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29 de abril de 2013

El Sexódromo: Aprendemos y jugamos

Verónica Maza
Bustamante

Como todas las semanas Verónica Maza Bustamante nos lleva en un recorrido por el mundo de la sexualidad y el erotismo y como de costumbre, con mucho conocimiento y amenidad. Es la columna El Sexódromo que se publica en la sección El Ángel Exterminador de los medios impresos del Grupo Milenio y aquí lo compartimos por considerarlo de interés para nuestros lectores. Incluimos el enlace por si desea verlo en su publicación original.



http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/724ba44bca41e25c37f7e6a2374429d4

Foto: Sandoval
México • Durante años fui seguidora de libros y páginas de internet en donde te explican cómo llevar a cabo múltiples posturas durante el ejercicio erótico, te dan los nombres de cada una, su nivel de dificultad, la mejor hora para realizarlas, cuáles queman más calorías, cuáles gastan menos energía, las que son más románticas, las que se determinan por el tamaño del pene, las que hacen que ella se vea más esbelta y demás detalles dignos de fichas técnicas que podrían aparecer en cualquier libro de investigación que se precie de haber seguido el método científico.
Incluso el Kamasutra, ese maravilloso e imprescindible texto hindú sobre el comportamiento sexual humano escrito por Vatsiaiana, entre el 240 y el 550 después de Cristo, puede verse únicamente como una catálogo de posiciones, basadas en las ocho maneras básicas de hacer el amor y las ocho posturas principales que maneja el autor, lo cual da un total de 64 artes o maneras de acomodarse para disfrutar del placer en pareja.
Hace años, después de tratar de llevar a cabo “la embestida del jabalí sueco”, “el chupón tailandés”, “la anaconda succionadora” y “el vuelo del cóndor”, teniendo en una mano la revista donde te daban las indicaciones y tratando de sostenerme con la otra, mientras mi galán intentaba entender cómo debía acomodarse, decidí irme por la libre. Con base en lo leído, experimentado y analizado, simplemente innovar.
Quizás alguno de ustedes me diga: “Eso se llama ‘dejarse llevar’, ¿sabes?”, pero debo aclarar que eso lo he hecho siempre, porque creo que aunque el estudio y comprensión es la base de la vida, también sé que a veces simplemente hay que detenerse para sentir la gota de sudor que escurre entre los senos o mirar los ojos del ser amado durante largos minutos; es decir, sentir, sentir, sentir.
A lo que me refiero es a crear. A generar posturas y darnos nuestras mañas, a inventar y reír mientras lo hacemos. ¿Cómo será “la zurcida del zapatero” que mencionan en una página de internet? Quién sabe, pero se me acaba de antojar comprar unas agujetas largas y suaves, de un color que me guste, para pasarlas a diferentes ritmos, ayudada por un lubricante con sabor, a lo largo del pene de mi compañero. Hacerles un nudito por aquí, otro por allá, después repetir el ejercicio para ver si genera en él nuevas sensaciones. Al final, tomar un pañuelo de seda para darle una “boleadita” de cariño. Y así…
Hace poco descubrí que cuando no puedes usar una extremidad, buscas maneras alternativas de alcanzar el orgasmo, ideando nuevas formas de acomodarte. Como me caí y me lastimé la rodilla, debía ser cuidadosa para que el tendón no se lastimara más, así que el médico me recomendó tener la pierna estirada la mayor parte del tiempo, ponerme compresas calientes y después frías, caminar poco.
Todo lo hice al pie de la letra, ¿pero y en la cama? Cuando te piden cuidarte un mes, no aplica decir “la ventanilla está cerrada hasta nuevo aviso”. Como el dolor persistía, sabía que debía tener mi piernita chula estirada, así que idee algunas posturas y recordé otras que no ejecutaba desde hace tiempo para poder gozar. Esto le dio un toque interesante al asunto; lo más excitante era la prohibición de ciertas acciones (doblar la pierna, arrodillarme) unida a la libertad de poder jugar con mi cuerpo y el ajeno para encontrar nuevas formas de estimulación física.
Pienso que más importante que saber los nombres y la manera en que se realiza cada postura (de cualquier manera, algunas ni podríamos realizarlas por nuestra estructura ósea, estatura, complexión), es entender cuáles son nuestros puntos erógenos, qué nos da más placer, cómo se puede mover la pelvis, con qué puntos de apoyo contamos, qué áreas de la cama —de la casa, del hotel— podemos explotar y, con todo ese conocimiento, echar relajo, dejarse llevar, inventar.
Tal vez después se den cuenta de que realizaron “la cascada seca” o “la mirada del cocodrilo”. Eso les generará una sonrisita de satisfacción porque comprenderán que, sin hacerse bolas tratando de entender una compleja explicación, su cuerpo los llevo a acomodarse de tal manera que sintieran delicioso y se dieron tiempo de aprender jugando.
El encuentro erótico no debería ser una obligación, una cárcel, un deber ni una razón de angustia, sino un agasajo, un acto que genere sonrisas, risas, abrazos, miradas traviesas. No importa si un acomodo no sale bien o si en otro no sentimos nada; es parte del proceso. Para entrar al mundo de Eros es necesario quitarse el traje, la corbata, las zapatillas (o usarlos como artilugios para excitar); recordar ese impulso primitivo, esa manera en que corríamos contra el viento cuando éramos niños y nos sentíamos libres, alegres, únicos.
Si quieren, a pesar de lo dicho, la próxima semana trato de explicarles cómo se realizan las posturas con nombres extravagantes que aquí menciono. ¿Ven? Nada es definitivo en el mundo del placer. “No hay solo cajitas blancas y cajitas negras para colocar nuestras posibilidades”, como dice el escritor Alejandro Reyes. Es como, recién me explicó el músico Jorge Drexler, ve la existencia el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman: “Estamos y vivimos en un mundo líquido sin certezas, en el que todo cambia a una velocidad tan grande que ya no puede cristalizarse en un estado sólido”. Esto es, todo es movimiento, incluso en la sexualidad y el erotismo.
Buen viaje a las profundidades de ese mar inacabable que es el deseo y su ejercicio. Besitos húmedos para todos.

***

EL BUZÓN DE VERÓTIKA


Tengo varios juguetes sexuales que se han descompuesto a las primeras de cambio, entre ellos dos balines vibradores y un anillo para el pene. La verdad es que he tenido que ahorrar para comprarlos, así que no quise tirarlos. El problema es que no sé si hay algún lugar donde se puedan arreglar o ya no queda más que echarlos a la basura.
Martín Ocampo

Es común, Martincillo de mis amores, que esos juguetes en particular se descompongan rápido, porque se usan de tal manera que siempre estarán expuestos a un jalón o al ambiente. En el caso de los balines conectados a un control a través de un alambre, suele suceder que los delgadísimos cables que lo activan se rompan o se separen, y eso elimine la vibración, misma que conforma la única gracia del juguetito. En el caso del anillo, si no se guarda correctamente, puede ser que el polvo interfiera con su buen funcionamiento.
Hasta donde sé, no hay “hospitales para sex toys”, pero si tienes un amigo de confianza que sepa reparar electrodomésticos, puede ser que te ayude a arreglarlos. También podrías preguntar en la sex shop donde los compraste si saben dónde hacerlo.
Te recomiendo que cuando los vayas a guardar les pongas una capa de talco para que el polvo no penetre fácilmente. Si lleva pilas, que se las quites. Que los guardes en un lugar fresco y seco, por separado para que los cables no se enreden afectando su funcionamiento.
Es cierto que lo barato cuesta caro, así que muchas veces es mejor ahorrar un poco más para poder comprar un juguete de mejor calidad, elaborado con materiales más duraderos, que aquellos que son económicos pero sólo aguantan un par de encuentros. Por ejemplo, habría que pagar más por los balines vibradores (un inalámbrico representa una gran inversión), los anillos y los dildos o vibradores, y menos por las bolas chinas (aunque hay que revisar que tengan cordón), dedos masajeadores y lencería (si no eres fetichista de estas prendas, saldrán volando de inmediato).

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