz que al decir de José Vasconcelos nos pertenece.
Email: licfernandora@hotmail.com   Celular: 871 163 3813         

Enfermeras, enfermeros y la breve historia del tiempo

Como la de médico o profesor (hablo de los auténticos, a los que también se puede llamar maestros), la de enfermera o enfermero es una profesión que requiere de abnegación y vocación de servicio, además de un infinito amor por nuestros semejantes. Lilia Margarita Rivera Mantilla se refiere en el presente artículo a esa actividad que bien llevada se convierte en auténtico apostolado.
A la memoria de Eduardo Garza Valdés

Comencé a celebrar el día 6 de enero comiendo rosca, tomando sidra o chocolate, hasta después de 1974. Claro que desde niña supe que en un día como ése, fue cuando los tres reyes magos, siguiendo la estrella de Belén, llegaron por fin hasta el establo en donde estaban refugiados José y María, con el niño Jesús recién nacido, para ofrecerle oro, incienso y mirra. A la mayoría de los niños laguneros, los reyes magos no nos traían regalos, porque ya lo habría hecho el 25 de diciembre el mismísimo niño Jesús o Santoclós; tampoco se acostumbraba partir la rosca para encontrar el muñequito, y pagar después con los tamales del día de la Candelaria.
Sin embargo, en mi casa sí había cierto tipo de festejo el 6 de enero. Se celebraba el Día de la Enfermera. Mi mamá, antes de casarse, trabajó en el sector salud, se sentía orgullosa de ser enfermera titulada. Entonces, algunas de sus antiguas compañeras de trabajo iban a la casa en donde se les agasajaba con una comida. Esa reunión me hacía sentir que, realmente, ya estábamos inmersos en el año nuevo que recientemente había comenzado. El Día de la Enfermera marcaba un nuevo ciclo para mí.
Mi mamá nunca dejó de ser enfermera. Ya no llevaba su uniforme inmaculadamente blanco con la capa oscura encima, tampoco usaba la cofia en la cabeza, como si portara una corona, con la que se veía tan soberbia y atractiva en las fotografías que había de ella en la casa, ésas cuando andaban en las campañas de vacunación. Al fin mujer, el procurar la salud de los demás lo trasladó como un reflejo a su propio hogar, al cuidado de sus hijos, esposo y de todos aquellos que la necesitaran.
Cuando veía su caja metálica para hervir aquellas aterradoras jeringas de vidrio, el olor del alcohol, la botellita con la penicilina, la cual era extraída con la punta de la aguja que igual se clavaría en alguna de nuestras nalgas, causándonos mucho dolor para tener como recompensa la salud renovada; entonces, imaginaba que mi casa era como una clínica  sacada de La Ciudadela, la novela de A.J. Cronin, pero allí no habría algún doctor dictando órdenes, solo mi mamá era la dueña absoluta de ese espacio.
Estos recuerdos me llegan en montón, no se pueden detener cuando veo las protestas de las enfermeras y enfermeros del sector salud de México, indignados porque a su profesión, para la cual se han preparado académicamente durante años, el gobierno ha decidido bajarla a la categoría de un oficio de menor escolaridad y responsabilidad, una actividad artesanal, algo casi como hobby por lo fácil que es llevar a cabo; tan fácil que tampoco merece mejor salario.
Pero todo esto tiene una explicación histórica. El ser enfermera, nutrióloga o trabajadora social significa que se desempeñan tareas propias del género femenino, rutinas que ya son inherentes a la feminidad, se dan por sentadas, salen de manera natural, no se requieren estudios para desempeñar estas labores que siempre se han realizado sin esperar nada a cambio.
La mujer permanece en casa, soltera o casada, y se espera que atienda a los enfermos que hubiera dentro de su familia casi por puro instinto o por las costumbres ancestrales transmitidas; de la misma manera, sabrá cómo nutrir a los que la rodean, provoca rechazo la mujer que se atreve a decir que le disgusta cocinar, entonces tiene que aprender lo elemental para que, sobre todo, sus hijos y esposo puedan alimentarse sanamente. Además, la mujer es el enlace entre el mundo exterior y el de su propio hogar.
Ella será intermediaria entre la educación, ideas y valores inculcados en casa y entre la educación académica impartida en las escuelas y la iglesia. La mujer aprobará o rechazará las amistades que hagan sus propios hijos; aunque le disgustaran, se esforzará por tolerar aquellas que sean convenientes para los intereses de su esposo. Si fuera necesario, se le pedirá su cooperación para aliviar necesidades en su comunidad o para el mejoramiento del entorno en el cual le haya tocado vivir. Esto sin esperar una remuneración a cambio; se da por un hecho que a la mujer le encanta la vida social, entonces, ¿por qué pagarle por una actividad que ella desarrolla con tanto gusto y facilidad?
Cuando mi mamá trabajaba como enfermera en el sector salud, recibía un salario. Hacía trabajos extras como cuidar o atender enfermos en sus respectivas casas, y sus ingresos aumentaban. Al casarse y tener hijos, siguió realizando todas estas tareas, día y noche, recibiendo solamente el agradecimiento sincero de su familia.
Cuando a Stephen Hawking le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, los médicos le dieron solamente dos años de vida. A pesar de esa sentencia demoledora, Jane Wilde decidió casarse con él. Esto ocurrió en 1965, hace casi cincuenta años, Hawking sigue vivo, acaba de cumplir 74 años. A Jane casi le cuesta la pérdida de la razón y hasta la pérdida de la vida (pensó en el suicidio) el haberse convertido en su cuidadora primaria, en su enfermera de 24 horas. Stephen Hawking alcanzó fama mundial con su libro Breve Historia del Tiempo, pero pocos sabrán quién fue su primera esposa y madre de sus tres hijos. La vasalla que se sacrifica por su rey. Perder la identidad en muy breve tiempo.
Ahora también hay enfermeros. He conocido hombres que pudieron haber estudiado medicina, pero eligieron la enfermería. Y en los hospitales, aunque el número de ellos es menor al de sus compañeras, se muestran solícitos, eficientes y con la destreza que les da su fuerza física para el mejor manejo del enfermo. Me pregunto si ellos serán poseedores de una mente muy venusina; es decir, dentro de su corazón tendrán sentimientos como aquellos que se cree que son propios de la naturaleza femenina.
Mercedes Juan López, es mujer. Pero es la Secretaria de Salud asignada por Enrique Peña Nieto. Es médico cirujano, tiene estudios de especialidad y posgrado, cae dentro del nivel que siempre han ocupado los médicos hombres. Porque quienes tienen un título como médicos cirujanos, se sitúan en una especie de pequeño Olimpo, donde los vulnerados por el dolor y la enfermedad los verán como a pequeños dioses, y las enfermeras y enfermeros siempre serán vistos como sus subalternos prestos a servirles para aligerar sus importantes tareas.
Será por eso que la Secretaria de Salud, Mercedes Juan, ve con naturalidad que el sacrificado trabajo de enfermeras y enfermeros sea visto como un oficio de menor importancia, aunque si no fuera por los cuidados, por la seriedad y eficiencia con que deben atender a los enfermos, el ejercicio de la profesión de los mismos médicos desmerecería mucho al no contar con la colaboración de estos también profesionales de la salud.
El 29 de enero del 2015, apenas pasadas las siete de la mañana, una pipa de gas que suministraría el combustible en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa, en la Ciudad de México, tuvo una fuga en la manguera surtidora,  provocando una explosión que causó el desplome del hospital. Afortunadamente no perecieron muchas personas, la mayoría de los internados eran bebés y sus madres. Si se pudieron salvar muchas vidas, seguramente fue gracias al espíritu de entrega, servicio y sacrificio al que estaban acostumbrados dos enfermeras y un camillero: Ana Lilia Ledesma Gutiérrez, Mónica Orta Ramírez y Jorge Luis Tinoco Muñoz.
Ellos pudieron haber salvado sus propias vidas, pero no quisieron alejarse del lugar, dejando allí a los pequeños indefensos. Muchos ya lo tienen como un reflejo el olvidarse de sus propias necesidades por atender las de aquellos tendidos en una cama, necesitados del calor de una mano que los toque y los conforte en su propia sensación de indefensión, de tristeza, desesperanza y muchas veces de abandono.
No acostumbro celebrar la entrada de un nuevo año gregoriano el día primero de enero. Para mí el inicio del año corre a partir del 6 de enero. Mis hijos ya no esperan la llegada de los Reyes Magos, ahora la partida de rosca ya se celebra más en el norte del país, pero la edad me obligó a retirarme de los carbohidratos simples y ya no la como; sin embargo, siempre recuerdo que el 6 de enero se celebra el Día de la Enfermera; imagino a mi mamá vestida de blanco, con su cofia a manera de corona en la cabeza y su capa oscura dándole más porte y dignidad, recorriendo las calles y barriadas de Torreón junto a sus otras compañeras; las recuerdo sonrientes y alegres en las pocas fotografías que aún quedan por allí, como si la propia Higía las fuera conduciendo.
Lilia Margarita Rivera Mantilla,
México, Distrito Federal, febrero de 2015