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14 de marzo de 2013

El Redentor

Roberta Garza

Roberta Garza, periodista de Nuevo León que publica en Milenio Diario asegura que los resultados del régimen chavista luego de 14 años en el poder y hasta su muerte, se pueden calificar de cualquier manera menos de alentadores y se lamenta de la lacrimosa y desproporcionada canonización que de la figura del extinto dictador de Venezuela pretenden hacer sus herederos.

Fugo Chávez
Con todo y los cerca de un billón de petrodólares erogados durante sus 14 años en el poder, los resultados del régimen chavista son todo menos alentadores, y la lacrimosa canonización que de la figura buscan hacer sus herederos es desproporcionada hasta la náusea. Sí, redujo la pobreza —a 29.5 por ciento en 2011 de 48.6 en 2002— y la inequidad, pero no por haber logrado que los pobres adquirieran los mecanismos para dejar de serlo, sino gracias a los subsidios no sustentables que crecían tanto o más que la inflación, la corrupción, la escasez de alimentos básicos, la inseguridad, el nepotismo y el anquilosamiento de industrias prioritarias como las redes de agua y de electricidad. El que Chávez fuera incapaz de construir no solo la infraestructura necesaria para catapultar al país a la riqueza, sino siquiera un hospital de altas especialidades capaz de tratarle el cáncer, habla mucho de su inopia administrativa.
Lacrimosa y desproporcionada
canonización.
Y eso es lo de menos. La herencia de Chávez es tóxica no por su legado económico, sino por su discurso megalómano y maniqueo que recuerda al de López Obrador o Marcial Maciel y que, de igual manera, promueve todo menos la racionalidad o la madurez cívica del ciudadano común: ese discurso infantil y enconoso de buenos contra malos que imposibilita cualquier diálogo
y que quizá permanezca en Venezuela por generaciones, impidiendo mover el país hacia adelante, o hacia donde sea, mientras sea lejos del control de la camarilla que ahora lo tiene acogotado: la que apresó, acosó y obligó al exilio al médico que osó conjeturar, hace año y medio, que el presidente tenía un cáncer que no lo dejaría vivir más de dos años. La que primero dijo que a Chávez se lo llevaba la enfermedad por su dedicación a los pobres y luego que por haberle sido inoculada por el imperio. La misma que nombra a su delfín, Nicolás Maduro, presidente sustituto y a la vez candidato presidencial en abierta violación a la Constitución. ¿La justificación? Que Chávez así lo quiso. “Aquí vengo hoy pidiéndole a Dios su bendición y protección, pidiéndole a nuestro padre Libertador (Bolívar) todas sus luces, y a nuestro padre redentor —¿De qué los redimió? Quién sabe— comandante Chávez que me dé fuerzas y sabiduría”, dijo Maduro al registrarse, en lo que es apenas una parte del intento de divinización de una figura que, hasta donde sé, merece ser juzgada como cualquier funcionario público. Pero vayan y díganle eso al tipo que mató a su madre para ofrecerla en sacrificio por la salud del “redentor”.
Twitter: @robertayque

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