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6 de julio de 2015

Guacamole fatal

Jacobo Zabludovsky
El 8 de agosto de 2011 el recientemente fallecido periodista mexicano Jacobo Zabludovsky dedicó su columna Bucareli a un tema muy doméstico: el precio del aguacate que en ese momento se elevó considerablemente, tal como ocurrió con el limón el año pasado. Zabludovsky establece una relación entre el precio del aguacate, la violencia en Michoacán y el desafío del ejército enemigo trasnacional, lo que recuerda nuestra amiga Lilia Margarita Rivera Mantilla en ocasión del reciente fallecimiento del destacado periodista mexicano de origen judío. El artículo nos parece sumamente interesante razón por la que lo compartimos con ustedes, pero antes veamos el comentario de Lilia Margarita:

Lilia Margarita
Rivera Mantilla
El año pasado fue el limón. Escaso y carísimo el que lográbamos encontrar. Hace cuatro años fue el aguacate. Estuvo a setenta pesos el kilo, cuando lo podíamos conseguir.
Sobre aquella situación anormal de uno de los frutos más importantes en la alimentación mexicana, Jacobo Zabludovsky escribió en su columna de todos los lunes en El Universal: No sé qué sería de mí si desapareciera el aguacate de la dieta de los mexicanos, me gusta mucho por su sabor y todos los beneficios que aporta.
Pero hace cuatro años, en este artículo de tintes muy domésticos, Jacobo describe lo que realmente había de fondo en todo eso, igual que sucedió tres años después con el limón. Ejércitos enemigos dentro del mismo territorio mexicano, peleando por el control de la tierra, de sus frutos, de sus gentes. Y seguimos igual.
Como buen mexicano ¿te gusta mucho el guacamole y descubres con sorpresa que cuesta más de $70.00 el kilo, si es que lo encuentras por los alrededores de tu domicilio? ¿Crees que la escasez es consecuencia del terrible cambio climático? Con la pena, pero no, esa no es la causa. Enterémonos.
Lilia Margarita
Más libros, más libres

No es película de Juan Orol ni ocasión para chistes malos.
El precio del aguacate y el desafío del ejército enemigo transnacional se unieron esta semana en Michoacán para agravar la angustia de los mexicanos. Una mezcolanza absurda si se tratara de un país normal, pero México ha dejado de serlo desde hace 50 mil muertos, al grado de convertir lo trágico en el pan nuestro de cada día. Una fruta y un secuestro colectivo parecen elementos imposibles de mezclar. Sin embargo, su presencia simultánea puede servir para explicar el desastre michoacano, indicio del que padece la república.
Michoacán es el primer productor nacional y tal vez mundial de aguacate. El mercado interno consume 11 kilos anuales por persona. La producción nacional en 2008 superó el millón de toneladas, de las cuales se exportaron más de 320 mil. Sus precios dependen de la oferta, la demanda y de la temporada. Hoy están por los cielos: en algunas tiendas llega a 100 pesos el kilo, según la variedad. La más común es el Hass, calidad de exportación.
En mercados de Estados Unidos, principal consumidor extranjero, un aguacate puede cotizarse hasta en tres dólares. Pero, ¿quién regula los precios de este oro verde? No los productores, ni los intermediarios, ni los exportadores, ni el mercado libre. En la respuesta está la clave de la conexión entre el aguacate, 14 secuestros y la realidad de la vida y la muerte en Michoacán.
Los precios del aguacate son fijados por grupos que gobiernan de hecho el estado, aunque desde las sombras y al margen de la ley. Deciden cuándo debe cortarse y la cantidad. Nadie puede producir más o menos, ni vender a otro precio que el ordenado, a menos que se arriesgue a sufrir las consecuencias. Si un productor, vendedor o simple consumidor es sorprendido con una o más cajas de aguacate después de las siete de la tarde se le retiene, se le tablea, es decir, se le golpea con una tabla en los glúteos y la espalda, para que aprenda. Nadie debe transportar aguacate fuera de lo permitido y el castigo es mayor en relación con la carga.
La vigilancia es total y nadie escapa a las exigencias de los verdaderos dueños de las vías de comunicación, distribución y ventas en la entidad. Hay productores que prefieren dejar el producto en los árboles debido a que no les produce ganancia alguna. En un estado esencialmente frutero como Michoacán ocurre lo mismo con el mango, el melón, la sandía y otros vegetales. El caso del aguacate destaca y sirve para explicar su actual precio exorbitante sin alguien que pueda oponerse, o siquiera atreverse a pensarlo.
En ese ámbito de impunidad, nueve empleados modestos de dos agencias encuestadoras son secuestrados, escondidos y liberados sin señales de violencia, sin que hasta el momento de escribir este Bucareli se sepa quién o quiénes, ni por qué o para qué los secuestraron, las condiciones y lugar de su cautiverio, ni por qué y de qué manera los secuestraron. El viernes se supo que cinco empleados de la Sección Amarilla del directorio telefónico también fueron levantados, alarde de poder demostrador de quién manda aquí y no se equivoquen.
A principios de julio el gobierno federal envió a mil 800 policías federales “a reforzar el combate contra el crimen organizado en Michoacán”. Nadie olvida, cómo vamos a olvidar, que éste es el estado natal del presidente Felipe Calderón, quien el jueves se apresuró a volar al terruño, oportuno gesto de tranquilidad en medio del terremoto, y también, como quien no quiere la cosa, apoyar con su presencia a su hermana, quien se postula para gobernadora en las elecciones de noviembre próximo. Son los últimos comicios previos a las elecciones generales de 2012.
El ejército enemigo ha hecho una exhibición de fuerza en Michoacán y al mismo tiempo un ensayo, lo que los militares llaman maniobras de entrenamiento, ejercicios para fortalecer los músculos y coordinar la estrategia, extremar la obediencia de sus tropas cronometrando la reacción del más raso de su infantería, tal vez con la idea de extender tan exitosa experiencia a todo el país.
Esa posible intención es obvia: desde el taco de aguacate hasta las elecciones presidenciales del año entrante, los grupos dispersos que el presidente Felipe Calderón enfrentó hace cuatro años y medio, cuando empezó a mencionar la palabra guerra en su discurso, se han consolidado y fortalecido, amarrado complicidades, unido sus fuerzas, extendido la corrupción a otros territorios y pactado con grupos similares de otras regiones del resto del mundo.
La advertencia es muy clara: estamos perdiendo esta guerra y la derrota presagia más desastres en el combate y en el desquebrajado sistema político y económico de un país atrapado en una las encrucijadas más azarosas de toda su historia.

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