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16 de enero de 2011

Vasconcelos


Uno de los más luminosos intelectos de MÉXICO sin duda alguna fue JOSÉ VASCONCELOS, cuya vida transcurrió hacia el final del Siglo XIX y de quien comenta en su columna AHÍ LE ENCARGO que publica LA OPINIÓN – MILENIO el diputado federal con licencia y actual candidato del PRI al gobierno estatal RUBÉN IGNACIO MOREIRA VALDEZ, quien dejará su espacio editorial mientras se resuelve el proceso electoral que tendrá como punto culminante el 03 de julio de 2011.

“Por mi raza hablará el espíritu”.

José Vasconcelos vio la luz casi al final del siglo XlX y su inteligencia sigue alumbrando el México fantástico que tanto recorrió. Miembro del Ateneo de la Juventud Mexicana y poseedor de una personalidad encantadoramente controvertida, hoy es reconocido como el Maestro de América y recordado como un intelectual que hizo política militante; uno de los pocos estadistas mexicanos con un proyecto de nación y las ganas de ponerlo en práctica. Mi primer recuerdo de Piedras Negras data de los días en los cuales mi actividad profesional me llevó a dar clases en aquella ciudad; esto sucedía los sábados y era un placer permanecer allá hasta el domingo, pues me permitía disfrutar la compañía de algunos amigos mientras devorábamos el más delicioso de los desayunos, manjar que puede ser elaborado sólo por las buenas mujeres del norte y con los ingredientes prohibidos e irresistibles que Dios puso sobre la tierra.
Vasconcelos fue el primer secretario de Educación. Sin desdoro de Jaime Torres Bodet o Agustín Yáñez, su gestión en el ministerio es impresionante. Organizó la nueva dependencia con una rapidez sorprendente y le dio visión nacional. El oaxaqueño convocó a su cruzada a las mentes más brillantes de la época, sin importarle que entre ellos hubiera uno que otro “satánico comunista”, como el genial Diego Rivera. Muchos caminos recorrió el paisano de don Benito. Desde niño, su vida fue la del romero. Sus pasos lo llevaron lo mismo a conocer a Justo Sierra y Alfonso Reyes, que a colaborar con Madero, Eulalio Gutiérrez o Álvaro Obregón. Impetuoso y genial, fue además un prolífico escritor. Igual puso sus letras en la filosofía que en la Historia, contada a su manera, y en sus fascinantes memorias. Como ministro de Educación, regaló los clásicos en ediciones populares. Qué mejor obsequio para que un pueblo aprendiera a leer en La Odisea o Las Sagradas Escrituras, más si se toma en cuenta que arriba del 90 por ciento de sus habitantes era analfabeta. Gracias al Fondo de Cultura Económica llegó a mis manos --en dos entregas separadas por una semana-- Ulises Criollo, la primera parte de las memorias de Vasconcelos, que abarca desde su infancia hasta los años iniciales de la revolución. No hay desperdicio en la obra. En sus páginas, el lector encuentra una narración de los acontecimientos que cimbraron a nuestro país en el convulso principio del siglo XX, pero también tropieza con los párrafos eróticos más exquisitos de la literatura mexicana. Los dedica a la hermosísima mujer que oculta con el nombre de “Adriana”, tan bella como inteligente y capaz de trastornar a los servidores de una “batería” al grado que le permitieron dispararla en pleno centro de la ciudad de México, sin importar que el obús destruyera la torre de un concurrido templo. No pienso revelar la identidad de la bella compañera temporal del Maestro de América, pero en cualquier librería hoy se vende su biografía.
Piedras Negras es una gran ciudad, con gente culta y trabajadora. Sus calles están llenas de historia. Por ellas caminaron Madero, Carranza, López Mateos y, de niño, mi admirado Vasconcelos, quien escribió profusamente sobre su estancia en ese rincón donde inicia la Patria. De mis años de profesor vienen a mi mente aquellos desayunos faraónicos; el calor extremo de verano y el frío purificador de invierno; la plática docta y generosa de Daniel Hernández Isáis; la amistad de José Maldonado y el auxilio que siempre me prestaron Manuel Ramos y Manuel Meléndez Garza. El tiempo me ha dado muchas satisfacciones, entre ellas conocer Piedras Negras y a su gente; escuchar a Elías Sergio Treviño Earnshaw, sin duda uno de los más grandes oradores de Coahuila; caminar por donde lo hizo Vasconcelos; conocer la identidad de ese “cuerazo” que era “Adriana”…
Posdata: A mis dos lectores les aviso que hago una pausa y reinicio el 6 de julio.
moreiraruben@yahoo.com
http://twitter.com/@rubenmoreiravdz
Rubén Moreira Valdez es diputado federal con licencia del PRI. 

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