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22 de abril de 2013

El primer gran error de Peña Nieto

Eduardo Holguín

Al igual que Eduardo Holguín considero que la cruzada contra el hambre que abandera el gobierno federal y al frente de la que se colocó a Rosario Robles Berlanga tiene fines de proselitismo electoral, por lo que al darle espaldarazo el Presidente Enrique Peña Nieto cometió su primer gran error y puso en riego el pacto por México. La pobreza no se resuelve por decreto ni con políticas asistenciales, sino atacando situaciones como la iniquidad social, la mala distribución de la riqueza y la falta de oportunidades para quiénes menos tienen.La columna es Dragones que se publica en Milenio Diario Laguna y también en el periódico Vanguardia de Saltillo.

Enrique Peña Nieto cometió su primer gran error como Presidente de La República al defender, personalmente, a Rosario Robles de lo indefendible: el escandalo veracruzano relacionado con el uso ilegal de los recursos de Sedesol para fines de proselitismo político. Escandalo que derivó en una denuncia penal del PAN a funcionarios estatales y federales por presuntos delitos electorales y que justificará la solicitud de juicio político al Gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, y a la mismísima Secretaria de Desarrollo Social.
Al defender, con su pecho y espada, a la dama del Gabinete Social, a pesar de las evidencias de uso electoral de dineros destinados a la “Cruzada Contra el Hambre”, el “Caballero Presidente” se convierte en presunto cómplice del cochinero denunciado. Peña Nieto, en consecuencia, pone en peligro el “Pacto por México”, su imagen nacional e internacional como líder pragmático, capaz de aglutinar las fuerzas políticas a favor del desarrollo del país y de construir la legitimidad necesaria para imponer el Estado de Derecho.
Y vaya que el gobierno federal requiere de legitimidad para combatir el crimen organizado y poner en orden a grupos radicales, desestabilizadores de la gobernabilidad nacional, llámense grupos de autodefensa comunitaria, maestros de Guerrero y Oaxaca, normalistas, etc. Al permitir ser correlacionado con las viejas e ilegales prácticas de “compra de votos”, Peña Nieto puede tirar por la borda el esfuerzo que él
y su equipo llevan a cabo para aglutinar a los tres principales partidos del país, con el objetivo de sacar adelante, en el Congreso, las reformas estructurales que la competitividad demanda y darles viabilidad operativa.
Flaco favor le hace Peña Nieto al Pacto por México al confrontarse con la oposición institucional.
Gordo favor le hace Peña Nieto, al ensuciar con “sospechosismos” su mandato, a quienes pretenden medrar de la desestabilización de un país que tiene enorme potencial de crecimiento; pero que, para materializarlo, requiere de la conducción política de un estadista.
¿Peña Nieto es un estadista?
Parafraseando a mi colega de Milenio, Alan Arias Marín: el Pacto, la legitimidad, la gobernabilidad y el Estado de Derecho, “bien valen una misa, no digamos un Rosario”.

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