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26 de noviembre de 2013

"Narcocultura"

Roberta Garza.
“Un cuerpo magnifico, carros del año, las cejas tatuadas y el pelo castaño, la bolsa hasta el culo de puro placer, tarjetas de crédito y paca de a cien (…) es muy precavida y audaz en el bisne, mirada de halcón, ni quien se le arrime, la cosa no es fácil ay pa’ la receta, soy vieja de huevos maldita y coqueta”, es una de las canciones de los Buknas que describe, quizá, una típica fantasía alrededor de la narcocultura. Pero otras composiciones llevan nombre y apellido: “Combinan caballos con trocas del año (…) hombres que en vida son los Michoacanos, eran La familia pero hoy son llamados Los caballeros templarios”.

Roberta Garza. Acentos. 26/11/13. Milenio Diario Laguna

Así se llama el documental de Saúl Schwarz, fotógrafo israelí radicado en Nueva York que ha cubierto largamente la violencia de los cárteles fronterizos. Schwarz pasó rápidamente de las obviedades gráficas de las ejecuciones callejeras al retrato de las raíces sociales que sostienen y fomentan la narcocultura, y el resultado es la imperdible pieza estrenada comercialmente en Estados Unidos el pasado viernes: la cámara sigue sin recursos editoriales ni melodramáticos —no hay música de violines o acercamientos a las lágrimas que ruedan por la mejilla de alguna cabecita blanca— las historias paralelas de Édgar Quintero, cantante y compositor de narcocorridos del grupo los Buknas de Culiacán —quien, sin embargo, en su vida ha pisado Sinaloa, pues vive en Los Ángeles y saca su inspiración del Blog del Narco, del material que suben los cárteles a YouTube y de lo que le dictan por teléfono desde México los capos que le piden elegías a modo—, y Ricardo Soto, forense de Juárez que ve caer acribillados uno por uno a sus compañeros de trabajo que tuvieron la mala suerte de encontrar material comprometedor en las escenas del crimen.
Los ojitos brillosos de Quintero, a quien vemos cumpliendo su sueño de ir a Sinaloa para echarse pericazos sin fin, disparar al aire armas de alto poder, juguetear con cristales de metanfetamina tan largos como una pequeña estalactita y pasear en una troca abierta con hombres que le cuentan que, cuando están aburridos, disparan balas de goma y pintura contra los municipales porque, allí, ellos son la ley, contrasta con la seca mirada de miedo, melancolía y pérdida de Soto cuando se pregunta, mientras levanta con guantes de látex casquillos de bala entre cadáveres descuartizados —evidencia que rara vez se usará en las cortes—, si Juárez, donde él no puede siquiera salir a tomarse una cerveza, volverá a parecerse a la ciudad donde creció.
“Un cuerpo magnifico, carros del año, las cejas tatuadas y el pelo castaño, la bolsa hasta el culo de puro placer, tarjetas de crédito y paca de a cien (…) es muy precavida y audaz en el bisne, mirada de halcón, ni quien se le arrime, la cosa no es fácil ay pa’ la receta, soy vieja de huevos maldita y coqueta”, es una de las canciones de los Buknas que describe, quizá, una típica fantasía alrededor de la narcocultura. Pero otras composiciones llevan nombre y apellido: “Combinan caballos con trocas del año (…) hombres que en vida son los Michoacanos, eran La familia pero hoy son llamados Los caballeros templarios”. Y, por si hubiera duda: “Sus enfrentamientos son como cruzadas, con las catapultas y lanzagranadas, con la jabalina calibre 50 (…) todos van al mando de un resucitado, un hombre que dicen que fue asesinado, pues todo es leyenda más sigue el legado”.
Entendemos que la famosa guerra contra el narco es una vacilada, que en realidad hace mucho que perdimos, cuando escuchamos a unas niñas con calceta a la rodilla, a la salida de su secundaria, confesar que es su sueño convertirse en novias de algún narco. “No tiene nada malo”, dice una, para corregirse de inmediato: “Bueno, quizá sí sea malo pero es un estilo de vida”, retoba, a modo de justificación. En otra toma hordas de jóvenes bailan en un salón de fiestas patrocinado por insigne marca cervecera mientras cantan felices sobre bombazos, decapitaciones y cocaína. En México, como estos discos están prohibidos, se pueden comprar por unos pesos en cualquier pulga. En Estados Unidos se consiguen en Walmart.
@robertayque 

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