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22 de abril de 2015

Ángeles malvados

Alma Delia Murillo
Muy interesantes las reflexiones y comentarios de Alma Delia Murillo y Lilia Margarita Rivera Mantilla a propósito del copiloto alemán Andreas Lubitz, de los hermanos Raúl y Carlos Salinas de Gortari, del poeta suicida Cesare Pavese y de tantos depredadores como hay, de los que somos víctimas potenciales. Alma Delia colabora en el portal www.sinembargo.mx

VENDRA LA MUERTE, Alma Delia Murillo

y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.

Andreas Lubitz
Es así como dice el deslumbrante poema de Cesare Pavese, ese con el que pasó a la historia, pues aunque su obra poética completa es de una fuerza y una belleza devastadoras, es por esos inagotables versos que en el mundo entero conocemos su nombre y lo recordamos. Es, precisamente por esos versos, que se volvió inmortal.
He pensado en las palabras de Pavese, el poeta suicida, porque entre las muchas y pasmosas razones que se han ido aclarando sobre la decisión deliberada, –también suicida– y letal del copiloto alemán Andreas Lubitz de impactar el avión de Germanwings con 149 personas a bordo contra los Alpes franceses, hay una que nos mira directo a los ojos e insiste, imprudente, en que volvamos a preguntarnos de qué carajos estamos hechos los seres humanos: que probablemente lo hizo porque, según refirió una ex novia, Andreas le dijo que alguna vez haría algo tan grande que cambiaría el sistema y grabaría su nombre para siempre en la historia. Y lo consiguió.
Su escalofriante logro hizo volar en pedazos su vida y la de 149 personas, porque, aclaremos una sutileza determinante, decir que estrelló un avión es un eufemismo: Andreas Lubitz estrelló a ciento cuarenta y nueve seres humanos contra esa imponente cadena de montañas.
Habrán leído, y si no se los platico brevemente, sobre el Complejo de Eróstrato, llamado así por un pastor griego del mismo nombre que alrededor del año 350 antes de Cristo, incendió el templo de Artemisa en Éfeso con la única intención de trascender y de ser recordado después de su muerte.  Cuenta la historia (esa gran mentirosa) que el pastor confesó bajo tortura su culpabilidad y su sorprendente móvil, y que se ordenó, bajo pena de muerte, que nadie registrara su nombre para que no lograra su cometido. Pero Eróstrato también lo consiguió.
Cesare Pavese
Extraño fenómeno es este de la necesidad imperiosa, ciega y casi de una delicada torpeza, que tenemos los seres humanos de inventar cuantas reglas, leyes, artificios y artefactos sean necesarios para no colocarnos como responsables en el centro de las tragedias más atroces. Y para no mirarnos cabalmente porque mirar hacia adentro de la condición humana provoca mucho miedo, es una experiencia pavorosa.
Andreas Lubitz tenía una depresión clínica y un trastorno de ansiedad con ataques de pánico recurrentes, lo que quiere decir que su alma estaba fracturada a tal grado que para él la idea de la muerte representaba un alivio. Es doloroso y desgastante hasta lo indecible vivir atrapado en un trastorno emocional, en una psicopatía que desgarra por dentro a quien la padece; luego morir es liberador. Sin duda.
Pero Lubitz no lo ocultó: consultó a especialistas, notificó a la escuela de vuelo de Lufthansa y a sus seres más cercanos de su condición, de su enfermedad.
Los padecimientos del alma son tan reales que duelen tanto como una pierna fracturada, una próstata inflamada, una apendicitis o una angina de pecho pero no se ven, no se palpan. Y seguimos siendo tan elementales que pensamos que lo no vemos no existe. Cuán vulnerables nos hace creer que en el mundo sólo está aquello que nuestros ojos perciben, “la fuerza del vampiro radica en que todos niegan su existencia” vuelvo una y otra vez a esa frase profunda y desbordante de contenido de Bram Stoker.
Las emociones humanas, esas de las que sabemos tan poco, han demostrado, incontables veces, ser el arma de destrucción masiva más potente de todas.
El funcionamiento del alma es más sofisticado que el de los mecanismos de cierre de las cabinas de pilotaje, pero es en donde, con ejemplar eficiencia y convicción, se están enfocando los expertos de las aeronaves para evitar que esto vuelva a ocurrir.  Casi dan ganas de soltar una tristísima sonrisa, tierna y conmovida ante nuestra simpleza, ante nuestro razonamiento llano.
¿Cuánto sabemos de aviones?
¿Cuánto sabemos de la psique, del alma humana?
Todos moriremos. Algún día y en alguna circunstancia específica que ojalá sea venturosa pero si sólo tenemos la certeza de una vida, de esta única oportunidad metida en esta única psique y en este único cuerpo, ¿por qué no nos alarmamos ante la probabilidad de morir en medio de esta escandalosa ignorancia sobre nuestro funcionamiento interior?

Comentario de Lilia Margarita Rivera Mantilla

"La diferencia entre una persona normal y un psicópata es la capacidad de amar a los demás. La maldad solo puede amarse a sí misma."
De la novela Angel Malvado, Taylor Caldwell

Lilia Margarita Rivera
Mantilla
¡Ya matamos a Manuela! Así gritaban los niños Raúl y Carlos Salinas de Gortari aquel diciembre de 1951, cuando le dieron muerte a la jovencita Manuela, a quien "fusilaron" con un rifle mientras la muchacha barría el patio o jardín donde ellos se encontraban jugando con otro amiguito invitado. "¡Yo la maté de un balazo, soy un héroe!", gritaba el niño Carlos Salinas de Gortari apenas próximo a cumplir los cuatro años en abril de 1952. No se supo qué clase de tratamiento psicológico se les habrá dado a los niños Raúl y Carlos Salinas de Gortari para que entendieran lo que habían hecho; pero por los resultados, ellos siguieron con su vida normal, haciendo de cuenta que aquella joven vida truncada no tenía por qué afectar la de ellos; con montones de Manuelas como había y hay en México, seres anodinos que da igual si existen o no, tan desechables como para acabar con ellos jugando al fusilamiento.
Y Carlos Salinas de Gortari se convirtió en Presidente de México en 1988. Poco más de seis años después, tuvo que abandonar el país en medio de una crisis moral y económica que casi hunde al país, de la cual aún no nos hemos recuperado, y, que al parecer, estamos próximos a vivir una vez más.
Raúl Salinas de Gortari
Yo no creo que Andreas Lubitz haya sido una pobre alma atormentada víctima de la depresión. No soy psiquiatra, pero coincido con aquellos que piensan que la maldad existe en la humanidad porque sí. La gente no se explica cómo la compañía aérea ignoraba los trastornos que padecía Lubitz, cómo lo dejaban pilotear un avión con la depresión invadiéndolo. ¿Y si no fue así?
Leí que un psiquiatra español lo calificaba como un narcisista maligno. Y algunas características de los psicópatas los definen como individuos socialmente adaptables por pura conveniencia, poseen habilidad para el disimulo y el engaño, capaces de reaccionar de la manera más inesperada e impulsiva bajo presión.
Carlos Salinas de Gortari
Ya se que la descripción anterior la estarán encontrando en muchos personajes conocidos por todos: políticos, militares, empresarios, gente dentro de las diferentes iglesias, artistas; pero lo peligroso es que no imaginamos cuántos Andreas Lubitz giren a nuestro alrededor. "La fuerza del vampiro radica en que todos niegan su existencia", así escribió Bram Stoker. Pero es que ni siquiera sabemos cómo es el vampiro, cómo es su aspecto, cómo es su conducta.
Empecé mi comentario con la historia de los niños Salinas de Gortari. Hace poco vi un video en donde Anabel Hernández presenta y habla de su libro México en llamas, esto fue en diciembre de 2012, recién estrenado Peña Nieto como Presidente. Pero ella se concentra en la figura de Felipe Calderón Hinojosa, a quien llama destructivo, miserable e insensible, aparte de que lo califica de incendiario del país por haberlo dejado en llamas, todo por llevar a cabo su obsesivo proyecto de declararle la guerra al narcotráfico, algo que sabía nunca iba a conseguir.
Ante la reacción fría, tardía y también insensible de Enrique Peña Nieto por lo sucedido en Ayotzinapa, Javier Sicilia lo llamó inmisericorde, un ser sin misericordia, alguien que no puede sentir piedad en su corazón por el sufrimiento de los demás.
Y me angustio al pensar en cuántos Andreas Lubitz nos rodean, crueles, sin piedad por el sufrimiento ajeno, dispuestos a acabar con todo aquello animado e inanimado que les estorbe para la protección de sus intereses.
Ya hemos visto qué tan fácil es convertirse en víctima de uno de estos depredadores.

Noticia sobre los niños Salinas de Gortari

Mexicanos borregos e ignorantes

Alma Delia Murillo
Leer la columna Mutilados de Alma Delia Murillo que se publica en www.sinembargo,mx y ver el video en youtube titulado Mexicanos borregos e ignorantes: alumnos de la Ibero, provocó el comentario que comparto de Lilia Margarita Rivera Mantilla. Si este tipo de jóvenes son el producto de nuestras universidades privadas, el futuro que se avizora para el país es muy negro y remoto que se pueda enderezar el rumbo. Para comprender bien el comentario, es necesario leer primero el texto de Alma Delia y ver el video de youtube en las siguientes ligas:


Al ver el video: Mexicanos borregos e ignorantes: alumnos de la IBERO, en quienes primero pienso es en los padres de los muchachos. Yo también fui estudiante y tengo dos hijos profesionistas egresados de escuelas oficiales, a excepción de la primaria, la cual cursaron en una escuela particular del tipo confesional. Entonces, conozco cómo pensaban mis padres y como siguen pensando muchísimos padres de estudiantes en la actualidad.
Si los padres carecen de bastante cultura general -aunque su nivel económico sea alto- enviarán a sus hijos a escuelas en donde puedan darles una barnizada de cultura, en donde puedan relacionarse con amistades económicamente convenientes y en donde les inculquen buenos valores. Yo pienso que tu escala de valores -como conducto de tus hijos- será transmitida a éstos de forma congruente, en automático.
Lilia Margarita Rivera
Mantilla
Tanto los padres como sus hijos estudiantes creen que al asistir a una escuela privada, con buenas instalaciones, con colegiaturas caras, con muchas actividades incluso fuera del programa oficial educativo, contribuirá a que, como en una especie de ósmosis, los alumnos aprendan y aprehendan todos los conocimientos que, supuestamente, en esos lugares les serán impartidos.
Sin embargo, al escuchar a los muchachos universitarios de la Ibero, me doy cuenta que no se pueden comparar con la mosca sabia, el personaje de Leopoldo Alas, Clarín, la cual vivía en la biblioteca del científico Eufrasio Macrocéfalo. Pero este insecto era un devorador de libros, políglota, conocedor de los clásicos griegos -Homero- al igual que podía recitar a Shakaspeare. Conocía casi toda la geografía del mundo sin jamás haberla visto, ya que nunca salía de la biblioteca de Eufrasio Macrocéfalo.
Los estudiantes que aparecen en el video ni siquiera pueden nombrar la ciudad capital de tres estados de la República Mexicana; aceptan que no están acostumbrados a leer -con lo que tienen que leer para cumplir con sus compromisos académicos es más que suficiente-, y esto los prepara para no formar parte del rebaño de los iletrados que no tienen la fortuna de asistir a una universidad de paga, y cuentan, además,  con los recursos intelectuales suficientes para exigir ser gobernados por políticos a su altura.
Suena a lugar común, pero la educación empieza en casa. Los valores, la ideología familiar se enseñan en el propio hogar. Ya se buscará una escuela acorde con todo esto. Cultura no es pasarte un día entero pateando museos, comprar libros caros para llenar los estantes en la casa (y que las encuadernaciones vayan de acuerdo a la decoración). Cultura, para empezar, es conocer tus orígenes, tu historia, tu gente, tu realidad; eso te llevará a querer conocer la historia de los otros -la pasada y la actual- para comprender mejor a todos tus semejantes.
¿A qué me dedico? Soy una simple y sencilla ama de casa. ¿Que si me gusta leer? Sí.
¿Un libro que me haya gustado mucho? Drácula, de Bram Stoker. Llegué a pensar que estaba yo muy mal de la mente porque ese libro lo he leído, mínimo, tres veces. Pero esta anécdota me devolvió la tranquilidad: Contaba Gabriel García Márquez que un día estando en Cuba, Fidel Castro, quien padecía insomnio, le pidió le recomendara algo para leer. García Márquez le entregó un ejemplar de Drácula. A la mañana siguiente, el escritor le preguntó a Castro qué le había parecido el libro; éste respondió: Ah, cabrón. Lo leí todo.