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10 de abril de 2013

No Basta

Roberta Garza

En opinión de Roberta Garza el que la autoridad haya defendido los intereses de los ciudadanos es algo inédito y no basta para acabar con las anomalías que protagonizan grupos como la CNTE y señala que “los síntomas inmediatos de la descomposición nacional deben abordarse al mismo tiempo que se construye un sistema de educación pública que convierta al ciudadano, y no a la autoridad, en testaferro de la virtud cívica.” El texto corresponde a su columna de los martes en Milenio Diario Laguna.

Eso de que la autoridad defienda los intereses de la ciudadanía aplicándole a quien infrinja la ley protocolos policiacos decentes —ni más, ni menos— es inédito en México. Sin querer minimizar el logro, es necesario apuntar que el problema de fondo sigue tan orondo: los intereses fundamentales de la ciudadanía no pueden limitarse a liberar las calles y carreteras bloqueadas por porros cuyo acervo cívico está tantito abajo del de los hombres de las cavernas, por importante que esto sea, sino a que el país goce de una educación pública, laica, gratuita y de calidad.
El detalle está en que esos hombres de las cavernas son en buena parte del territorio nacional nuestros maestros. Lo que nos está llevando al abismo, pues, no es solo la ingobernabilidad, la ilegalidad y la impunidad, o el uso fallido del poder del Estado —desde mucho antes de ese mentado 1968, por cierto—, sino la estulticia nacional enquistada en el discurso público que gesta y alienta lo anterior y que permite a una parte importante de nuestros votantes creer y simpatizar con los múltiples equivalentes nacionales del pajarito de Maduro, que tanto nos prodigan especímenes como Fox y Rayito a modo de proyectos de nación: estos personajes no serían nada, ni hubieran llegado a nada, de tener el país una gran masa crítica que exigiera a sus políticos algo más que puntadas, demagogia y cinismo. Una masa crítica que, por ejemplo, entienda las diferencias entre protesta y delito o entre izquierda y fascismo populista, entre otras cosas.
Pero de la humedad después hablamos: comencemos por enseñarles a nuestros niños a leer y a escribir correctamente y, luego, a tratar de entender y transformar el universo que nos rodea bajo rigurosos parámetros académicos y científicos a través de las matemáticas, la historia, la biología y demás. La reforma educativa da un pequeño paso hacia adelante al proponer métodos de evaluación mínimos que a su vez permitirán capacitar las áreas débiles de cada estado, ciudad, escuela y docente, pero si somos realistas sabremos que si en el futuro inmediato los mismos maestros logran aprender a escribir medianamente seremos muy afortunados.
Por supuesto, no es un asunto de elegir entre una y otra variable: los síntomas inmediatos de la descomposición nacional deben abordarse al mismo tiempo que se construye un sistema de educación pública que convierta al ciudadano, y no a la autoridad, en testaferro de la virtud cívica. Cualquier otra cosa será un mero paliativo sexenal.
Twitter: @robertayque

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