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15 de noviembre de 2012

El Periquito Sabio

Ilda Leticia
ELIZALDE LARA

Los que saben dicen que el humor es un remedio infalible, contra cualquier enfermedad física o mental y yo estoy cierto de que se trata de una verdad de a kilo pues cuando mejor me siento es cuando me río, por ello la importancia de cuentecillos como el presente, que compartió en facebook mi hermana Ilda Leticia, y que por cierto no entendí.

Un tipo que decide comprar una mascota ve a un loro colgando, cabeza abajo, de un palo; se le queda mirando y dice en voz alta:
 “Vaya, ¿qué le habrá pasado a este loro?”
“Yo nací así: soy un loro sin patas”, dice el ave.
“¡Je, je! Me pareció como si este pájaro hubiera entendido lo que dije y me hubiera contestado”.
“Claro que entendí lo que dijiste. Soy un loro sumamente inteligente y muy culto”.
“¿Ah, sí? Entonces contéstame esto: ¿cómo te cuelgas del palo, si no tienes patas?”
“Bueno, verás, me da un poco de vergüenza, pero ya que has preguntado, te lo voy a decir: uso mi pene como gancho y lo enrollo en el palo, no puedes verlo porque lo cubro con mis plumas”.
“¡Increíble! ¿Realmente puedes entender lo que dice la gente y contestar?”
“Claro que sí, hablo español e inglés. Puedo conversar sin mayores problemas casi sobre cualquier tema: política, religión, fútbol, química, filosofía… y soy especialmente bueno en ornitología. Deberías comprarme, soy un excelente compañero”.
El hombre mira la etiqueta del precio ($200.00) y masculla:
“Ese precio es demasiado para mí”.
“Pssst”, le llama el loro moviendo un ala para que se acerque. “Nadie me quiere porque no tengo patas. Ofrécele al dueño $20.00″.
El hombre ofrece los $20.00 y sale de la tienda con el ave. Pasan las semanas y el loro es sensacional, gracioso, interesante, un excelente amigo, entiende todo y hasta da muy buenos consejos. Su dueño está feliz con él. Un día, el hombre llega de trabajar y el perico lo llama:
“Pssst”, moviendo un ala para que se acerque.
El tipo se pone muy cerca de la jaula.
“No sé si contarte o no, pero es acerca de tu mujer y el cartero”.
“¡¿Qué?!”
“Bueno, esta mañana, cuando llegó el cartero, tu mujer lo recibió con un beso en la boca. Ella estaba vestida sólo con ropa interior”.
“¿Y después qué pasó?”
“Después, el cartero entró en la casa y empezó a acariciarla toda”.
“¡Dios Santo! ¿Y qué más?”
“Después, le quitó las bragas y el sostén. Se arrodilló y empezó a besarla por todas partes, empezando por los senos, lentamente, e iba bajando y bajando por el ombligo y seguía y seguía…”
El ave se queda callada un buen rato.
“¿Y qué pasó? ¿Qué pasó? ¡Habla maldito loro!”, grita frenético el hombre.
“No sé, me excité y me caí del palo”.

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