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3 de febrero de 2016

Al Larguero

Alejandro Tovar medina
en 1975.
Reportero de fina prosa y muchos conocimientos Alejandro Arcadio Tovar Medina es el autor de la columna Al Larguero, que semanalmente se publica en El Siglo de Torreón regularmente con temas relacionados con el deporte a excepción de los últimos dos martes en que se refirió a trabajadores de medios de comunicación entre otros Higinio Esparza, Carlos Robles Nava, Alejandro Saborit, Eduardo Elizalde, Arturo Cadivich y otros que en el pasado desde El Siglo y La Opinión realizaban con maestría la crónica de la vida cotidiana de La Laguna. Alejandro tiene razón. Los comunicadores de hoy carecen de una profesionalización que incluya la actualización y el estudio permanentes. Lo paradójico es que se trata de personas egresadas de escuelas de comunicación donde les inundan el cerebro de teoría pero no de las herramientas indispensables para una buena práctica del periodismo donde nunca están demás la observación de la ética, la gramática y La ortografía.


Los Reporteros

En el periodismo, hacen falta a muchos la profesionalización adecuada, que incluyen la actualización y el estudio permanentes, con una total observación de la ética y una actitud de mayor cercanía con la personalidad del detective de películas antiguas al estilo de Humprey Bogart, porque el reportero debe ser eso, un investigador de tiempo completo que actúa como los turistas, indagando y preguntando todo, teniendo la inquietud de conocer las razones de los hechos.
Carlos Robles Nava.
Muchos de los alumnos actuales de la carrera (con algunas excepciones) confían la vida y la profesión a la tecnología, maravilla moderna que pone al mundo de cabeza y lo desnuda en un minuto, porque Internet y teléfonos multiusos dominan la escena y la misma existencia de muchos chicos que sudan cuando no los tienen a la mano, porque más que un medio enriquecedor del estudio, complemento del trabajo y auxiliar importante, se convierte en esclavista.
Aquéllos que son convencidos de que las historias están y suceden en la calle, en el campo de acción, que logran definir que no pueden ubicar reportajes dignos frente a una pantalla de PC y que a ésta acudirán cuando vayan a la segunda etapa, luego de investigar y conseguir los datos necesarios para escribir, ésos habrán dado un paso adelante en su estudio, trabajo y en su vida misma.
Higinio Esparza.
Los que estudian deben amar los libros porque leer es lo más básico para un periodista, lo mejor y lo más importante es leer, leer y leer. La lectura da el conocimiento, da al estilo literario, proporciona la riqueza en el manejo del idioma, el vocabulario para cada momento, la cultura general que hace mejores a todos los hombres, los hace dueños del escenario donde se mueven.
Hay reporteros que lo son por naturaleza. Aquí mismo su amigo vio un par de grandes: Carlos Robles e Higinio Esparza que por muchos años dieron su cátedra diaria en una profunda realización del oficio. Sin computadoras, sin teléfonos móviles milagrosos, sólo con el intelecto de su conocimiento, su habilidad para las relaciones y su inteligencia. Con una sola hoja de máquina doblada a la mitad y lapicero. Veían al funcionario de pies a cabeza, conversaban sólo haciendo unas cuantas anotaciones, el resto lo llevaban dentro, como si poseyeran una bolsa para acumular acciones y emociones en su cerebro especial.
Llegaban a redacción y hacían bromas y comentarios. Cuando iban a la máquina, dejaban ahí toda aquella carga acumulada apoyándose en esa hojita, como acordeón mágico. Los jóvenes los veíamos hipnotizados porque eran como los jugadores astros, que saben qué hacer con la pelota para llegar al gol.

Los Reporteros II (Para Rafael Saborit, con un abrazo)

Eduardo Elizalde Escobedo.
Se comentaba hace una semana de la clarividencia de Higinio Esparza y Carlos Robles, gente inolvidable de El Siglo, periodistas por naturaleza, indagadores de la noticia con la posesión de una mirada de turista incansable y una memoria fotográfica, sin contar nunca ni por asomo de las maravillas que los profesionales del medio actual tienen, solamente con el aplomo de su oficio.
Enfrente de ellos estaban dos más que poseían la llave de los sueños, con el color y calor de su prosa obtenida con su intuición fuera de serie y su apego a buscar razones dentro de sí mismos, eran Arturo Cadivich y Eduardo Elizalde. El primero era fino en cada uno de sus movimientos, tenía clase para hablar y para dejar impresas las expresiones de un enterado que se mostraba esmerado en el trato al protagonista, al hecho, al amigo y desde luego al pulso de su máquina.
Elizalde era quien vivía con ligereza y alegría a la vez, él mostraba su estilo como la llamarada eterna del dragón, porque tenía ante sí cada caso de policía que desarrollaba con un estilo volcánico y novelizado, con los detalles del relator que ha pasado horas investigando, con el celo del profesional que no olvida los puntos finos ni desdeña los aspectos mínimos.
Con respeto para todos porque hemos visto muchos pero Alejandro Saborit era un estelar por inteligencia y estilo, porque abanderaba un formato que él mismo implantó, fue un adelantado a su tiempo y exhibía una clase que muchos no podían entender, pues era el galope de un corcel que superaba el tirón de vista de aquellos lectores comunes que no poseían el nivel cultural necesario.
Saborit, se fue demasiado joven, cuando no alcanzaba su punto de madurez, aún cuando para entonces ya le quedaba pequeño el nivel local. Luego le siguieron Cadivich y Elizalde, maestros a quienes debemos tanto y seguro que en la tierra del nunca jamás siguen escribiendo en su propio periódico. Robles e Higinio por fortuna viven mostrando su clase, no aceptan lo que su viejo admirador declara, sin darse cuenta de que fueron ejemplo de varias generaciones.
Conviene saber del pasado de este medio, de sus protagonistas que fueron figuras en un tiempo donde no existían maravillas como los teléfonos multifacéticos, ni las grabadoras, ni el internet, solamente la actualización, la lectura, el trabajo, la perseverancia y el apego a un oficio con la bandera de la inteligencia y el talento para jugar el ajedrez del periodismo sin tablero de por medio, sólo con la luz de quien escribe el testamento del pirata.
arcadiotm@hotmail.com

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